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7 Años Después

— ¿Chary en serio?¿Pero cómo puedes tragarte esta basura sin tampoco engordar de un hectogramo? — la flaca figura de la chica de largo pelo rubio frente a ella todavía está con la boca llena de bombones de chocolate, sacude exageradamente las pestañas haciéndola reír terminando el contenido de la bolsita de chasquido.

Ambas están sentadas sobre el viejo columpio en el jardín del orfanato dónde han crecido, aunque Chary no vive más con ella desde casi un año.
Sarah Dean mira con inmenso cariño su mejor amiga que empieza a mecerse imitándola, sin ella nunca habría sobrevivido a la tristeza, al dolor y a la soledad de este horroroso lugar, desde que tiene memoria siempre ha vivido en este tétrico instituto para niños olvidados, pequeños marginados de la sociedad encerrados allí a la merced de adultos de corazón frío y que son tratados como objetos más que como seres humanos.

Ella no logra recordar su infancia, no recuerda los rostros de sus padres, tiene solamente fragmentos confusos que cada noche vienen a perturbar su sueño, pesadillas horribles de una casa que quema, los gritos concitados de una mujer y de un hombre, este último es un recuerdo desteñido pero por cuánto se esfuerze no logra recordar sus últimas palabras, doblado sobre ella le acuna la carita, los grandes ojos claros llenos de angustia y sufrimiento se pegan a los suyos asustados y llenos de lágrimas, mueve los labios por decirle algo, algo que todavía no logra recordar... luego el vacío, la oscuridad total.

Se había despertado en una cama de hospital, alguien la había abandonado delante las puertas de Emergencia, sólo meses después había empezado a recordar fragmentos, caras, llamas candentes y calor, un calor espantoso.

Cuándo se había recuperado los servicios sociales la habían llevado en aquel sitio olvidado hasta de Dios convirtiendose sencillamente en un número, el número de una práctica a la qué después se había puesto el común nombre de Sarah, un nombre que odiaba porque no era conforme con su esencia.

Había sido una niña calladiza, aislada y a menudo acosada por sus compañeros mayores porque ella era diferente, hasta que no había aparecido Charity Parker, más grande que ella de dos años, la había protegido contra todo y todos, nunca supo explicarse la razón del porque cada alma viva en aquel instituto tenía miedo de su dulce amiga de los tiernos hoyuelos, pero no le importaba descubrir de más, ella se había convertido en su familia y esto era suficiente, hasta que un año atrás una adinerada pareja había llegado y la había adoptado llevándosela y desde entonces se había quedado sola.

En todo caso Chary había encontrado la manera de no abandonarla, una vez al mes faltaba a clases para encontrarla llevándole un montón de regalitos, apenas la reconocia vestida y peinada a la última, siempre era elegante y guapísima como una modelo de aquellas revistas importantes.

Esta es una de las tantas veces en la qué la visita, siempre tienen cuidado de no hacerse descubrir por aquella solterona ácida de la Directora, sacudiendo la cabeza y volviendo a la realidad se voltea para mirar la rubia a su lado, de repente su sonrísa ha desaparecido de sus labios rosados y sus ojos tienen una luz triste y oscura, así se alarma.

— ¿Chary qué te pasa?¿No te tratan bien los Jones? —

— ¡Ay no! No, no es esto — se apresura en contestar la jovencita — ellos son buena gente, me quieren y luego Jayden... — suspira con aire de ensueño.

No es un misterio por ella que su mejor amiga esté enamorada del hijo menor de los Jones que han establecido hasta un noviazgo entre los dos dejando Sarah totalmente en choque.

¿Cómo puede Charity casarse con él si legalmente es su hermano?

— No me digas que ese idiota te hizo llorar de nuevo —

BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora