19-El espejo de las intenciones

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La luz de la mañana comenzó a asomarse regalando un tono anaranjado que se mostró en el cansancio ocular de los cuatro amigos

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La luz de la mañana comenzó a asomarse regalando un tono anaranjado que se mostró en el cansancio ocular de los cuatro amigos. Las piedras preciosas de la costa fulguraban como pepitas de oro mientras el agua cristalina del lago se bamboleaba con escrupulosas olas espumantes. Comenzaron a mirarse entre sí, legañosos y absortos, al borde de esbozar algo, una palabra, una queja, un soplo, o al menos una mueca, pero todo era fallido, no tenían la maniobra de manifestar el volcán que se les había despertado dentro, y esperaban que alguno se animara a estallar para no ser el primero. Sin embargo, lo único que desató sus sentires fue caer al mismo tiempo de rodillas y palmas sobre la arena pedregosa, provocando que el peso de sus cuerpos se tendiera completo sobre la misma.

Allí se quedaron respirando con las narices al cielo. Tras unos minutos, como era de esperarse, Milena, espiando la inamovible posición del pájaro y sus ojos artificiales, sacó un poco de su humo interior, pero no se expresó con sus pares, sino que se levantó, caminó convencida para acercarse al ave y, tras llenar de aire fresco su aliento, dijo con astucia:

—¡Pájaro registrador... Pockly...! —Se armó de una firmeza que salía de sus extremidades—. Me llamo Milena y te ordeno que termines el trabajo del rey Joe. Encontrá a ese asesino, y cuando lo hagas, vení a contármelo.

Los demás se quedaron impactados, dudaron de que no la hubiese poseído alguna fuerza extraña tras aquel envuelto dentro del agua, pero lo cierto es que su astucia funcionó. Resulta que el artefacto respondió:

—Como ordene, señorita Milena.

Y enseguida tomó vuelo para alejarse por lo alto de los árboles mientras ella lo veía perderse con el paisaje. Los otros tres se pusieron de pie sometidos a un sentimiento indigno.

—Hermana, ¿qué fue lo que hiciste? —preguntó Joel asombrado.

—Alguien tenía que hacer algo, ¿no? —respondió sin voltear, manteniendo su parada con vista hacia el horizonte, y los tres se miraron entre sí compartiendo el mismo nerviosismo—. ¿Es que no lo entendieron? Esta ave es la misma que vimos en esas imágenes, es el tal Pockly, y tenía guardado los recuerdos de Luna, bueno esa nena, Lurian, o como se llame —dijo, y ahora sí volteó a mirarlos—. El pájaro también mostró algunos de sus registros, exactamente como lo dijo, y tengo tanta rabia de lo que pasó al final que sólo se me ocurrió ordenarle buscar a ese asesino.

—¿Pero cómo sabés que no lo atraparon ya? No sabemos qué pasó después —contestó Joel.

—Bueno, sólo hice lo primero que se me ocurrió —unió las cejas—. Ya que ninguno de ustedes pensó en otra cosa... Yo no puedo quedarme tan tranquila y respirar hondo.

—¿Y qué querés que hagamos? —Dylan se molestó—. La verdad, yo no sé qué fue lo acabamos de ver... Es difícil asimilar todo esto. Me duele la cabeza —dijo con ojos embebidos de shock.

—¿Realmente creen que esa nena, Lurian, sea Luna? —se preguntó Joel.

—Claro que es ella, si era igualita, y hasta donde yo sé, los clones todavía no están de moda —añadió Milena.

Cylareos - Los elegidos de SeráficaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora