⚠️ Advertencias de contenido: mención de abuso sexual e infantil, sangre, desconfianza y recuerdo de traumas. Se es pedida discreción.
Quizá, con lo primero que podría iniciar es diciendo que mantengo severos problemas de confianza. Cosa que, es crucial tan pronto naces, buscar afianzarlo con alguien.
Pero, ¿cómo explicas a un niño que debe confiar en las personas que le hacen daño? ¿No es hasta ilógico? Y no, no refiero a los daños que prueban la misma confianza y valía, sino a toda prueba que deseché sangre desatada de tu cuerpo por los mismos que dicen cuidarte.
Y a los seis años, ocurrió el primer llamado de atención:
—Tengo una muñeca vestida de azul.
La perspectiva de tener un vestido de seda azul con detalles rosados y lazos brillantes era un sueño para cualquiera, y no por la ropa, sino porque eran diseños que podía tener a disposición -casi siempre- siendo que mi abuela paterna era costurera.
"Zapatitos blancos delantal de tul"
"Brinca la tablita, yo ya la brinqué..."♪El ruido del pasto era refrescante, ligero y húmedo por la brisa mañanera, tan fácil de romper por los zapatos lustrados, por cualquier tacto. La naturaleza misma parecía ser la representación de toda infancia, fácilmente destruida.
—Hey, Dan-ah. —Frené en seco toda actividad divertida que me hiciera soñar acompañar a los pájaros y miré a mi tío Sadis tal y como lo haría un cachorrito aprendiendo cosas nuevas—. Feliz cumpleaños, pequeño.
No dije nada, después de todo, no me era fácil saber cómo quería que reaccionase, y es que, el tío Sadis siempre parecía estar perdido, salivando, o al menos, eso parecía a mi alrededor, sorbiendo y mirando en mi dirección con una intensidad que era capaz de ponerme de nervios. Seguí columpiándome, sin decir nada, y es que, mamá siempre había dicho que no me forzara a hablar con quienes me incomodaran. Él lo hacía.
—Bríncala de nuevo, yo ya me cansé.
—¿No vas a contestar? Ah —se quejó, cerrando los ojos e impulsando su cadera hacia adelante, eso me hizo frenar en seco antes de dar de lleno contra sus partes. Sin saber que eso era lo que él quería—. Y yo que creí que mi hermano te enseñaría modales. ¿Así como te daré tu regalo?
Apreté las cuerdas del columpio, sintiendo a mi cuerpo reaccionar erizándose por completo al notarle ponerse de rodillas, dejé de moverme, simplemente mirándolo, yo no diría nada, no sabía qué quería que dijera. Nunca sabía.
—Los niños buenos siempre son callados, así que por eso no te castigaré mucho —susurró, mirándome de pies a cabeza, haciéndome desear removerme, pero él lo había dicho, papá sí me enseñó modales—. ¿Cortaron tu cabello? —dijo cantarín, señalando a la misma parte y acariciando un mechón de cabello que caía por mi rostro. Apreté los labios.