XIV - Un Nuevo Horizonte

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Después de regresar del evento, la vida se sintió más ligera, como si algo en mi interior se hubiera alineado finalmente. Saber que había enfrentado mi pasado, que había encontrado la paz incluso al estar frente a Jung-Kook, me dio una libertad que no había sentido en mucho tiempo. Era el cierre definitivo de un ciclo y el inicio de otro, uno donde todo lo que había aprendido y experimentado podía guiarme hacia nuevos sueños.

Decidí mudarme a una ciudad costera, buscando un cambio de escenario que reflejara la nueva etapa que estaba comenzando. Me imaginaba despertando cada mañana con el sonido de las olas, viviendo rodeada de la serenidad que había anhelado por tanto tiempo. El mar siempre había sido un símbolo de libertad para mí, un lugar donde podía perderme y encontrarme al mismo tiempo. Y ahora, en esta ciudad junto al océano, sentía que podía ser quien realmente quería ser.

Empecé a trabajar en mi música y escritura de manera más formal. Me uní a un pequeño estudio de grabación local y colaboré con músicos que compartían mi pasión. Sentía que estaba creando algo auténtico, una mezcla de todo lo que había vivido, cada nota impregnada de emociones y experiencias reales. La música y la escritura se convirtieron en mi refugio, en el medio para expresar mis alegrías, mis dolores y todo lo que había aprendido en este camino.

Un día, mientras caminaba por la playa al atardecer, recibí un mensaje inesperado en mis redes sociales. Era de una agencia de talentos interesada en mi trabajo. Al parecer, alguien en el evento musical en Seúl había hablado sobre mi desempeño y mis letras. Sentí una mezcla de sorpresa y emoción. ¿Quién habría imaginado que mi pequeña historia de amor, mi camino hacia la sanación y el descubrimiento de mí misma, resonaría en alguien más?

Acepté la oferta con entusiasmo, y pronto me vi viajando a distintas ciudades, compartiendo mis canciones en escenarios pequeños pero llenos de vida, lugares donde la conexión con el público se sentía profunda y auténtica. Fue en una de esas presentaciones donde conocí a personas que se convertirían en grandes amigos y colaboradores, personas que, como yo, habían pasado por momentos de pérdida, de sanación, y que ahora buscaban compartir sus historias a través de la música.

Una noche, después de un concierto, mientras estaba rodeada de amigos y compañeros en un bar cercano, alguien me pidió que contara la historia detrás de una de mis canciones más recientes, "Dejando Ir". Me quedé en silencio unos segundos, pensando en cómo resumir en palabras todo lo que ese título significaba para mí.

—Es una canción sobre el amor —empecé, mirando a mis amigos que esperaban con curiosidad—. Pero no solo el amor hacia otra persona, sino el amor que aprendes a tener por ti mismo cuando decides dejar atrás algo que una vez te definió.

Al decir esas palabras, una oleada de comprensión recorrió el grupo. Sabía que ellos también habían vivido algo similar en algún momento de sus vidas, y al compartirlo, nos sentíamos unidos, como si cada uno de nosotros entendiera el peso y la belleza de aprender a soltar.

En ese momento, entendí algo más profundo: la historia con Jung-Kook no solo me había transformado a mí, sino que también había dado origen a algo que podía tocar a otros. Cada canción, cada palabra que escribía, era un recordatorio de que en el amor y la pérdida siempre había un aprendizaje. Mi relación con Jung-Kook ya no era solo un recuerdo; era una fuente de inspiración que había dado forma a mi arte y a mi propósito.

Con el tiempo, mis canciones empezaron a ganar popularidad, y en uno de esos giros inesperados del destino, fui invitada a una entrevista en un programa importante de televisión. Fue surrealista sentarme frente a una audiencia y hablar sobre mi trabajo, sobre cómo cada canción llevaba una parte de mí, una historia, una emoción real.

Al final de la entrevista, la presentadora me preguntó sobre el amor, sobre si había alguien especial en mi vida en ese momento. Sonreí, recordando a esa joven que alguna vez creyó que el amor solo podía venir de alguien más.

—El amor más importante que he encontrado es el amor propio —respondí, con la sinceridad reflejada en mis palabras—. Aprendí que puedo ser feliz sola, que puedo seguir creciendo y explorando mi vida sin la necesidad de depender de alguien. Y, cuando llegue el momento, si hay alguien en mi vida, será para sumar, no para llenar.

La audiencia aplaudió, y sentí que ese aplauso era el eco de todas las etapas que había atravesado para llegar allí. Finalmente, me sentía completa.

Esa noche, de regreso en casa, me senté junto a la ventana a mirar el cielo estrellado. Pensé en todas las vueltas que había dado, en cada paso que me había llevado a este momento. El amor, el dolor, la sanación, la paz... todo era parte de un mismo viaje, uno que aún continuaba.

Al mirar hacia el horizonte, supe que no había finales en la vida, solo nuevos comienzos. Y mientras el viento del mar me envolvía, me prometí a mí misma seguir explorando cada rincón de mi ser, continuar creando, viviendo y amando. Porque, al final, la verdadera historia de amor era la que estaba escribiendo cada día, una que no dependía de nadie más, sino solo de mí misma.

Y así, con el corazón lleno y el alma en paz, me fui a dormir, sabiendo que el mejor capítulo de mi vida aún estaba por escribirse.

Por siempre, Jung-KookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora