VIII.

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Después de un largo rato de silencio, Paul se puso de pie, estirándose con un gesto perezoso y despreocupado. Miró a John y sonrió con esa calma que parecía reservada solo para él.

–¿Te gustaría salir a tomar un poco de aire? –le dijo, como si no tuviera prisa de ninguna clase–. Podríamos ir a la plaza, despejar un poco la cabeza.

John asintió, agradecido por la invitación. Había algo en el bullicio del Cavern que empezaba a pesarle, como si las paredes mismas estuvieran llenas de las notas que habían dejado ahí, resonando en su mente sin descanso.

Los dos salieron en silencio y caminaron por las calles frías y tranquilas de Liverpool. La noche era fresca, y el aire les despejaba los pensamientos mientras avanzaban hasta una pequeña plaza con bancos y unos pocos árboles que se movían suavemente al compás de la brisa. Paul se dejó caer en el césped, mirando el cielo estrellado, y John lo siguió, sintiendo el alivio de la quietud en la piel, como si aquella noche les diera un espacio propio en medio de todo.

Pasaron unos minutos en silencio hasta que Paul habló, sin mirarlo.

–No suelo hablar de esto –dijo en voz baja, con un tono que John no le había escuchado antes–, pero creo que debería contártelo… Tú has sido sincero conmigo.

John se giró hacia él, intrigado por el cambio en su voz.

–¿De qué hablas? –preguntó, intentando no romper del todo esa atmósfera tranquila que los rodeaba.

Paul suspiró, como buscando fuerzas para seguir.

–No mucha gente lo sabe, pero… vivo solo desde los quince. –Se detuvo un instante–. Mi papá me echó de casa.

John lo miró en silencio, sorprendido. Había notado que Paul era reservado, pero no había imaginado que llevara esa carga.

–¿Por qué? –preguntó suavemente, sintiendo un nudo en la garganta.

Paul soltó una risa breve y amarga.

–No soportaba que fuera… diferente. Tenía sus propias ideas sobre quién debía ser yo, y nunca encajé en ellas. Supongo que, en su mente, era más fácil deshacerse de mí que enfrentar lo que yo quería hacer con mi vida.

–¿Y tu madre? –inquirió John, notando el peso en las palabras de su amigo.

Paul cerró los ojos por un momento, la expresión de su rostro endureciéndose.

–Murió cuando tenía catorce… cáncer. Todo fue rápido. –Hizo una pausa antes de continuar, como si aquel recuerdo le costara decirlo–. Después de eso, mi padre cambió. Se volvió más amargo, más… exigente. Nada de lo que hacía parecía ser suficiente, y cuando empecé a alejarme y a interesarme por la música… bueno, ya sabes cómo son algunos padres.

John asintió, compartiendo ese sentimiento amargo. También él sabía cómo podían ser algunos padres.

Paul se recostó, apoyando la cabeza en sus brazos cruzados detrás de la nuca, mirando al cielo.

–No ha sido fácil, pero prefiero estar solo a seguir bajo su control. Aunque… a veces es jodidamente solitario.

John lo escuchó en silencio, sorprendido de verle tan vulnerable. Nunca le había visto mostrar esa faceta, como si detrás de su calma siempre hubiera escondido algo más profundo.

–Lo siento. No lo sabía.

Paul esbozó una pequeña sonrisa, aunque su mirada seguía fija en las estrellas.

–No tenías por qué saberlo. –Se quedó callado un instante–. Supongo que es la primera vez que lo cuento en mucho tiempo.

John se incorporó un poco y le miró.

The Underground Beat Club (mclennon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora