-No es una historia de amor, Lissandra.
Pero podría serlo; ¿Por qué no vengarse de la corona o follarse al príncipe? ¡Mejor aún, elige las dos! No, espera, no respondas esa pregunta, carissima, pero ¿Por qué no enamorarse de tu verdugo?
La joya má...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Por acto de reflejo me agaché esquivando torpemente el impacto, mi cuerpo yacía bajo del mango de su arma, el sonido resonó por todo el exterior, el hacha golpeó el cristal a un lado de mí atravesándolo y se clavó en el marco amaderado, los pequeños fragmentos caían sobre mí.
Alcé mi mirada topando su cabeza en mi dirección. Me apoyé sobre mis manos aún acuclillada, sintiendo como cada cristal se enterraba bajo mis palmas, solté un chillido y acto seguido recibí un golpe en el costado derecho de mi abdomen, el aire dejó mis pulmones ante su acción. El dolor punzante inundó mi estómago y otra patada entumeció parte de mi cuerpo, hilos de saliva cayeron de mi boca, jadeé.
Mis manos sangraban bajo de mí imposibilitando mi estabilidad, y ciertos fragmentos de vidrio pulsaban dentro de mi piel, el dolor se sumaba picando con urgencia y mi garganta se comprimía reprimiendo mis exhalaciones.
Cuando empecé a escuchar el forcejeo de sus manos al intentar zafar el hacha, pretendí desplazarme y puse el costal bajo mis palmas evitando más heridas.
Intenté recuperar la compostura al levantarme con cuidado y rapidez, di algunos pasos tambaleantes y escuché un rechinido tras de mí, volteé a ver sobre mi hombro y lo pillé. Me miraba fijamente o eso suponía, acomodó el hacha en sus manos y de su muñeca colgó mi costal, estaba libre.
Di la vuelta para estar pendiente de su cuerpo, era imposible no notar como su cuerpo se movía al acecho. Dio dos pasos con rapidez y movió el hacha intentando dar un golpe, imité su acción y me distancié algunos centímetros, evitándolo . El oxígeno era denso tras la pequeña neblina que se formaba por mi respiración, y la misma reacción sucedía entre su hocico.
– ¡Usted no es parte del juego! – grité mientras seguía dando pasos hacia atrás.
Pasaron extensos minutos mientras avanzábamos, el silencio me torturaba así como la sensación de horror, erizaba mi piel y llevaba mi corazón al extremo.
– Pero he jugado con usted toda su vida –la voz rasposa y distorsionada bajo la máscara de cerdo resonó.
Mi cuerpo palideció, el peligro no me permitía asociar con totalidad al hombre frente a mí, pero sabía algo. Mis sueños eran reales, él era real. No tenía la intención de morir en sus manos, pero lo haría si era necesario, si podía atar los cabos.
Alzó una mano con el costal en esta soltando una risa gutural, rancia y grave, dio algunos pasos más. Ví el costal, plasmada en mi lugar.
– Charlotte, usted me ha conocido toda su vida, estuve ahí, protegiéndola –murmuró dando un par de pasos más y bajó la mano hasta el mango del hacha de nuevo – la miré de lejos, la amé de cerca. Pero alguien olvidó entregar la última carta y no fui yo ¿no?
No lo distinguí y tampoco lo familiaricé, no había ningún rastro de su voz en mi pasado. Condujo la mano que no sostenía el costal a uno de los bolsillos de su abrigo luego de mantener el mango del hacha bajo su antebrazo, minutos después sacó una hoja y manteniendo la cabeza en mi dirección, guardó en un silencio incómodo la página en el costal.