𝓣𝔀𝓮𝓷𝓽𝔂 𝓢𝓲𝔁

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Hari llegó a casa con el corazón aún latiendo desbocado, y una mezcla de rubor y vergüenza apoderándose de la totalidad de su rostro. Había intentado calmarse durante el camino, repitiéndose que su papá no había visto el beso, de ninguna forma, tratando de convencerse de que el mayor había aparecido justo después, pero el recuerdo de la mirada estupefacta en su rostro seguía en su mente, repitiéndose como una escena embarazosa que no lograba borrar.

Al cruzar el umbral de la puerta, evitó la mirada de su madre, quien se aproximaba por el pasillo con la sonrisa cálida de siempre para recibirla. En cambio, Hari solo lanzó un saludo apresurado, apenas susurrado, y se dirigió directamente hacia las escaleras.

—¡Hari! —exclamó Misaki, con una ligera sorpresa en la voz al ver que su hija no se detenía para el abrazo habitual. La castaña apenas levantó la mano en respuesta, apresurándose con pasos algo torpes, hacia su habitación, como si su vida dependiera de ello.

Cada escalón que subía resonaba en la casa en un eco que hacía su vergüenza aún más evidente, hasta que, al llegar a la cima, no pudo evitar dar una última mirada hacia abajo, donde sus padres aún la observaban. Sintiendo sus mejillas arder, se esfumó tras las paredes, y tras llegar finalmente a su habitación, cerró la puerta con delicadeza y se quedó quieta, recargada contra el marco, intentando recuperar el aliento y deseando, por un instante, que el suelo la tragara para evitar cualquier conversación sobre el tema.

Mientras tanto, abajo, Yong-Sun había cerrado la puerta detrás de él, con una sonrisa entre divertida e incrédula dibujándose en su rostro. Se quedó un momento en el pasillo, procesando la escena que acababa de presenciar. Había visto a su pequeña, su hija única, esa misma niña que solía necesitar acostarse entre ambos, abrazada a su peluche de conejo para poder conciliar el sueño, compartiendo un momento de intimidad con un chico en la calle, como si fuese un personaje sacado de alguna novela romántica.

Sin decir palabra alguna, caminó hacia su esposa, quien lo observaba con una mezcla de curiosidad e inquietud.

—A que no te imaginas lo que acabo de ver —murmuró con una expresión traviesa en el rostro, bajando la voz como si estuviera compartiendo un secreto de estado.

Misaki, entre divertida y preocupada, lo miró con los brazos cruzados, esperando a que continuara. Había algo en la actitud de él que parecía contener una mezcla de complicidad, como si acabara de descubrir una faceta completamente nueva de su hija.

—¿Qué pasó? ¿Por qué ese misterio? —preguntó ella, alzando una ceja, aunque en el fondo también le intrigaba la manera en que Hari había salido corriendo hacia su habitación.

Él se inclinó un poco hacia ella, bajando la voz aún más, como si estuviera a punto de compartir el secreto más importante del mundo.

—Cariño... —dijo, intentando no reírse —Acabo de ver a Hari... besándose con un chico... Ahí afuera, justo en la calle, frente a cualquiera.

Misaki lo miró con los ojos bien abiertos, tratando de procesar las palabras de su esposo. Al principio, una especie de shock silencioso pasó por su rostro, pero luego, al ver la expresión entre divertida y emocionada de él, se permitió una ligera risa que rompió la tensión.

—¿Qué dices? ¿Nuestra Hari? —preguntó ella, sin poder creerlo del todo. Realmente creía que le estaba tomando el pelo.

—Sí, ¡nuestra pequeña Hari! —repitió él, dejando escapar una risa suave. Luego, miró hacia las escaleras por las que la menor había subido corriendo —No sabes la expresión que puso cuando se dio cuenta que la había visto. Parecía que el mundo se le venía encima. Fue muy gracioso.

Misaki suspiró, con una mezcla de ternura y nostalgia. Era como si de repente su hija hubiese dejado de ser esa niña tímida y se hubiera transformado en alguien capaz de tener secretos, de vivir sus propias experiencias. Como madre, la idea la emocionaba tanto como la preocupaba.

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⏰ Última actualización: Nov 09 ⏰

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𝕊𝕌ℙ𝔼ℝ 𝕊ℍ𝕐 • 𝐡𝐲𝐮𝐧𝐣𝐢𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora