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A pesar de sus palabras y promesas, los días que siguieron no fueron fáciles para Jimin. Cada vez que veía a Jungkook y Migyun juntos, sentía que sus propios temores volvían, como un recordatorio constante de lo frágil que aún era su confianza en esta relación. Sin embargo, cada noche, cuando Jungkook lo buscaba o le enviaba un mensaje para saber cómo estaba, Jimin intentaba convencerse de que todo estaba bien, de que realmente tenía el lugar especial en su vida que él le había asegurado.

Una tarde, Jungkook y Jimin decidieron reunirse en una pequeña cafetería que ambos solían visitar cuando querían alejarse del bullicio de la escuela. Era uno de esos lugares donde podían pasar horas charlando sin interrupciones, sumergidos en su propio mundo. Apenas se sentaron, Jungkook sacó su teléfono y comenzó a revisar mensajes rápidamente, como si estuviera esperando algo importante.

—¿Todo bien? —preguntó Jimin, tratando de sonar despreocupado.

Jungkook levantó la mirada, sonriéndole antes de dejar el teléfono a un lado.

—Sí, solo estaba esperando un mensaje de Migyun. Quedamos en vernos más tarde para estudiar.

Aunque trató de disimularlo, Jimin sintió que algo en su expresión cambió. Era un ligero matiz de incomodidad que no podía ocultar. Jungkook notó su reacción, frunciendo el ceño.

—¿Te molesta? —preguntó directamente, como si estuviera esperando una respuesta honesta.

Jimin se tomó un segundo antes de responder, luchando entre ser sincero o callar sus inseguridades.

—No es que me moleste… —dijo finalmente, bajando la mirada—. Solo que, a veces, siento que hay partes de tu vida en las que yo no tengo lugar.

Jungkook suspiró, como si esa respuesta hubiera sido lo que esperaba escuchar, aunque no quería.

—Jimin, tú eres importante para mí. Migyun es un amigo y ya te lo dije antes. Pero si esto realmente te hace sentir mal, quiero que seas honesto conmigo.

Jimin alzó la vista y se encontró con los ojos de Jungkook, que lo miraban con preocupación genuina. Sintió una oleada de alivio y gratitud al darse cuenta de que Jungkook realmente valoraba cómo se sentía.

—No quiero que dejes de ver a tus amigos —confesó Jimin, su voz llena de sinceridad—. Solo quiero sentir que, al final del día, soy yo a quien quieres ver.

Jungkook asintió, y tomando la mano de Jimin sobre la mesa, la acarició con suavidad.

—Eres tú, Jimin. Lo has sido desde hace tiempo, y ahora solo necesito tiempo para comprender cómo manejar esto sin hacerte daño.

Jimin sonrió, su corazón llenándose de esperanza y calidez. Esa pequeña muestra de afecto y las palabras de Jungkook le dieron la seguridad que necesitaba, aunque sabía que sus dudas no desaparecerían de inmediato.

Pasaron las horas en la cafetería, charlando y compartiendo momentos que parecían cotidianos pero que para ellos significaban mucho más. Jimin sentía que, con cada risa, cada anécdota, su vínculo se hacía más fuerte, más auténtico.

Cuando llegó la hora de despedirse, ambos salieron del café y caminaron juntos hasta la esquina donde solían tomar caminos diferentes hacia sus casas. Jungkook, en un impulso, se giró hacia él, y sin pensarlo demasiado, lo envolvió en un abrazo cálido y protector.

—Gracias por ser paciente conmigo —murmuró Jungkook, su voz apenas un susurro contra el cabello de Jimin—. No quiero perder esto que tenemos, aunque a veces no sepa cómo manejarlo.

Jimin se aferró a él, sintiendo que no había lugar en el mundo donde prefiriera estar en ese momento. Era una promesa tácita, un compromiso de construir juntos, de apoyarse mutuamente y de enfrentar cualquier obstáculo que se presentara.

Secretos del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora