Habían pasado días desde aquella noche. Cada mañana, despertaba mirando el mensaje de Jung-Kook en mi teléfono, recordándome que aquello no era un sueño. Él, el chico que parecía un espejismo en un escenario, estaba tan cerca como un susurro. Durante la semana habíamos seguido hablando, compartiendo historias y pequeños secretos, cosas cotidianas que de alguna manera se sentían inmensamente especiales. Y hoy era el día de nuestra cita.
Nos habíamos puesto de acuerdo para encontrarnos en un café discreto de la ciudad, un lugar donde él había mencionado que solía refugiarse para escapar del caos de su vida. Sabía que tenía que ser cuidadoso, y aunque eso me hacía un poco de gracia, también me hacía sentir una especie de emoción y nerviosismo que no podía contener.
Llegué temprano, demasiado temprano quizá, y traté de calmar mis nervios respirando hondo y mirando alrededor, tratando de convencerme de que todo era real. El lugar era pequeño, con luces cálidas y una decoración sencilla. El aroma a café recién molido llenaba el aire, envolviéndome en una calma casi ilusoria.
Después de lo que parecieron siglos, escuché el sonido de la puerta al abrirse. Levanté la vista y lo vi. Jung-Kook estaba allí, vestido con ropa casual y una gorra negra que cubría parcialmente su rostro, aunque ni siquiera ese intento de anonimato podía ocultar su aura. Al verme, me sonrió de esa manera que ya había visto tantas veces en fotos y videos, pero esta vez esa sonrisa era solo para mí.
—Hola —dijo en voz baja mientras se acercaba y tomaba asiento frente a mí. Su voz era suave, y sus ojos tenían un brillo casi tímido, algo que no esperaba de alguien que era tan seguro en el escenario.
—Hola —respondí, sintiendo cómo mis mejillas se calentaban. Mis manos estaban frías por los nervios, pero intenté mantenerme tranquila. Después de todo, él también parecía un poco nervioso, y eso me hizo sentir un alivio que no había anticipado.
Nos quedamos en silencio por un momento, ambos observándonos, hasta que él rompió el hielo con una sonrisa.
—¿Sabes? Esto es completamente una locura —dijo, riendo suavemente mientras se acomodaba en la silla—. Aún no entiendo cómo, entre tantas personas, terminé mirándote a ti en ese concierto.
—Bueno, yo tampoco puedo creer que te hayas tomado el tiempo de buscarme —respondí, tratando de no sonar demasiado incrédula—. No sabes la cantidad de veces que me repetí que debía ser un error, o alguna especie de broma.
Él negó con la cabeza, sonriendo con una mezcla de incredulidad y ternura.
—No es una broma. —Me miró directo a los ojos, y en ese momento sentí que todo a nuestro alrededor desaparecía—. Desde que te vi, hubo algo diferente en mí. Es difícil explicarlo, pero es como si... como si hubieras estado allí para que yo te encontrara.
No pude evitar sonreír, aunque sentí un nudo en la garganta. Era una locura, una locura que estaba comenzando a sentir tan real que me asustaba.
Empezamos a hablar de todo, de nuestros gustos, nuestras pasiones, nuestras vidas. Él me contaba historias de sus años en la industria, de las dificultades y las recompensas de vivir su sueño, y de lo que significaba para él el amor de sus fans. Yo le hablé de mi vida, de cómo sus canciones habían sido una inspiración para mí en los momentos difíciles y de cómo, a veces, las letras de BTS habían sido mi refugio.
Cada palabra que compartíamos era un ladrillo en una conexión que se hacía más sólida y real. Él era diferente a como lo había imaginado: más humano, más frágil y, de alguna manera, infinitamente más cercano. A veces me miraba con una intensidad que hacía que mi corazón palpitara más rápido, como si estuviera tratando de memorizar cada detalle de mi rostro.
Después de un rato, pidió que saliéramos a caminar. Era arriesgado, lo sabía, pero accedí. Caminamos por calles escondidas y esquinas vacías, riendo y compartiendo momentos que parecían sacados de una historia perfecta. En algún momento, nuestros brazos se rozaron, y aunque fue solo un instante, sentí una corriente que me recorrió de pies a cabeza.
—Ojalá todo fuera así de simple siempre —murmuró él mientras nos deteníamos frente a una pequeña fuente en una plaza desierta. Se veía pensativo, casi melancólico—. A veces, me pregunto cómo sería la vida si no hubiera tantas barreras entre mi mundo y el mundo real.
Lo miré en silencio, tratando de encontrar las palabras correctas. Sabía que su vida no era fácil, que el precio de la fama incluía una soledad que pocos comprendían.
—Supongo que todos llevamos nuestras propias barreras —le dije, tomando una bocanada de aire y mirando el reflejo de las luces en el agua—. Pero esta noche... me gusta pensar que somos solo dos personas normales, encontrándose en el lugar y el momento correctos.
Él asintió, y en un impulso que no pude controlar, tomó mi mano. Sus dedos eran cálidos y firmes, y al entrelazarlos con los míos, sentí una conexión tan fuerte que me asustó.
—Gracias por estar aquí —murmuró, su voz suave y baja, apenas un susurro en la noche. Su mirada se clavó en la mía, y por un segundo olvidé dónde estábamos, olvidé todo excepto el brillo en sus ojos.
No respondí; las palabras parecían innecesarias. En su mirada entendí que este momento, por loco y surrealista que fuera, era algo que ambos necesitábamos. Y sin pensarlo, sin planearlo, él se acercó y depositó un suave beso en mi frente, tan delicado que apenas fue un roce, pero lo suficiente para hacer que cada fibra de mi ser vibrara.
Nos quedamos así, bajo las estrellas, sin decir nada, dejándonos llevar por el silencio y el latido de nuestros corazones. Sabía que el mundo real pronto volvería a separarnos, pero en ese momento no importaba. Ese momento era nuestro, solo nuestro.
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Por siempre, Jung-Kook
Fiksi PenggemarNunca pensé que una simple noche de concierto cambiaría mi vida para siempre. Que el chico en el escenario, con esa sonrisa perfecta y esa mirada intensa, se convertiría en algo más que una fantasía lejana. Pero el destino tiene formas curiosas de j...