V.

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John se observó en el espejo, notando cómo un rostro familiar se desvanecía bajo la nueva apariencia que había adoptado. Ya no era el mod pulido de antes; su cabello caía desordenado sobre su frente, y la chaqueta de cuero que llevaba ceñía su figura con un aire rebelde. Se sentía libre, por fin. Sin embargo, un nudo en el estómago le advertía que esta transformación no sería bien recibida.

La puerta se abrió de golpe y su padre entró, con incredulidad en los ojos que pronto se tornó en ira.

—¿Qué demonios te has puesto? —rugió, su voz resonando en la habitación como un trueno—. Te ves como un vago, un drogadicto.

—No soy un drogadicto, papá. Estoy cambiando. ¿No puedes entenderlo? —respondió John, sintiendo que la rabia se apoderaba de él, un fuego que había estado guardando.

—¿Cambiar? ¿Y eso qué significa? ¿Alejarte de tus amigos de verdad? ¿Dejar el futuro que tienes frente a ti? —dijo su padre, avanzando un paso, como si su presencia pudiera intimidarlo—. Te has vuelto irreconocible.

—¿Irreconocible? Solo porque no me visto como tú quieres —replicó John, apretando los dientes, sintiendo la presión de la conversación—. No puedo seguir siendo lo que tú quieres que sea. Tengo derecho a encontrarme a mí mismo.

—¿Derecho? ¿A qué? ¿A perderlo todo por esta nueva pandilla? —se pasó una mano por el cabello, frustrado—. Ellos solo te están arrastrando por el mal camino.

—Son mis amigos. Están ahí para mí, no como tú —la ira de John se transformó en desesperación—. ¿No ves que estoy buscando algo diferente? Algo que me haga sentir vivo.

—¿Vivo? No estás viviendo, estás tirando tu vida por la borda —gritó su padre—. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras te destruyes.

El corazón de John latía con fuerza. La necesidad de escapar se apoderó de él. Sin pensar, salió de la habitación, dejando a su padre gritando en la oscuridad. Las palabras resonaban en su mente, pero el deseo de encontrar su propio camino lo llevó a la calle.

La noche estaba fresca y llena de vida. Mientras caminaba sin rumbo, sintió que se despojaba del peso de las expectativas. Las luces de Liverpool centelleaban a su alrededor, y su paso se hacía más ligero. Su mente estaba llena de los sonidos del jazz que había escuchado en el Cavern, de las risas de sus nuevos amigos.

Al llegar al bar, el ambiente lo recibió como un refugio. La música vibrante y el murmullo de las conversaciones llenaban el aire. Buscó a Paul entre la multitud y lo encontró apoyado contra la barra, una bebida en la mano y una sonrisa despreocupada en el rostro.

—¡Hey, John! —dijo Paul, alzando su vaso—. ¿Todo bien?

—Acabo de tener una discusión con mi padre —respondió John, sintiendo que la tensión se aflojaba un poco en su pecho—. Pero eso no importa. Estoy aquí.

—Eso es lo que cuenta —dijo Paul, asintiendo—. Te hemos estado esperando. Te extrañamos.

John sintió un destello de pertenencia al escuchar esas palabras. En ese momento, supo que su lugar estaba con ellos, con aquellos que no lo juzgaban por su cambio, sino que lo aceptaban.

La música vibrante del Cavern envolvía a John como un abrazo cálido mientras Paul se acercaba con un trago en la mano.

—Aquí tienes, un regalo de bienvenida al mundo real —dijo, sonriendo con complicidad—. Eres uno de nosotros ahora.

John tomó el vaso y dio un trago, sintiendo cómo el alcohol lo relajaba. Se sentía más en casa allí que en cualquier lugar. Al lado de Paul estaba Bob, quien lo miraba con una expresión de aprobación.

The Underground Beat Club (mclennon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora