Castillo real

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Félix se detuvo un momento, observando a Adrien mientras este descendía del fénix. La preocupación en los ojos de su primo no pasó desapercibida. Sabía que Adrien estaba al borde de su resistencia emocional, y eso solo aumentaba la presión sobre él para mantener el control de la situación.

Félix: -Lo más importante ahora es mantenernos enfocados. Hemos logrado un pequeño avance, pero necesitamos estar preparados para cualquier eventualidad. Pequeñópolis no es un lugar común-

Adrien asintió, pero su mente seguía dividida entre la esperanza de recuperar a su madre y la creciente tensión de la situación. Se sentó en una roca cercana, dejando escapar un suspiro mientras observaba cómo Félix comenzaba a preparar el campamento en el claro.

Mientras Félix montaba el campamento, el silencio entre ambos se hizo más palpable, solo roto por el suave crujido de las hojas bajo sus pies y el crepitar de la madera que reunía para una fogata. Adrien, sentado en la roca, observaba a su primo, notando la manera meticulosa en que Félix realizaba cada tarea.

Adrien: -Félix, ¿cómo puedes mantener la compostura en todo esto? Yo siento que estoy a punto de romperme, y tú… simplemente sigues adelante, como si nada te afectara. ¿Cómo lo haces?-

Félix se detuvo un momento, colocando la última pieza de madera en la fogata antes de encenderla con un chasquido de sus dedos. Las llamas brotaron lentamente, iluminando el claro con una luz cálida y oscilante. Se giró hacia Adrien, sus ojos grises reflejando tanto el fuego como una profunda carga emocional que rara vez dejaba ver.

Félix: -Adrien, la verdad es que no es tan simple. Mantener la compostura no significa que no sienta nada. Lo hago porque es lo único que puedo controlar en medio de todo esto. La situación es difícil, y me preocupa tanto como a ti, pero si me dejo llevar por la desesperación, ¿cómo podré ayudarte?-

Adrien bajó la mirada, dejando que las palabras de Félix calaran en su mente. Sabía que su primo tenía razón, pero la frustración y el miedo seguían pesando en su corazón.

Adrien: -Es difícil no sentirse impotente cuando todo parece fuera de nuestro control. La idea de perder a mi madre… simplemente no puedo soportarlo-

Félix se acercó a Adrien, sentándose a su lado en la roca. El crepitar del fuego llenó el silencio que siguió, ambos sumidos en sus pensamientos. Finalmente, Félix habló, su voz más suave de lo habitual.

Félix: -Aunque el camino sea incierto, lo recorreremos juntos. Si mantenemos la calma y confiamos el uno en el otro, tendremos una mejor oportunidad de lograr nuestro objetivo-

Adrien levantó la vista hacia Félix, encontrando en su primo una fuente de apoyo que, aunque siempre estaba presente, no siempre había reconocido su esfuerzo.

Adrien: -Gracias, Félix. Sé que has hecho mucho por mí… A veces olvido que tú también cargas con todo esto, lo siento-

Félix: -No te preocupes por mí, Adrien. Solo quiero que estés bien. Juntos superaremos esto, pase lo que pase-

Adrien asintió lentamente, reconociendo el sacrificio y la dedicación de su primo. Aunque la situación seguía siendo sombría, había un pequeño rayo de esperanza, alimentado por la determinación compartida entre ambos.

Sus pensamientos se dispersaron entre recuerdos de su madre y los desafíos que aún les esperaban. Félix, por su parte, estaba atento a los sonidos del bosque, sus sentidos agudizados para cualquier indicio de peligro, mientras cuidaba de su fénix, que se estaba acomodando cerca de la fogata.

Mientras Félix acaricia suavemente las plumas de su fénix, mira a Adrien quien duerme con una expresión de serenidad en su rostro, y se siente un leve alivio al ver que su primo ha encontrado algo de paz en medio de la tormenta.

Las Jovencitas Diminutas y MilagrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora