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La vida en la granja continuó en su curso monótono, y para Jungkook, la situación solo empeoraba. Sin poder acceder al dinero o comprar la ropa que necesitaba, comenzó a perder el poco control que tenía sobre sí mismo. Los días se mezclaban en una rutina vacía, y la soledad lo hacía buscar consuelo en lo único que podía controlar: la comida. Los bocados se convirtieron en su refugio secreto, en algo que le daba una falsa sensación de calma, aunque solo fuera por unos minutos.

Pero el alivio que sentía era efímero, y con el tiempo, cada vez que comía hasta llenarse, un profundo asco lo invadía. Mirarse en el espejo después de esos momentos de debilidad se volvió insoportable. Cuando se sentía especialmente avergonzado, buscaba el baño, intentando purgarse en un intento desesperado de borrar la culpa y la humillación que lo devoraban. Era un ciclo autodestructivo, y aunque sabía que no estaba bien, tampoco podía detenerse. La tristeza y el vacío lo consumían, y cada día le resultaba más difícil levantarse y continuar.

Con el tiempo, la necesidad de encontrar una salida a su situación se volvió urgente. Jungkook empezó a buscar cualquier manera de obtener dinero sin que Taehyung lo supiera. Sabía que era arriesgado, pero no veía otra opción. Empezó vendiendo algunos objetos pequeños que aún tenía de su vida anterior: una pulsera de plata, unos pendientes que había escondido al llegar a la granja. Pero el dinero que conseguía era mínimo, apenas suficiente para comprar algo de ropa usada cuando podía escabullirse al pueblo en sus raros días libres.

Sin embargo, Taehyung comenzó a notar su comportamiento extraño. Una tarde, cuando Jungkook regresó del pueblo con una pequeña bolsa en la mano, Taehyung lo estaba esperando en el umbral de la casa, los brazos cruzados y una mirada severa que no presagiaba nada bueno.

-¿De dónde sacaste eso? -preguntó, señalando la bolsa con frialdad.

Jungkook se tensó, tratando de mantener la calma.

-Solo... vendí algunas cosas que tenía guardadas, quería comprar algo de ropa que me quedara bien -respondió, sintiendo cómo el nerviosismo lo invadía.

Taehyung lo miró fijamente, su expresión oscura y su voz cargada de desaprobación.

-Vendiste cosas sin mi permiso. -Su tono era bajo, pero cada palabra estaba cargada de enojo contenido-. ¿Crees que puedes hacer lo que quieras?

Jungkook apretó los labios, sin atreverse a responder. Sentía que cualquier cosa que dijera solo empeoraría la situación.

-Esto es patético, Jungkook -continuó Taehyung, observándolo con desprecio-. Si pensabas que con un par de prendas nuevas ibas a arreglar algo, estás más perdido de lo que pensé.

Jungkook sintió que las palabras de Taehyung se clavaban en su pecho como cuchillos. El esfuerzo que había hecho para intentar mejorar su situación, por pequeño que fuera, se desmoronaba ante la indiferencia y el desprecio de Taehyung.

-Solo... quería sentirme un poco mejor -murmuró, con la voz rota, sin mirarlo a los ojos.

-Entonces empieza por dejar de actuar como un niño malcriado -respondió Taehyung, sin una pizca de compasión-. Si quieres algo que sea verdaderamente necesario, pídemelo, aunque dudo que te conceda algo tan estúpido como lo es esto.

Con esa última sentencia, Taehyung se dio la vuelta y entró a la casa, dejándolo solo en el umbral, sintiéndose una vez más humillado y derrotado. Jungkook apretó la bolsa contra su pecho, tratando de contener las lágrimas, y caminó hacia su habitación.

Esa noche, mientras se sentaba solo en la cama, con la pequeña bolsa que tanto esfuerzo le había costado, entendió que estaba atrapado en un ciclo de humillación y dependencia del que no veía salida. La lucha constante para conservar su dignidad se le hacía cada vez más pesada, y cada día se sentía más ahogado, más perdido.

Y en la oscuridad de su cuarto, comprendió que, por mucho que intentara cambiar algo en su vida, mientras Taehyung lo viera solo como una carga, nunca sería libre.

DESTINYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora