Le Nocturne

4 0 0
                                    

Son las siete de la noche y llego al bar antes que Henry. Él lleva meses enviándome señales claras de que le intereso, pero yo siempre he fingido no notarlas. No porque no me atraiga; Henry es guapo, divertido y tiene ese aire seguro que lo hace aún más encantador, justo el tipo de hombre que muchas considerarían ideal.

Con sus 1.65 metros, es más alto que yo, algo que siempre me ha atraído en un hombre. Su cuerpo, trabajado y definido por el ejercicio, se ajusta perfectamente a su ropa, resaltando una figura atlética y saludable. Su piel clara contrasta con el tono avellana de sus ojos, y su cabello castaño, ligeramente rizado, le da un toque de rebeldía, como si siempre tuviera una chispa de aventura. Es fácil imaginar que no le faltan admiradoras.

¿Y, sin embargo, por qué insiste conmigo? —murmuro, apoyándome en el volante, intentando descifrar lo que realmente quiere de mí.

La verdad es que no estoy lista para una relación. No ahora.

Henry nació en Inglaterra. Su padre es británico y su madre coreana; se conocieron cuando ella estudiaba en el Reino Unido. Volvieron a Corea justo cuando Hanna y yo llegamos, y los tres terminamos trabajando en la misma agencia. Henry se encarga de Relaciones Públicas, Hanna es planificadora de medios, y yo soy organizadora de eventos y fotógrafa. Desde entonces, nos volvimos inseparables: compartimos almuerzos, salidas después del trabajo, y celebraciones espontáneas los fines de semana. Nos complementamos, como un equipo perfectamente sincronizado, y es eso lo que me hace dudar.

¿Qué pasaría si cruzo esa línea con Henry? ¿Y si lo arriesgo todo?

Hace un mes, Henry y yo fuimos enviados a Nueva York para trabajar en proyectos distintos. Sin Hanna como intermediaria, todo se sintió diferente. Pasamos más tiempo juntos, incluso compartimos hotel, aunque nuestras rutinas apenas coincidían. Esta semana en particular ha sido difícil, y a pesar de mis intentos por mantener cierta distancia, Henry insistió en que saliéramos para despejarnos un poco. Lo rechacé varias veces... hasta que Hanna intervino.

Fue entonces cuando su voz en una llamada me lo dejó claro, con esa mezcla de insistencia y ternura que solo ella logra.

—¡Seira! ¡Estás en Chicago! ¡Chicago, por Dios! ¿De verdad no vas a tomarte ni una noche para salir? —me reclamó por teléfono, y pude imaginar su típico ceño fruncido y su dedo índice frotándose entre las cejas.

—Hanna, sabes que no quiero una relación ahora, y salir con Henry podría darle falsas esperanzas. Además, estoy agotada.

—¿Falsas ilusiones? —replicó con tono firme—. ¿No crees que puedes hablarlo con él? Llevan años siendo amigos. Estoy segura de que lo entenderá.

Suspiré, sabiendo que tenía razón.

—La verdad es que tienes miedo, Seira. Miedo de amar, de dejarte querer. Sigues creyendo que no eres suficiente, que eres una carga. Pero, amiga, eres increíblemente fuerte. Has pasado por tanto y sigues sonriendo. Tienes una habilidad única para conectar con la gente. ¿Cuántas veces más te lo tengo que decir? Mereces ser amada y feliz.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Cada vez que Hanna me decía esas cosas, algo dentro de mí se rompía un poco más. Sabía que tenía razón. Ese miedo, ese constante temor a no ser suficiente, era lo que realmente me hacía retroceder cada vez que pensaba en algo más con Henry.

—Dale una oportunidad, aunque sea pequeña. Si te rompen el corazón, aquí estaré para ti. Siempre.

—Henry es jodidamente guapo, ¿cómo no me va a atraer? —admití al fin, soltando una risa nerviosa.

—Entonces, ¿qué esperas? Dale una oportunidad antes de que sea tarde —insistió Hanna, su voz llena de emoción, como si la cita fuera de ella y no mía.

DETRÁS DE LAS ESTRELLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora