Trato

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Al día siguiente en el bosque, Adrien al enterarse que las pequeñas prisioneras habían escapado, las estaba buscando y Félix estaba acariciando las plumas de su fénix, a veces la desesperación de Adrien pone sensible al majestuoso fénix.

Adrien: -¿Cómo puedes estar tan tranquilo sabiendo que no están?-

Félix, aun acariciando las plumas de su fénix, giró lentamente hacia Adrien, su rostro mostrando una mezcla de fatiga y preocupación.

Félix: -No estoy tranquilo, Adrien. Sé lo que está en juego y entiendo la urgencia de tu búsqueda. Pero también sé que actuar impulsivamente solo complicará las cosas aún más-

Adrien: -¡No puedo esperar más! Cada minuto que pasa es un minuto más que mi madre está perdida. ¿Cómo puedes pedirme que me detenga ahora?-

Félix: -No te pido que te detengas, solo que pienses en el costo real de tus acciones. Las chicas han escapado, y ahora Pequeñópolis está en alerta máxima. Si continuas por este camino, podrías causar una ruptura irreversible en el equilibrio entre nuestros mundos-

Adrien, sin embargo, no podía escuchar razón alguna. La desesperación nublaba su juicio, y cada palabra de Félix parecía caer en oídos sordos. Su mente estaba completamente enfocada en su madre y el deseo inquebrantable de recuperarla a cualquier precio.

Adrien: -Félix, no entiendes lo que significa perder a alguien tan importante. No tengo a nadie más, y si hay una posibilidad, por pequeña que sea, de traerla de vuelta, la tomaré. No importa el costo, no me importa Pequeñópolis, ni los equilibrios ni nada de eso. Solo quiero a mi madre-

Adrien cuando cree qué no puede encontrar a las diminutas, se desploma sobre sus rodillas, agotado, tanto físico como emocionalmente y de pronto lágrimas empezaron a brotar de sus ojos.

Adrien: -Tu no entiendes por lo que estoy pasando, no puedo seguir sin ella. Marinette y Kagami no están, era la única forma para recuperar a mi madre. Se me acaban las opciones-

Félix, viendo a Adrien en ese estado de desolación, se arrodilló a su lado. La tristeza en los ojos de Adrien reflejaba un dolor profundo, un dolor que Félix entendía más de lo que quisiera. Aunque su instinto le decía que debía seguir manteniendo el equilibrio entre los mundos, no podía ignorar el sufrimiento de su primo.

Félix: -Adrien, entiendo tu dolor. Perder a alguien a quien amas es una de las experiencias más devastadoras. Pero, al buscar a tu madre de esta manera, estás poniendo en riesgo mucho más que solo Pequeñópolis-

Adrien: -¡¿Qué pretendes que haga entonces?! ¿Rendirme y aceptar que mi madre se ha ido para siempre?-

El viento comenzó a intensificarse nuevamente, el mismo que hacía eco de su agitación interna. Félix observó con preocupación mientras las ráfagas se hacían más violentas, arrancando hojas de los árboles y levantando polvo del suelo.

Félix: -Adrien, por favor, escúchame. No te pido que te rindas, pero debes encontrar una manera diferente de buscar a tu madre. Podemos encontrar una solución sin que el equilibrio se rompa-

Adrien, aún en el suelo y con las lágrimas fluyendo, levantó la mirada hacia Félix con una mezcla de desesperanza y duda. Su mente estaba en conflicto entre el deseo de recuperar a su madre y el entendimiento de las consecuencias que sus acciones podrían acarrear.

Adrien: -No sé si hay una salida. Me siento atrapado en un laberinto sin fin-

Félix, con una expresión decidida, se levantó lentamente, ayudando a Adrien a ponerse de pie. El fénix, percibiendo el cambio en el ambiente, se posó cerca de ellos, sus plumas doradas brillando con una luz tranquilizadora.

Las Jovencitas Diminutas y MilagrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora