|𝑬𝒍 𝑽𝒂𝒍𝒐𝒓 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝑨𝒃𝒓𝒂𝒛𝒐 𝑻𝒂𝒓𝒅𝒊𝒐|

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𝑬𝒍 𝑽𝒂𝒍𝒐𝒓 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝑨𝒃𝒓𝒂𝒛𝒐 𝑻𝒂𝒓𝒅𝒊𝒐

𝑬𝒍 𝑽𝒂𝒍𝒐𝒓 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝑨𝒃𝒓𝒂𝒛𝒐 𝑻𝒂𝒓𝒅𝒊𝒐

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La habitación de parto estaba envuelta en un silencio casi abrumador. La penumbra solo era interrumpida por una débil lámpara junto a la cama, que arrojaba una luz cálida sobre el rostro pálido y desgastado de Hera. Ella yacía recostada, con el rostro vuelto hacia la cuna a su lado, donde su bebé, su pequeño Ares, dormía profundamente. Era tan pequeño, tan frágil, que parecía imposible que un rechazo tan frío y cortante pudiera ya pesar sobre su vida.

Cuando la puerta se abrió, Hera ni siquiera volteó. No necesitaba mirar para saber quién había entrado, después de todo, reconocería ese leve y casi imperceptible aroma a madera de cedro acompañado de un suave perfume a papel antiguo de los libros de una inmensa biblioteca.

Adamas avanzó lentamente, cada paso medido mientras intentaba captar la magnitud de la escena frente a él. Su hermana tenía la vista fija en el pequeño ser a su lado, y su rostro, por lo general severo y estoico, mostraba un dolor que le resultaba desconocido.

"Hera…" Su voz era apenas un susurro, llena de una cautela que no podía evitar. Pero la tensión en la habitación no disminuyó.

Hera cerró los ojos, y su expresión se endureció. "¿Qué haces aquí?" murmuró, el tono tan afilado como un cuchillo, aunque al fondo de sus palabras había una fragilidad evidente.

Adamas se acercó a la cama, observándola con el corazón encogido. Sabía lo que había ocurrido. Lo había visto antes, y también ahora que había vuelto al pasado, podía recordar exactamente cómo su hermana iba a sufrir los efectos de esta traición durante siglos. Por eso estaba allí. Esta vez, no dejaría que lo enfrentara sola.

"He venido a verte," respondió con un tono suave, pero seguro. "A ti… y a él."

Hera apenas miró al bebé, sus labios apretados, mientras una de sus manos temblaba ligeramente sobre las sábanas. Adamas sabía que la herida de ser repudiada por su esposo en uno de los momentos más vulnerables de su vida era una carga que intentaba soportar sola, como siempre lo hacía. Pero esta vez, él no pensaba darle la espalda.

"No necesito tu compasión, Adamas," replicó, aunque su voz se quebró levemente. "He pasado toda mí vida sin ella."

Adamas permaneció en silencio, pero no se movió. En cambio, bajó la mirada hacia el pequeño, envuelto en suaves mantas, durmiendo en una paz que contrastaba con el dolor de su madre. Sabía que Hera no se lo pediría, pero no estaba allí para esperar una invitación.

"Hera… no tienes que hacerlo sola," susurró. "Tú eres más fuerte que cualquiera de nosotros. Pero incluso los fuertes necesitan apoyo. Estoy aquí, esta vez no me voy a ir."

Ella soltó un leve resoplido, que pretendía ser un intento de risa, aunque amargo y desgarrador. "¿De verdad esperas que crea eso?" Su mirada lo enfrentó con una mezcla de resentimiento y dolor, los ojos húmedos pero sin dejar caer una sola lágrima. "Ya me he acostumbrado a no depender de nadie."

・✦▭ 「𝖀𝖓𝖆 𝖓𝖚𝖊𝖛𝖆 𝖔𝖕𝖔𝖗𝖙𝖚𝖓𝖎𝖉𝖆𝖉」▭✦・Donde viven las historias. Descúbrelo ahora