La contusión espasmódica de las apresuradas vueltas hizo de aquella experiencia un endurecimiento muscular tan desesperante que sacudía los miembros hacia indistintas direcciones y volvía a las retinas extremadamente sensibles. La invasión de lo circular en matices indefinibles sobre el viaje, les provocó un mareo rotundo, casi enfermizo, que se acrecentaba en cada minúsculo intento de negarse. Sus ruidos de un auxilio adrenalínico dejaban destello por lo largo de aquella espiral irracional que los abrazaba irascible bajo una presión ansiosa de calma, pero de un carácter incontrolable. Envión giratorio, desasosiego imparablemente anheloso de dominio, que bajo la posesión de los cuatro viajantes descontrolados, los arrastró de igual modo hacia una esperada salida.
La visión desecha recuperaba lentamente su eje mientras las extremidades iban tomando conciencia del calor de sus venas. Sus gargantas ardientes se salivaron rotundas hasta reconfortarse. El paisaje se convirtió en un entramado inerte de figuras altas con cabellos elevados de jacarandás y largos brazos entrecruzados. De pronto, la contusión cerebral recobró el sentido. Allí estaban soñolientos, acababan de caer sobre un pasto húmedo y frío. El aroma se aspiraba denso, de golpe muy diferente, ciertamente repulsivo, mientras que los sonidos eran fuertes pero familiares.
Comenzaron a dominar poco a poco la pulsión de sus músculos para ponerse de pie y descubrir de un momento a otro, sin anestesia, que se encontraban en un lugar al que configuraban habitualmente como verosímil; una plaza típica de barrio, igual a aquellas que los habían rodeado toda su vida. La tos consecuente acompañada de alguna inevitable escupida los embistió al mismo tiempo. La sensación de cambio repentino no podían explicarla, se sentía penosamente irresoluta pero sin fundamentos concretos. Entonces respiraron hondo, ahogados de confusión, y lograron por fin visualizarse unos con otros al mismo tiempo que se enteraban por completo del sitio pintado de colores matutinos de los cuales extrañamente parecía resaltarse su cualidad de real.
—¿Qué? ¿Qué, qué? ¿Estamos acá? ¿Volvimos? —expresó Milena con una acústica que desenchufaba la disparatada percepción.
—No es posible... ¿Cómo es posible? —dijo Joel sin entender por qué se palpaba a sí mismo.
Sus voces hicieron eco metálico sobre el predominante silencio. El hálito de los cuatro se hacía visible en sus pechos subiendo y bajando al ritmo de sus desorientadas piernas, mientras que la desconección con el entendimiento se prolongaba en lo holgado de sus contornos oculares. Entonces visualizaron la humedad que una neblina invasiva llenaba el ambiente cuyo aroma era molesto aunque consabido. El clima caluroso por demás les recordaba la sofocación típica de los últimos días de verano.
Dylan tosió y se refregó la cara para despabilar los rastros esotéricos de su captación. Al igual que los demás, tenía una insoportable sensación de estar perdido, entonces gritó:
—¡Volvimos...! Sí, sabía que todo era un engaño... —Sonrió forzadamente—. ¿Pero qué carajo de engaño fue todo esto? –algo no le daba paz.
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Cylareos - Los elegidos de Seráfica
FantasyLuna crece en Buenos Aires, Argentina, con algunos dramas cotidianos y su circuito de amigos. Sin embargo, desde su infancia, experimenta sueños vívidos y extrañas sensaciones que la conectan con un mundo desconocido. Una entidad misteriosa se le pr...