Capitulo 3

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A veces no sabemos por qué suceden las cosas

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A veces no sabemos por qué suceden las cosas. —¡Gen! —grito mi tutora. —¡¿Creíste que no me iba a dar cuenta?! — dijo eufórica. 

—No sé a qué te refieres. —dije asustada. 

Se acercó a mí para tomarme del brazo con fuerza, enterrando sus dedos en mi piel. —Solo tienes dieciséis años, no te mandas sola. Sé que ese muchacho te pidió ser su carguera ¡¿por qué aceptaste?! 

Negué. —Yo no acepte nada. Te lo juro. —dije aún más asustada, temblando.

—No te creo. — me arrastro con ella. —¡¿Le diste tu energía?! 

Negué. —No. Yo no le entregué nada. Yo no acepté nada. — dije al borde de las lágrimas.

Me miro retadora. Se dirigió hacia uno de sus cajones que estaban en la sala. Tomo sus llaves para abrirlos. De uno de ellos saco una aguja delgada, pero se veía demasiado puntuda. —Déjame ver tu marca.

Eso solo significaba que desconfiaba de mí. Me giré para quitar mi zapato seguido de mi media. Agarró mi tobillo con fuerza para ver mi marca. Acercó la aguja con cuidado, sentía cómo mi marca ardía para luego sentir el pinchazo de la misma.

—Al parecer, toda tu energía está completa. —suspiro. —Ve a cambiarte, hoy no iras a ese estúpido instituto. Fue un error enviarte allí. No sé qué era lo que estaba pensando. —Guardó la aguja en el cajón para llevar las manos a su cabeza en símbolo de frustración.

—¡Ve a tu habitación y no salgas de ahí que no te quiero ver! ¡No salgas de allí hasta mi orden! —Grito. Enseguida fui a mi habitación, mi marca seguía ardiendo, me acurruqué tratando de calmar mis lágrimas. Yo no había aceptado nada.

Después de un rato logre sentirme mejor, me acerque a la puerta de mi habitación para escuchar como mi tutora habla por la línea telefónica. Sonaba furiosa, era obvio que se quejaba de mí. Me deje caer despacio al suelo donde observe mi marca. Estaba ligeramente pigmentada de esa energía azul que extrajo la aguja. El ardor había bajado un poco.

Sentí el sonido de la puerta, se había ido. Más aliviada me levante del suelo, aproveché para ir al baño y buscar algo de comer. No sabía cuánto tiempo más estaría en mi habitación.

(...)

El sonido de la línea me perturbaba, no recordaba a qué hora, me había quedado dormida, somnolienta, me dirigí para responder.

—¿Hola? —Dije aguantando las ganas de bostezar.

—Gen, ¿por qué no viniste hoy al instituto? —Colgué, era Carlos. Asustada, bloqueé la línea. La puerta se abrió de un golpe. 

—¡GEN! —Grito con todas sus fuerzas, apostaría que todos los vecinos a su alrededor la escucharon.

—Señora. —Se acercó rápidamente para darme una bofetada. Seguido de más golpes. No me golpeaba seguido, pero cuando lo hacía, estos golpes eran severos. Me tomé del brazo sacudiéndome. —¡Eres una estúpida! ¡Una imbécil!

Me aventó contra la pared que se encontraba detrás de mí. La sangre bajaba de mis labios, mis ojos llenos de lágrimas se posaban en ella y en cada uno de sus movimientos.

—Ese imbécil tuvo el descaro de hablar conmigo para pedirme que seas su carguera ¡Qué atrocidad! ¡Qué vergüenza, Gen! ¡¿Acaso no piensas en mí?! —me agarró del rostro con fuerza. —Me dio a entender que le diste tu energía, ¡¿ES VERDAD?! —Negué con todas mis fuerzas. —Si yo te envío a un examen de energía para saber si le disté tu energía, ¿aceptas? —asentí.

Me soltó mirándome con asco y repulsión. —No eres suficiente. No te pareces en nada a mí. Ve a lavarte, te espero en la mesa.

Me levanté corriendo de allí. Me encerré en mi habitación a llorar ahogadamente. Me limpié y lavé para ir a la mesa. Ella cocinaba en silencio sin cambiar la expresión de su rostro. En silencio la miraba con tristeza. Pasados unos minutos, puso el plato de comida en la mesa. —Te comes todo. —Dijo más calmada pero seria. Detalle que en el centro de la mesa había un sobre con documentos. —Son tus documentos institucionales. Irás al instituto Collie. Uno de los mejores institutos para cargueras y guerreros de alto nivel.

—¿Qué? —Dije sorprendía y asustada. —¿Cómo? 

Sonrió victoriosa. —Así como le oyes, cariño. Yo no voy a permitir que eches a perder tu futuro como carguera con cualquier guerrero. Este es mi juego y mis fichas. Desde el jueves iras a ese instituto. Mañana iremos por tus útiles escolares.

—Pero... —Me interrumpió. 

—Pero nada. Es una buena oportunidad que puedes conseguir. En tus manos está sacarnos adelante o hacerme sentir más vergüenza. Además, no estarás sola, como has de tener conocimiento. Sian se prepara para ser guerrero allí.

Respiré profundo. —Así es, Gen. Es mucha presión sobre tus hombros. Yo hablaré por ti. Tú solo corrobora la información. No quiero que vuelvas a juntarte o hablar con la gente de tu antiguo instituto. Yo haré todo lo posible por alcanzar mis objetivos y eso te incluye a ti. 

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