CAPÍTULO VI. Vulnera sanentur.

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Jueves 22 de mayo, 1997. 06:12 pm

Todo había ocurrido demasiado rápido.

La furia lo había invadido al verse descubierto por Harry Potter mientras lloraba como un idiota en un baño del sexto piso. Apenas si escuchaba los gritos de Myrtle suplicando que se detuvieran. Los maleficios iban y venían, rompiendo lámparas, azulejos y prácticamente todo lo que se interponía entre ambos. El agua de repente saliendo por todas partes. Tenía que detenerlo, y con la ira en su punto máximo gritó: «Cruci...», pero en ese instante fue alcanzado por una maldición.

El dolor que sentía en su rostro y tórax no lo había experimentado nunca antes, y Draco podía asegurar que el entrenamiento con su tía Bellatrix había sido bastante doloroso. Era como si varias espadas de fuego le hubieran atravesado múltiples partes de su cuerpo al mismo tiempo.

Sangre. Tenía sangre en sus manos, en su blanca camisa, y brotaba de las heridas a borbotones. No supo en qué momento perdió el equilibrio y se desplomó, perdiendo su varita en el colapso.

Intentó decir algo, pero no logró articular mucho. El gesto horrorizado de Harry a su lado, intentando también decirle algo con voz ahogada mientras trataba desesperadamente detener la sangre, lo asustó. ¿Iba a morir? ¿Sería que al fin se libraría de su suplicio? A lo lejos podía escuchar los gritos de la fantasma hablando de un asesinato. Y de repente, la voz de Snape repitiendo Vulnera sanentur como si cantara al mismo tiempo que pasaba la varita por sus profundas heridas, primero en el cuerpo y luego en su cara.

El dolor había disminuido de manera instantánea y un muy pálido Severus, lo incorporó muy despacio para llevarlo a la enfermería. Una vez que Madam Pomfrey lo acostó, Draco se desvaneció.

No supo cuánto había pasado cuando volvió a recuperar algo de conciencia, aunque no la suficiente. Mientras luchaba contra el sueño y la sensación de que el Autobús Noctámbulo le había pasado por encima, a lo lejos escuchaba frases sin sentido una voz femenina que parecía sollozar, la preocupación evidente en su tono de voz. Podría ser Pansy o Daphne, pero no estaba seguro, los oídos le zumbaban. Intentó abrir los ojos, pero sus párpados estaban muy pesados y el sueño quería ganarle a la conciencia.

—Hace meses le dije que se deshiciera de ese libro... Si tan solo me hubiera hecho caso... Ya es bastante malo que no sepamos quién es el príncipe ese... Te juro que no sabía los efectos...

No entendía bien qué pasaba ni quién las decía, aunque la voz le resultaba familiar, pero por más que intentaba ponerle un rostro a aquellos susurros, el dolor de sus heridas de repente se intensificó y lo hizo gemir. Al instante, la voz se apagó. Sintió un líquido bajando por su garganta, y una mano cálida y pequeña, suave, muy distinta a la de la enfermera, reconfortándolo. Sin embargo, no supo más porque volvió a caer en la inconsciencia.

Cuando despertó de nuevo, esta vez debido al dolor en todo su cuerpo, vio a Theo sentado junto a su cama, con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza inclinada hacia adelante. Su rostro estaba apenas iluminado por una pequeña lámpara en una mesa, pero pudo divisar unas marcadas ojeras como si llevara días sin dormir, la preocupación grabada en cada línea de su rostro.

—Theo —murmuró, su voz rasposa, aún débil por el dolor. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero le parecía una eternidad.

Theo levantó la cabeza al escucharlo, sus ojos azules, siempre tan claros, esta vez cargados de tristeza y miedo. Su rostro reflejó el alivio.

—Draco, gracias a Merlín que has despertado.

Draco intentó incorporarse, pero el dolor le atravesó el pecho y tuvo que detenerse. Soltando un suspiro de frustración, dejó caer la cabeza en la suave almohada.

Entre sombras y sentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora