"Mundos rotos, corazones unidos"
¿Qué quiero escuchar de Kaiden?
Esa es la única pregunta que resuena en mi mente. ¿Deseo que diga algo importante o solo quiero salir de esto lo antes posible?
O quizá... quizá sí quiero escuchar algo significativo de él.
Un pensamiento aleatorio se filtra en mi cabeza. Me siento culpable solo de considerarlo, pero lo necesito.
Cierro los ojos, respiro hondo y, con cautela, le susurro al oído las palabras qué deseo escuchar. Kaiden parpadea, visiblemente sorprendido. Pero, en lugar de apartarse, sus facciones se suavizan.
—Me gustaría escuchar: Estarás bien —dice con voz serena.
Me quedo quieta, sosteniéndole la mirada. Hay algo en su expresión que me sacude por dentro. Kaiden también está afectado.
Nuestros mundos están igual de rotos.
Kaiden se adelanta y se coloca en el centro del grupo. Se mueve con rigidez, como si cada paso le pesara. Sus hombros están tensos, sus puños cerrados, y aunque intenta mantener la compostura, puedo ver el temblor en su mandíbula.
Respira hondo, pero el aire que inhala parece no ser suficiente. Sus ojos recorren la sala, como si buscara una salida, como si una parte de él deseara huir antes de enfrentar lo que está por venir.
Lo miro fijamente. Siento un nudo en la garganta al verlo así, atrapado en un dolor que no ha podido soltar. Lleno mis pulmones de aire y, con toda la fuerza de mi voz, grito:
—¡ESTARÁS BIEN, KAIDEN!
El sonido resuena en la sala, fuerte, firme, inquebrantable. Rebota contra las paredes y se instala en el pecho de todos los presentes.
Kaiden parpadea varias veces, como si mi voz lo hubiera golpeado físicamente. Su respiración se agita. Un temblor sutil recorre su espalda, y entonces, sin que pueda evitarlo, las lágrimas comienzan a deslizarse por su rostro.
Lo veo bajar la cabeza, apretando los labios con fuerza. Sus hombros suben y bajan en un intento desesperado por contenerse, por no desmoronarse frente a todos. Pero yo lo veo.
Algo dentro de mí se quiebra al verlo así, y cuando intento repetir sus palabras, mi voz se rompe.
No lo pienso. No lo analizo. Simplemente, corro hacia él y lo abrazo.
Kaiden se aferra a mí de inmediato, con fuerza, como si temiera que, si me soltaba, caería en un abismo sin fondo.
Sus manos se hunden en mi espalda, su respiración es irregular contra mi cuello. Siento su angustia en cada estremecimiento de su cuerpo, en la manera en que sus dedos se aferran a mi camiseta como si yo fuera su única ancla en medio de la tormenta.
Y, en ese momento, lo entiendo.
No somos tan distintos.
Ambos estamos rotos, intentando sostenernos con lo que nos queda.
Cierro los ojos y lo abrazo con más fuerza, sintiendo cómo su dolor se entrelaza con el mío. Un entendimiento silencioso nos envuelve, uno que no necesita palabras, solo la certeza de que estamos aquí.
Que no estamos solos.
Que, de alguna manera, estaremos bien.
Cuando llega mi turno, las piernas me pesan. Me coloco en el centro, sintiendo todas las miradas sobre mí. Trago saliva con dificultad y cierro los ojos.
—Dime lo que quieres escuchar —dice Kaiden, su voz más suave que nunca.
El aire se me atasca en los pulmones. Lo sé, lo sé desde antes de ponerme de pie, pero no quiero decirlo en voz alta. Aun así, abro los labios y lo susurro.
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Bajo el mismo cielo roto
Teen FictionCuando el novio de Paige muere de manera repentina, el dolor la consume de una forma que casi la destruye. La pérdida parece derribarla por completo, pero pronto descubre que no es la única que está rota. Su odioso cuñado, Kaiden, el hermano gemelo...