Ӝ Diecisiete Ӝ

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Despierto y me incorporo, muy somnolienta y con los parpados pesados espabilo varias veces para acoplarme a la vista de en donde me encuentro. Miro a mi alrededor y me percato que estoy en un lugar muy diferente. No es mi cama y tampoco mi habitación. La tela de la sábana es demasiado fina y la cobija es de una lana suave y gruesa para parecerse a las mías; además, que tiene un amoblado que no creo haya aparecido en mi cuarto de la noche a la mañana. Menos esa pared de losas que le dan un toque rustico, y a la vez moderno con el resto de la decoración. Me llevo las manos a la cabeza y esta me duele como si estuviera a punto de hacer implosionar todas mis neuronas. Por último, me fijo que llevo el vestido que usé para ir a ese club.

Intento hacer memoria de lo que me pasó aguantándome el dolor punzante y fragmentos de lo que pasó vienen a mi cabeza aumentando la implosión. Entrecierro los ojos mirando hacia la mesita de al lado y hay un vaso de agua, dos pastillas pequeñas blancas y una nota debajo de ellas. Tomo ambas cosas y leo la nota tratando de enfocar las letras.

Tómalas, son para la resaca.

Dice y ya sé quién la escribió.

Christian ―murmuro su nombre con algo de ansiedad.

Tomo las pastillas y las tomo deseando que sean milagrosas, y de paso que tengan algún efecto secundario como doparme, mis recuerdos de lo que pasó en la noche y como terminó no son tan buenos. Me tomo toda el agua, mi garganta está reseca y la ansiedad me gana. Desperté en una habitación de la casa de Christian después de que me sacara de ese club, del que no tenía ni idea que era propiedad de Victor. Ese hombre no aparece, pero ya hace estragos en mi vida.

Recuerdo que había dicho que hablaríamos; pero, básicamente una vez me arrinconé en su auto me quedé fundida. Seguro me trajo a su casa para no dejarme por allí tirada, y es muy probable por cómo me habló que era lo que quería hacer.

¡Cielos!

Esto del trato apenas comienza y yo ya estoy metiendo la pata; sin embargo, no puede recriminarme por eso, ¡en serio que no tenía idea de que ese bar era... de Victor! Acepto que pensé en esa posibilidad porque me resultó raro que les dieran esas entradas a las chicas, ¡pero y qué! Me levanto de la cama, está junto a la ventana y me permite ver lo hermoso que está el día afuera, y desearía que estuviera así, acá dentro. Da la vista a un pequeño balcón, por lo que me percato que estoy en una de las habitaciones de la segunda planta. Tomo aire varias veces porque entre más rápido salga de esta habitación y enfrente el lío en que me he metido sabré a qué atenerme.

Mi cartera está en la mesita, voy hacia ella y saco el teléfono. Nueve de la mañana y varias llamadas perdidas de Patty que no voy a devolver, sería bueno que también sepa lo que se siente cuando tu amiga no aparece, aunque a diferencia suya yo no estoy en la cama con ningún hombre, estoy sola y a punto de comerme las uñas. Porque he dormido y despertado como siempre anhelo hacerlo los sábados; no obstante, esta vez no lo estoy disfrutando como quisiera.

Largo y tendido...

Aun no se me olvida, pero eso no ocurrió, y quizás se contuvo de hacerlo porque fui más astuta ―o tonta―, y me dormí en su auto. Sonrío imaginado como hizo para sacarme de él, aunque muy seguro fue Roger quien me llevó dentro, como lo hiciera para sacarme de ese club. Rasco mi cabeza con desespero, porque lo único que estoy haciendo es matar el tiempo para alargar la espera de Christian, que debe estar esperándome sentado en su sala con cara de ogro.

Lindo y todo, pero agro al fin.

Suspiro hondo y me decido a salir de la confortable y linda habitación, pero antes voy al baño y me lavo la cara, la boca y me arreglo un poco el pelo cuando me miro al espejo y me doy cuenta de que me veo espantosa. Un poco mejor presentable para la que me espera por fin me dijo y abro la puerta y me encuentro con el ya conocido pasillo. Está desolado, las demás puertas de las otras habitaciones están cerradas y todo está silencioso, o no. Escucho ruido proveniente de la segunda planta y me dirijo hacia allá. Antes de ir miro hacia el fondo del pasillo, donde está el acceso a esa tercera planta, la desvío y vuelvo hacia el frente por mi camino. Suspiro de nuevo y descalza como estoy bajo despacio las escaleras. Ni él ni Rick se les ve por allí, así que me apresuro hasta la cocina y al abrirla me encuentro con una de las mujeres que estuviera la noche de la firma del contrato atendiendo la cena. Parece concentrada preparando cosas, o comida.

El juego del millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora