7: Una visita inesperada.

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El viento entraba sigilosamente por la ventana, trayendo consigo un pequeño viento helado que provocó un escalofrío en el albino

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El viento entraba sigilosamente por la ventana, trayendo consigo un pequeño viento helado que provocó un escalofrío en el albino. No recordaba lo frío de su habitación, hasta ese momento.

Escuchaba unos gritos provenientes de sus padres en el piso de abajo. Se encontraba discutiendo, otra vez. Y sabía que era el culpable de esa pelea. Había llegado con un citatorio por explotar el laboratorio un día atrás, era obvio que aún discutirían por ese tema.

Siempre había sido un chico problemático, por lo que estaba acostumbrado a recibir ciertos castigos, al igual que escuchar las discusiones de sus padres todas las noches. Se había acostumbrado demasiado, y eso no le gustaba.

Escuchó unos pequeños golpes en su puerta y, antes de que pudiera reaccionar, observó a su hermano menor entrando en el cuarto. El pequeño frotaba su ojo derecho con su mano, mostrando cansancio.

—¿Qué pasó, pequeñín? —preguntó Nikolai, sentándose bien en su cama mientras cruzaba sus piernas.

—Mamá y papá otra vez están peleando... —soltó un bostezo, agachando la cabeza por el sueño —. Sus gritos no me dejan dormir —volvió a soltar un bostezo más.

—Lo sé, Yume. Lamento mucho que tengas que escuchar todo eso —lo tomó entre sus brazos para subirlo a la cama —. Si quieres, descansa aquí un rato, ¿sí? —acostó al menor mientras acariciaba su cabellera.

—Está bien... —Yumeno se acomodó en la cama —. Buenas... noches... —pronunció antes de quedar dormido.

—Buenas noches, Yume.

♢♧🂱♧♢

—¿Y mamá y papá?

Ya era de mañana, y el albino logró escuchar la voz del menor detrás suyo, pues apenas se había levantado. El de trenza dejó los platos de comida que había preparado en la mesa para después acercarse a su hermano.

—Ya se fueron —acarició la cabeza del contrario —. Regresarán en la noche, como siempre.

—Bueno...

El niño se dirigió al baño para lavarse la cara, pues el sueño en él aún seguía presente. Cuando terminó, se dirigió a la sala para desayunar junto al mayor, quien ya se encontraba en la mesa.

—¿Cómo dormiste?

—Bien. Los gritos ya no me molestaron tanto —tomó asiento y apoyó sus brazos en la mesa —. No tengo hambre —golpeó levemente su cabeza en la mesa.

—¿Qué dijimos, Q? Tienes que comer —le acercó su plato de comida —. Sé que no quieres, pero es por tu bien.

—Pero tú tampoco lo haces —contraatacó.

Justo cuando el albino iba a responder, fué interrumpido por el timbre de su casa. ¿Quién podía ser? No tenían planeado ninguna visita.

El albino se dirigió hacia la puerta, y al abrirla se topó con quien menos se esperaba.

—¿F-Fyodor? —sus mejillas se tiñeron de rojo —. ¿Q-qué haces aquí?

—Bueno yo... Sólo vengo a ver si todo está bien —mencionó —. Ayer faltaste a la escuela, pensé que fue para no entregar el citatorio al director, pero vi que tus padres si fueron a hablar con él, entonces... —se quedó callado un momento —. ¿Está todo bien?

El más alto se quedó callado, procesando las palabras del violáceo. No. Nada estaba bien. Pero no lo iba a decir así como así. Los demás debían pensar que todo estaba bien, y seguiría haciendo que pensaran eso.

—Sip. Todo bien —acomodó uno de sus mechones detrás de su oreja, dejando a la vista su ojo de diferente color —. ¿Sólo para eso viniste?

—Sí... Como no tengo tu número, me tocó averiguar en dónde vivías —dirigió su vista hacia el ojo descubierto del albino —. Deberías dejar de cubrir tu ojo más seguido —acarició la mejilla del contrario, quedando su vista fija en los ojos de Nikolai.

—E-este... —su rostro se tiñó de carmesí. Era obvio que el tacto del contrario lo había puesto así.

—¿Él es el de la otra vez?

Yumeno asomó su cabeza por el espacio que había en la puerta, observando la escena. Gracias a esa intervención, ambos chicos se separaron con un color rojo en las mejillas.

—S-sí, Yume. Él es Fyodor, uno de los amigos que te presenté la otra vez.

—¿Es tu amigo? —inclinó un poco su cabeza —. Creí que era tu novio.

Eso ocasionó que el rostro de Nikolai pareciera un gran tomate por lo rojo que estaba. Eso le sacó una pequeña a Fyodor, quien también tenía sus mejillas un poco más rojas.

—Ignora lo que dice —pidió el de trenza, cruzándose de brazos, nervioso —. ¿Quieres pasar? —le ofreció, mientras se hacía a un lado para permitirle el paso.

—De acuerdo —entró en el hogar —. ¿Tus padres no están?

—No... Se fueron a trabajar —cerró la puerta detrás de él —. ¿Te ofrezco algo? ¿Agua, té?

—Estoy bien, gracias.

El silencio llenó el lugar, estaban algo incómodos debido a que era la primera vez que estaban juntos en la casa de Nikolai. Anteriormente habían estado en la casa de Fyodor, pero ahora era diferente.

—¿Y el otro amigo? —Yumeno volvió a hablar, con la única diferencia de que ya se encontraba terminando su desayuno en la mesa.

—Dijo que hoy estaría ocupado, así que no pudo venir —comentó el azabache.

—Sigma suele estar ocupado siempre. Como ayuda a sus padres en la cafetería que tienen, es evidente que no llega a tener mucho tiempo.

—Sí... ¿Y por qué faltase ayer?

—No tenía muchos ánimos —se sentó en el sofá —. ¿Quieres sentarte? —dió unas pequeñas palmadas al espacio a su lado.

—¿Por qué no tenías ánimos? —ocupó el lugar al lado del albino.

—No lo sé... —dejó caer su cabeza en el hombro del contrario —. ¿Por el citatorio? No tengo idea.

El violáceo aprovechó para acariciar delicadamente la cabeza del contrario, dándole pequeños mimos. Ambos no sabían qué sentimiento era lo que tenían en el pecho, sólo sabían que aparecía siempre que estaban juntos.

Nikolai estaba algo confundido; Fyodor nunca actuaba así con nadie, ¿por qué con él sí? Solía ser frío y reservado, pero con él era más cariñoso.

Aunque quería resolver esas dudas, dejó pasar el cálido momento que estaban teniendo.

En otro momento resolvería lo demás.

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¡Aquí un nuevo capítulo! Espero y les haya gustado.

Siguiente capítulo: 5 de noviembre.

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