El tiempo pasó lentamente en la granja, cada día una repetición del anterior. Jungkook se sentía atrapado en una rutina que solo incrementaba su desánimo. Las tareas domésticas y el aislamiento comenzaban a cobrarle factura, y aunque intentaba mantener cierto cuidado de su apariencia, poco a poco iba perdiendo la motivación. La tristeza y el vacío que sentía, sumado a la ausencia de afecto o compañía real, le hicieron refugiarse en la comida, como un consuelo silencioso en medio de su soledad.
A los pocos meses, Jungkook notó que su cuerpo había cambiado. Había ganado peso y su ropa comenzaba a quedarle ajustada, tirante en los lugares donde solía caer suelta. Las camisas le apretaban en el pecho, y los pantalones le molestaban en la cintura. La frustración y vergüenza que esto le provocaba lo consumían, pues sentía que hasta su propia apariencia lo traicionaba. A pesar de su esfuerzo por mantenerse bien arreglado, ahora le resultaba más difícil verse a sí mismo en el espejo sin sentirse humillado.
Un día, tras semanas de dudarlo, decidió hablar con Taehyung. Se encontró con él en la sala, al final del día, cuando Taehyung estaba revisando unos papeles de la cosecha. Jungkook respiró hondo y se acercó, nervioso, con las manos entrelazadas y la mirada baja.
—Taehyung... —comenzó, en voz baja—. Necesito pedirte algo.
Taehyung levantó la vista, sin dejar de fruncir el ceño, como si la interrupción ya fuera una molestia en sí misma.
—¿Qué quieres? —preguntó en tono brusco.
Jungkook tragó saliva, sintiéndose aún más vulnerable.
—He... he ganado algo de peso, y mi ropa ya no me queda bien. Quería pedirte un poco de dinero para comprar ropa nueva... y quizás también algo para el cuidado de mi piel —añadió, apenas en un murmullo—. Mi piel se ha estado... resintiendo.
Taehyung soltó una risa corta, amarga, que hizo que las mejillas de Jungkook se encendieran de vergüenza.
—¿Dinero para ropa nueva? —repitió, como si fuera la cosa más absurda que había escuchado—. No veo por qué necesitarías eso. La ropa es lo último que debería preocuparte. ¿Para quién te arreglas, Jungkook? Aquí nadie va a verte, ¿o acaso esperas que alguien venga a admirarte?
El rostro de Jungkook se tensó mientras intentaba no dejar que las lágrimas llegaran a sus ojos. Había querido pedir solo un poco de dignidad, pero Taehyung lo hacía sentir como si no tuviera derecho ni a eso.
—Es solo... no quiero seguir viéndome así —murmuró, intentando justificar su petición—. Me hace sentir... mejor.
Taehyung lo observó, sus ojos oscuros e impenetrables, como si intentara decidir si valía la pena gastar siquiera palabras en él.
—Tu apariencia no me importa, Jungkook. Lo único que me importa es que hagas lo que se te pide y que mantengas la casa en orden. Tu ropa es irrelevante. —Su tono era cortante, frío, como si estuviera hablando con alguien de poca importancia—. Y no necesito que pierdas el tiempo en cosas tan triviales como el cuidado de tu piel.
Jungkook asintió, incapaz de mirarlo a los ojos. Taehyung, sin esperar más respuesta, volvió a sus papeles, claramente dando por terminado el asunto.
Con el corazón roto, Jungkook salió de la sala, sintiéndose más humillado que nunca. No solo Taehyung había rechazado su petición; había destrozado cualquier esperanza que tenía de que él lo mirara con un mínimo de compasión. Esa noche, encerrado en su habitación, se miró en el espejo, observando el reflejo de alguien que apenas reconocía. Sentía que no solo había perdido su dignidad, sino también una parte de sí mismo que nunca podría recuperar.
Y en el silencio de la noche, comprendió que seguir viviendo allí, bajo la mirada fría y despectiva de Taehyung, lo desgastaría hasta no quedar nada de él. Pero no tenía otra opción.
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DESTINY
FanfictionJungkook siempre vivió una vida de comodidades, hasta que sus padres lo vendieron para cubrir sus deudas. Ahora se encuentra en la casa de Taehyung, un exmilitar frío y autoritario, lejos de todo lo que conocía.