En otras circunstancias sería una situación de lo mejor; pero en esta, no, y con lo acontecido en el baño, menos. Ruego mentalmente para que Víctor no salga de allí oliendo mi ropa interior para hacerlo enchichar. Eso me avergonzaría más de la cuenta y de paso me haría ver como una facilona. ¡Y no soy así! Quizás estoy aquí como su señorita Equis, pero estaba muy lejos de ser algo como eso.
Christian me aleja despacio de él, ayudándome a estabilizarme y tengo que aceptar que me cuesta alejarme. Me quiero golpear la cabeza contra una pared por dejarme envolver con su atractivo.
—¿De quién huye? —pregunta mirando detrás de mí. Como si buscara algo, o alguien.
Por el momento mi plegaria parece ser escuchada porque nadie sale de allí y la puerta sigue cerrada.
—Nadie, pero acabo de huir del baño, alguien vomitó allí.
—¿En serio? ¿Y por qué se demoró tanto?
—Bueno, me tapé la nariz e hice lo que tenía que hacer, ¿quiere que le explique más?
—¡Por Dios! —resopla—, ahórrese los detalles —prosigue dando la vuelta, y dirigiéndonos de vuelta al salón.
Me giro de forma disimulada y no alcanzo a ver al tal Víctor. Respiro en extremo aliviada por el momento, y la verdad, prefiero no imaginar lo que tiene ese tipo en mente con mis calzones, aunque en realidad no lo sean. Vinieron con el paquete para la fiesta.
No hemos dado ni cinco pasos cuando Victor se atraviesa en nuestro camino interponiéndose, y yo empiezo de nuevo a sudar. ¡Y es que no tiene más nada que hacer! Lo miro aprehensiva mientras él solo sonríe divertido. Trato de controlarme, pero no puedo. No me quiero ni imaginar lo que dirá Christian si él llega a ondear mis calzones frente a él.
¡Pero qué mierda! No debería de importarme lo que piense. En primer lugar, jamás se me habría ocurrido venir aquí. ¡Es su culpa, porque fue quien me trajo y me metió en todo esto!
Pero ibas a perder tu trabajo si no lo hacías, me recuerda la voz en mi cabeza. Bueno, de todos modos, lo perderé si esto no sale como quiere o como sea el supuesto juego que tiene.
—Quiero bailar con tu acompañante.
Victor no pide, demanda. Miro de reojo a Christian y este solo arquea una ceja mirándolo.
—Eso no será posible. No la tarje para que bailaras con ella —responde y una parte de mí festeja que quiera... protegerme. En primer lugar, fue él quien le dijo que me alejara de Víctor, y sus razones debe tener.
Y tú vas y entregas tus bragas, vuelve a recordarme la maldita voz.
—Siempre de aguafiestas —bufa Victor, llevando sus manos a los bolsillos de su fino pantalón.
Nada que ver con la línea de vestir de Glorius Man. Se nota que el hombre viste de Dior.
—Me temo que sí —repone Christian con tono áspero.
Algo se alebresta en mi interior de forma complaciente y me hace arrepentirme de haberle entregado mi tanga a ese estúpido.
—He visto que la señorita aquí presente se divierte poco.
¡Y que te importa!, quiero gritarle.
—Estoy seguro de que la señorita aquí presente, no necesita que la diviertas tú —remarca en esto último—. Así que, si nos disculpas. Es tiempo de que baile con ella —añade y yo flipo como boba por dentro.
Quiero quitarme ese estúpido antifaz y... besarlo.
¿Besarlo? ¿Qué te pasa, idiota?
Víctor resopla audible y algo descontento acabando de un plumazo con mis descontrolados pensamientos. Contengo el aire cuando creo que va a sacar algo de uno de sus bolsillos. Busca mi mirada, pero yo bajo la mía para que no note en mis ojos lo asustada que estoy por lo que creo que está a punto de hacer; sin embargo, no hace nada y milagrosamente se hace a un lado para dejarnos pasar mientras sacude su cabeza risueño. Cuando se queda quieto, me mira con mucha fijeza.
ESTÁS LEYENDO
El juego del millonario
RomanceAlessia Donovan trabaja de día como vendedora en una tienda de ropa para hombres, y en las noches se esfuerza por sacar adelante sus estudios de administración en la universidad. Todo va relativamente bien en su agitada vida hasta que tiene la fortu...