IX.

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El día amaneció gris, cargado de nubes pesadas que parecían anticipar la nostalgia que traía su cumpleaños. Al salir de la fábrica, John sintió un nudo en el estómago. Era su primer cumpleaños lejos de sus amigos de siempre, lejos de su familia. Aunque Paul había prometido que haría de este día algo especial, una sensación de vacío lo acompañaba.

Al llegar al departamento de Paul, su corazón empezó a latir un poco más rápido. La puerta estaba entornada, y un suave jazz escapaba desde adentro, creando una atmósfera acogedora. Inspiró profundo y empujó la puerta.

–¡Feliz cumpleaños, John! –exclamó Paul, apareciendo con una sonrisa amplia y un pastel en las manos, las velas encendidas temblando en la superficie. Había algo tan cálido, tan familiar en esa escena sencilla, que John se sintió de repente aliviado.

–¿Qué…? –John apenas pudo hablar, mientras Paul lo guiaba al interior.

–¡Sorpresa! –dijo Paul, señalando la mesa. Había algunos globos, un par de serpentinas y un regalo cuidadosamente envuelto con papel de colores brillantes.

–Esto es… increíble, Paul –dijo John, esbozando una sonrisa que no necesitaba explicación–. No sabía que harías todo esto.

–Quería que sintieras que este día es especial. Ahora, antes de que apagues las velas, abre tu regalo –le dijo Paul, con los ojos brillando de entusiasmo.

John miró el paquete, medio nervioso y muy curioso. Deslizó el papel despacio, revelando un box set de discos de John Coltrane. Se le iluminaron los ojos.

–¡No puedo creerlo! ¡Es el box set completo! –dijo John, dejando escapar una risa alegre.

–Sí, pensé que sería perfecto, dado que Coltrane fue lo que nos unió –dijo Paul con una sonrisa suave–. Y además, estos discos son una joya. Espero que te ayuden a sentirte un poco más en casa.

–Es… el mejor regalo que podría haber recibido –John le dedicó una mirada sincera–. Gracias, Paul, de verdad.

–Bueno, ahora, haz un deseo y apaga las velas –lo animó Paul, señalando el pastel.

John cerró los ojos por un momento, deseando en silencio ese sentido de pertenencia que había estado buscando. Exhaló, apagando las velas en un soplo decidido.

–¿Qué pediste? –preguntó Paul con una sonrisa traviesa.

–No puedo decirte, ¡es un secreto! –bromeó John, riéndose–. Pero espero que se cumpla.

Se sirvieron un par de porciones generosas del pastel y se sentaron en el sofá, rodeados del aroma dulce y de la calidez del lugar. Coltrane llenaba el silencio entre ellos, haciendo que el espacio pareciera aún más íntimo.

–Es raro no estar con los chicos hoy –murmuró John, clavando la mirada en su trozo de pastel–. Pero me alegra que estés aquí.

–Voy a estar aquí siempre, John –respondió Paul con seriedad, sin quitarle la vista de encima–. No tienes que preocuparte por eso. Estás construyendo algo nuevo, y eso vale tanto como lo que dejaste atrás.

John asintió, sintiendo que las palabras de Paul calaban hondo. Algo se estaba gestando en aquel pequeño departamento, una sensación de familia que nunca había esperado encontrar. Entre risas, conversaciones y un jazz que parecía contar historias propias, John comprendió que este cumpleaños, más que una celebración, era el inicio de un nuevo capítulo.

(...)

La noche del cumpleaños de John llegó. El grupo decidió celebrar en el Underground Beat Club, un lugar que empezaba a sentirse como un segundo hogar para él. La música resonaba en el fondo y la tenue iluminación creaba un ambiente íntimo y acogedor.

The Underground Beat Club (mclennon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora