Los días después de nuestra despedida fueron una mezcla de vacío y alivio, aunque más vacío que alivio, si era sincera. El silencio de su ausencia era ensordecedor, y a veces, en los momentos más vulnerables, me encontraba pensando en escribirle, en decirle que había cometido un error, que quería intentarlo de nuevo. Pero me detenía, recordando la razón por la que tomé esa decisión en primer lugar: necesitaba paz, y estar con él, aunque hermoso, no me la estaba dando.
Aun así, había una especie de nostalgia dulce cada vez que pensaba en él. Recordaba nuestras risas, nuestras noches de conversaciones profundas y esos pequeños gestos con los que ambos intentábamos demostrar el amor que sentíamos. Aún conservaba las cartas que me había escrito, guardadas en una caja especial en mi habitación, y a veces, cuando la soledad era abrumadora, las sacaba y las leía. Cada palabra, cada frase, me recordaba cuánto habíamos compartido, pero también me hacía ver con claridad que había hecho lo correcto.
Un día, mientras caminaba por una calle concurrida, vi una gran pantalla en la que Jung-Kook aparecía. Era una nueva campaña publicitaria, una más de las muchas que hacía, y en la imagen aparecía con esa sonrisa que siempre me había derretido. Lo vi riendo, rodeado de luces y cámaras, y una punzada de tristeza atravesó mi pecho. Ahí estaba él, viviendo la vida para la que había nacido, la vida a la que pertenecía, mientras yo seguía en mi propio mundo, intentando encontrar un nuevo propósito.
Al final del día, me encontré en una cafetería, el mismo lugar donde habíamos tenido nuestra última conversación. No sabía bien por qué había terminado ahí, tal vez porque, en algún lugar de mi mente, quería sentirme cerca de él de alguna manera, aunque fuera por un instante. Pedí un café y me senté junto a la ventana, observando a las personas que pasaban por la calle, preguntándome cuántas de ellas también cargaban con recuerdos de un amor que ya no estaba.
Mientras estaba perdida en mis pensamientos, mi teléfono vibró. Era un mensaje de un número desconocido, pero en cuanto lo leí, supe de quién era.
Jung-Kook: "No sé si debí escribirte, pero sentí que tenía que hacerlo. No te preocupes, no estoy aquí para cambiar tu decisión ni para convencerte de nada. Solo quería que supieras que, incluso después de todo, sigues siendo una de las personas más importantes en mi vida."
Mi corazón dio un vuelco al leer esas palabras. No esperaba volver a saber de él, y mucho menos de esta manera, tan directa, tan sincera. Dudé si responder, pero al final, mis dedos se movieron casi sin pensar.
Yo: "Gracias, Jung-Kook. Significa mucho saber que piensas en mí, y quiero que sepas que también te recordaré siempre. Lo que vivimos fue real y hermoso, y me ha hecho ver el amor de una forma nueva."
Hubo un silencio breve, y luego llegó su respuesta.
Jung-Kook: "Lo fue, ¿verdad? Real y hermoso. Tal vez nunca encontraremos algo igual, y eso está bien. Siempre recordaré lo que fuimos."
Nos quedamos en silencio después de ese último mensaje. Ninguno de los dos intentó prolongar la conversación, como si ambos supiéramos que esas palabras eran el cierre que necesitábamos, la confirmación de que lo que habíamos vivido fue algo especial, aunque breve.
Los meses pasaron, y poco a poco, el dolor comenzó a transformarse en algo diferente. Había aprendido a vivir con la ausencia, y aunque algunos días eran más duros que otros, también me di cuenta de que la vida tenía más por ofrecer. Comencé a dedicarme a mis propios sueños, a encontrar mi propio camino y a reconstruirme de una forma que nunca habría imaginado posible.
Un día, recibí un correo electrónico con un enlace a una nueva canción de Jung-Kook. Me quedé helada al verlo; la curiosidad y el miedo se mezclaron mientras dudaba si escucharla o no. Pero al final, no pude resistirme. Al darle play, su voz suave y melancólica llenó mis oídos. La letra hablaba de un amor que, aunque había terminado, había dejado una marca eterna en su corazón. Reconocí fragmentos de nuestras conversaciones, palabras que habíamos compartido en esos momentos en que éramos solo nosotros, sin el mundo observando.
Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas mientras escuchaba. Era como si él me estuviera hablando directamente, recordándome que, aunque la distancia nos había separado, aún quedaba algo entre nosotros. Un recuerdo, una conexión que no se desvanecería tan fácilmente.
Cuando terminó la canción, me quedé en silencio. Sentí una paz que no había experimentado en mucho tiempo, una aceptación completa de lo que habíamos sido y de lo que habíamos perdido. Sabía que ambos seguiríamos adelante, que nuestras vidas tomarían caminos distintos, pero también sabía que siempre llevaríamos una parte del otro en nuestros corazones.
Y con eso, finalmente sentí que podía seguir adelante.
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Por siempre, Jung-Kook
Fiksi PenggemarNunca pensé que una simple noche de concierto cambiaría mi vida para siempre. Que el chico en el escenario, con esa sonrisa perfecta y esa mirada intensa, se convertiría en algo más que una fantasía lejana. Pero el destino tiene formas curiosas de j...