Mi miedo inicial al ser guiada por un desconocido se vio borrada cuando ese hombre puso manos a la obra. Fue cuestión de minutos escuchándole todo lo que sabía sobre maquillaje y cuidados para el cabello los que bastaron para que nos volviéramos los mejores amigos —mi primer mejor amigo gay—. Me maravillo cuando veo frente al espejo lo que hizo con mi cabello y casi morí con el maquillaje. Estoy impactada con el bello reflejo de mujer que me devuelve, casi no puedo creer que fuera yo.
Mis cejas jamás se vieron tan perfectamente delineadas, y mis pestañas, no sabía que tenía tantas. Parezco una exagerada, pero es así, y lo cierto es, que solo me arreglo lo justo y solo porque la tienda donde trabajo lo exige. Rick me da algunos consejos para mantenerlas así y yo tomo nota atenta para compartirlas con Patty. Contenta y muy agradecida con lo que veo me giro hacia él.
—¡Gracias! —formulo excitada y emocionada, juntando mis manos.
—Bueno, es lo que mejor sé hacer, sacar sonrisas complacidas —dice con tono modesto, y no puedo renegar de su arrogancia anterior—. Ahora, es hora de que te vistas. Cerraré la puerta para que lo hagas con confianza. Te esperaré abajo con Chris, para enmarcar su cara cuando vea el espectáculo.
Asiento y sonrío porque no sabía cómo más responder a eso. Sin preguntarme me estaba dando mi espacio, y no debería sorprenderme tanto cuando ya debe saber por qué soy yo la que está aquí y no sus habituales chicas Equis. No creo que eso me haga especial para él, ni siquiera sé si se impresionará porque hasta ahora no he visto señales de eso. Todo esto es obligado por las circunstancias, nada más. Reconozco que al principio no me agradaba, pero ahora, acepto que lo estoy disfrutando a tope. En todo caso me da igual si se impresiona o no, cuando ya me estoy impresionando a mí misma.
Miro el vestido fino colgado en un perchero y me quedo anonadada tocando la fina tela de color vino tinto. «Chiffon», susurro por acertar en mi conocimiento sobre telas. Antes de trabajar en la tienda de ropa para hombres de Julia, lo hice para algunas de ropa para mujeres y lo que aprendí allí me ayudó para ganarme mi lugar en la tienda. Eso me recuerda lo duro que he trabajado por ello, y lo que estoy haciendo por no perderlo. Después de reparar en la tela, me quedo muda al mirar a un lado en una mesita alta en madera tallada. Hay una caja abierta y dentro de ella, ropa interior que se ve muy, muy fina. Me acerco y toco el encaje negro con estampado de flores, con mucho remilgo y es tan suave que me muerdo el labio observándolo. Seguido examino las lindas sandalias que resaltan por su atado de lazo. Levanto uno y deliro con el tamaño del tacón aguja. Calculo unos quince centímetros y aunque estoy acostumbrada a usarlos así de altos, ruego no meter la pata y caerme de ellos.
Vuelvo sobre la lencería y miro a todos lados antes de quitarme la bata del spa y el bikini. Es un solo juego, y con prisa y sin poder apreciarlo más me lo pongo. Después me coloco las sandalias.
Me siento apenada cuando me miro al espejo, alta, mucho más de mi estatura normal, y resaltando atributos que no creía que tenía. El brasier tiene realce, chillo emocionándome por dentro. Tengo que aceptar que usar este tipo de lencería fina sobre tu cuerpo, y sobre estos zapatos te hace ver, un tanto, poderosa. Magnífica. Me aprecio un poco más ladeándome para mirar mi trasero.
"Tu culo es mío todo el sábado".
Esas palabras reverberan en mi cabeza logrando que me ruborice aceptando que connotativamente lo logró; sin embargo, la magia de todo esto solo durará hasta la media noche y después de eso, él seguirá con su vida pomposa y yo con la mía. Pero ojalá no tenga que devolverlos, no me importaría quedármelos. Me espabilo de tanto pensamiento y en el instante en que voy por el vestido siento que alguien toca la puerta. Me congelo.
—Linda, te estás demorando mucho, ¿necesitas ayuda?
Es la voz amable de Rick, me relajo, y más al ver que no intenta entrar. Me apresuro y tomo el vestido. Me lo coloco, y encuentro que voy a necesitar ayuda con la cremallera que inicia desde la espalda baja dejando ver algo del encaje de las bragas. Me lo acomodo un poco y voy hasta la puerta.
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El juego del millonario
RomanceAlessia Donovan trabaja de día como vendedora en una tienda de ropa para hombres, y en las noches se esfuerza por sacar adelante sus estudios de administración en la universidad. Todo va relativamente bien en su agitada vida hasta que tiene la fortu...