En un mundo apocalíptico, ser una carguera es lo más importante, ya que su poder les permite crear armas de gran capacidad que ayudarán a los guerreros a acabar con las inimaginables bestias surgidas de las personas corrompidas que no encontraron su...
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Un potenciador es un tipo de sustancia química de dudosos componentes. La cual altera la energía de los cargueros.
Hace que su energía alcance el máximo de su nivel. Desatando precisión, control y capacidad de creación. Esta sustancia sólo está permitida en situaciones extremas.
Solo cuando el guerrero este herido de muerte o la vida de muchas personas está siendo amenazada. Usar un potenciador como en mi caso, me hacía sentir humillada, sucia, me hacía una mentirosa.
Poco a poco mi vista regreso a la normalidad dándome tranquilidad.
Me levante de la cama tambaleante para ir por un poco de agua a la cocina. Mis manos temblaban.
—¡Gen! ¡Cariño! Acabo de ver un vestido hermoso. Creo que será perfecto para la ceremonia. —Dijo mi tutora con emoción.
Guarde silencio dejando el vaso en el mesón de la cocina. —Entiendo.
—No te preocupes el efecto del medicamento se irá poco a poco. Esa tembladera de tus manos se irá. No puedo negar lo increíble y precisa que te veías. Todos estaban sorprendidos. —Dijo mi tutora.
—Madre yo... —Guarde silencio. No solía llamarle madre.
—Gen tengo todo planeado. No te preocupes por nada, enfócate en que Sian te elija, de lo contrario no sabría decirte que podía pasar. —Amenazó.
Pase por su lado para regresar nuevamente a mi habitación.
—Sí algo sale mal podemos usar otro potenciador. —Dijo como si fuera lo más normal del mundo.
La ignore entrando a la mencionada. No quería ser dependiente de esos malditos potenciadores. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Por ello, mi tutora me pidió que usara toda mi energía ese día. Me sentía una completa imbécil. Por eso estaba tan tranquila.
Unas lágrimas rodaron por mis mejillas ¿Por qué no podía ser como las demás cargueras? ¿Por qué tenía que ser la defectuosa?
Me senté en la cama, mirando fijamente el techo mientras intentaba procesar todo lo que había pasado. La conversación con mi tutora aún resonaba en mi mente, y no podía sacudir la sensación de que estaba atrapada en una situación que no podía controlar.
(...)
Estaba sentada en el suave césped cerca del instituto pero a su vez lo suficientemente alejado de este. Mire mis manos sin emoción alguna. Aquí iba otra vez.
Junte mis manos, cerré mis ojos, respire profundo y active mi energía separando mis manos sentía un dolor familiar. Abrí mis ojos para ver mi energía moviéndose y retorciéndose sin control. Sentía como mis dedos ardían. Era inútil. Sacudí mis manos llevándolas a mis rodillas juntas. Más lágrimas brotaban de mis ojos.
—¿Gen? —Sentí la suave voz de Sian detrás de mi. Seque mis lágrimas disimuladamente.
—Sian. Que sorpresa... —Dije girándome sin mirarle al rostro.
—¿Qué haces aquí? ¿Por que estas tan ruborizada? —Dijo inclinando su cabeza para verme.
—Es que hace mucho calor. —Dije más tranquila. Llevé mi vista a su rostro.
—Estoy un poco pensativo. —Me alcanzó su mano. La tomé levantándome. —Gen ¿Crees que seré un buen guerrero?
—El mejor de todos. Serás un gran líder. El mejor guerrero de la familia y el mejor de la zona. —Dije emocionada.
Sian sonrío para mirar el cielo. —Lo se. Soy el mejor.
—Cuando seas líder de los guerreros. No te olvides de mi. Ya sabes tu fiel servidora. La que sigue todos tus inventos.
Sonrío con burla. —Serás mi ayudante entonces. — Ignore lo que dije para empezar a descender.
—¿A donde vas? —Dijo alcanzándome.
—¿A donde vamos? —Dije.
—¿A donde quieres ir? —Menciono.
—¿A donde me quieres llevar? —Dije para reír.
La tarde soleada había dado paso a una noche cálida y agradable. Caminábamos por la calle principal de la zona, disfrutando del ambiente relajado y de la compañía mutua.
Sian se detuvo frente a una heladería sonriendo con maliciosa. —¿Quieres un helado? — preguntó, mirándome con sus ojos brillantes. El amaba el helado.
Sonreí. —Claro, me encantaría. —Respondí. Juntos entramos en el local.
El interior estaba decorado con colores brillantes y había una gran variedad de sabores de helado. Sian eligió uno de fresas y moras silvestres. Mientras que yo elegí uno de maracuyá, banano y ahuyama.
Nos sentamos en una de las mesitas del local. De repente, Sian se inclinó hacia mi dándome un beso suave en la mejilla. Sonreí, sintiendo una oleada de emoción.
En silencio, Sian se levantó y se estiró, ofreciéndome su mano. —Vamos a caminar un rato más.
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