Extra: El día que se conocieron

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Porque no quiero perderte ahora.

Estoy mirando a mi otra mitad.

₊ ⊹ · ₊ ⊹ ·

La cena había sido un éxito.

Baekhyun y Chanyeol habían cumplido 30 años de casados donde se habían logrado hacer una comida con la gente más cercana.

Taemin, siendo un omega muy amigo de Baekhyun, había estado encantado con todo el preparativo, muy alegre por haber podido compartir un poco más con el alfa que había sido su mejor amigo en la infancia.

Wonwoo había sido su acompañante, su pequeño hijo omega de 15 años, quién lucía extremadamente bonito con sus jeans ajustados y el sweater color rosa pálido que era notoriamente mucho más grande que él. Y que ahora mismo estaba sentado frente un alfa que no había dejado de mirarlo toda la noche, la expresión seria y fría del joven frente sus ojos era intimidante, lograba que su omega se removiera incómodo gimiendo con la necesidad de quitar esa inexpresiva mirada verde, suplicando que le sonriera al menos una vez.

Wonwoo jamás había experimentado la necesidad de ser alguien para un alfa.

Hasta ahora.

Alzo sus ojitos azules hasta los verdes que seguían mirándolo sin disimulo, suspirando mientras desviaba su mirada hacía el otro lado de la mesa.

No quitó el semblante inexpresivo y eso lo hizo sentirse incómodo.

Mordió su labio nervioso y terminó haciendo un puchero rendido, ese alfa era muy bonito como para que quisiera querer ser amable con él, sabía que las opiniones de los omegas varones eran negativas y que, notando la expresión tan seria del alfa, él compartía aquellas opiniones.

Y el sentimiento de rechazo lo hizo encogerse sobre su cuerpo, su omega quejándose bajito.

Quería irse.

Por otro lado, Mingyu no podía despegar los ojos de las facciones de Wonwoo.

Jamás en su vida había visto una criatura tan bonita como el pequeño omega que estaba sentado frente de él. Con sus bonitos ojitos azules brillantes que habían mirado toda la decoración con emoción, los labios suaves y rojizos que eran mordidos de vez en cuando por el notable nerviosismo.

Su pequeño cuerpo envuelto en aquel grande sweater que no podía esconder las curvas que su cuerpo albergaba como el tesoro más valioso que este mundo pudiera obtener.

Jodida mierda, era perfecto.

Y era suyo.

Porque si, lo supo cuando lo vió.

Era su omega, el pequeño ojiazul de suaves movimientos y pestañas pomposas, era todo suyo.

Mío.

Jamás en su vida se había sentido de la manera en que se sintió cuando aquellos bonitos orbes añil se posaron sobre su cuerpo. La corriente eléctrica que propasó cada centímetro de su cuerpo lo hizo aullar de felicidad al ser aquello que el omega estaba observando.

El sentimiento de posesión, amor y lealtad le golpearon con fuerza, su piel cosquillando por querer tocar la tersa piel bronceada del querubín más bonito que Dios pudo haberle mandado.

Era tan intenso lo que sentía que lo hacía quedarse aturdido.

Jamás pensó que encontrar a su pareja sería así.

Tanta devoción, amor, calidez y sentimientos de protección emanando desde su pecho hasta el pequeño que jugaba con sus deditos.

No podía no mirarlo.

Viviendo entre alfasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora