CAPÍTULO III. Harmonia nectere pasus.

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Domingo 02 de marzo, 1997. 08:04 am

Draco se hallaba en el Gran Comedor intentando desayunar rodeado de la mayoría de sus amigos. Sin embargo, una vez más se había quedado perdido en sus pensamientos, contemplando el techo de la estancia, que en ese momento se veía nublado, reflejando las nubes grises que abundaban en el exterior y que daban la sensación de estar muy frío, a pesar del calor en el interior.

Había cantado Harmonia nectere pasus tantas veces en las últimas semanas, en todas las posibles entonaciones y movimientos de varita, que estaba seguro de que incluso dormido lo murmuraba. Cuando creía que ya lo estaba logrando, otro pájaro moría. No es que no creyera que sería una magnífica idea que todos los mortífagos que entraran al armario se murieran, pero tenía una ligera sospecha de que eso no le gustaría a su amo.

«Amo». Qué ironía... Draco, que siempre se jactó de ser el líder; ahora era el más bajo en la categoría, una marioneta del Señor Tenebroso, apenas sobreviviendo segundo a segundo, pero consciente de que tenía sus horas contadas si no cumplía con lo pedido. Él y su madre. Deseaba ser aún más poderoso que Lord Voldemort para tener la capacidad de hacerlo polvo con un pequeño movimiento de su varita, pero no lo era; nadie podría matarlo. De alguna extraña forma, el maldito había conseguido ser casi que inmortal; no había otra explicación.

Estaba empezando a resignarse a pasar de ser el heredero de un legado milenario a un vil sirviente del Señor Tenebroso. Siendo así las cosas, hubiera deseado nunca tener nada que vivir en el infierno en el que estaba desde junio del año pasado.

Draco siempre supo que era un mago talentoso, y ese talento le había facilitado el entrenamiento que había tenido desde su niñez, pero en especial, el que le había dado su tía en las últimas vacaciones de verano, poco antes de obtener la Marca Tenebrosa: Oclumancia, hechizos no verbales, Maldiciones Imperdonables, entre otros, convirtiéndolo en un mago muy poderoso. Incluso se había sentido emocionado cuando Voldemort en persona le había confiado tan importante misión. Pero, ¿de qué le servía todo ese talento y poder si, con el paso de las semanas, se dio cuenta que lo que se esperaba de él era que fallara, para así tener una excusa para matarlo como castigo al fracaso de su padre?

—¿Supiste que Ron Weasley casi muere envenenado? —preguntó Pansy sentándose a su lado. Draco negó con la cabeza.

—Es una pena que se haya quedado en un casi... —murmuró Blaise acercándose para que nadie alrededor lo escuchara—. Un traidor a la sangre menos.

—Dicen que ayer era su cumpleaños; vaya celebración se dio —se rió Theo.

—Se comió unos calderos de chocolate que en apariencia eran para Potter y que estaban llenos de Amortentia. Qué idiota... —se carcajeó Pansy.

—¿No dijiste que se envenenó? —preguntó Draco con un susurro.

—Potter lo llevó donde Slughorn, y según cuentan, luego de darle el antídoto, bebieron un hidromiel que estaba envenenado... algo así. La verdad, no presté mucha atención.

Draco palideció y sintió que el corazón se le había detenido. Otra equivocación.

Había confiado en las palabras de Hermione, dichas hacía poco en la biblioteca. La bruja había afirmado a sus amigos que, ni el celador Argus Filch ni el sensor de ocultamiento que usaba para detectar magia oscura, podrían distinguir una poción para la tos de un filtro de amor. Asumió que sería aún menos efectivo con una botella de hidromiel envenenada, mucho menos si la botella en cuestión provenía de Madam Rosmerta, la dueña de la taberna Las Tres Escobas.

Draco y ella se comunicaban a través de un galeón falso, idea que había robado del Ejército de Dumbledore. Días antes, le había dado la botella, le había ordenado envenenarla y que posteriormente se la diera a Slughorn para que este se la obsequiara al director como regalo de Navidad. Era una orden sencilla para alguien a quien tenías bajo la Maldición Imperius, como también lo había sido cuando le ordenó darle el collar maldito a Katie, pero, como siempre, ¡todo se confabulaba para salirle mal!

Entre sombras y sentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora