Return to life, in another body

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Bueno, capítulo de hoy después de mucho.
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Alfred, a simple vista, era el mayordomo de la Mansión Wayne.

Para el mundo exterior, él era un hombre de apariencia sobria, a menudo subestimado por quienes solo veían su papel de servicio.

Sin embargo, lo que muchos desconocían es que detrás de su impecable uniforme y sus modales de caballero inglés, Alfred guardaba una sabiduría acumulada, conocimientos profundos sobre la vida y un amor desbordante por su familia, un amor que iba mucho más allá de cualquier obligación laboral.

Para Alfred, ellos no eran simplemente los Wayne; eran su familia en el sentido más puro y sincero.

Bruce, quien para muchos era una figura imponente y sombría, era, para Alfred, su hijo. Lo había criado desde niño, dándole no solo sustento y educación, sino un hogar y una guía moral. Con cada decisión y cada acto, Alfred había ayudado a Bruce a caminar por la delgada línea entre la luz y la oscuridad, evitándole caer en el abismo de venganza y dolor en el que podría haber sucumbido sin su apoyo.

No solo era el cuidador de la casa; era el guardián de la familia Wayne, el hilo invisible que mantenía unidos a todos los miembros.

Cuando Bruce comenzó a adoptar niños y a traer nuevos miembros al hogar a lo largo de los años, Alfred los acogió como sus nietos, cada uno de ellos con sus personalidades, sus pasados difíciles y sus propias batallas personales.

Sabía que cada uno necesitaba algo diferente, y así como un jardinero cuida plantas de especies distintas, Alfred dedicó su tiempo y su esfuerzo a dar a cada nieto lo que necesitaba para florecer.

Si Bruce tomaba la decisión de adoptar a alguien nuevo, Alfred ya había anticipado la llegada.

Aunque tenía sus quejas, pero no podía hacerle frente cuando se encariñaba con el niño, pero eso sí, se aseguraba de darle siempre sermones a Bruce sobre adoptar.

Siempre tenía preparado una habitación en la mansión, acomodado las sábanas y dispuesto el cuarto con detalles pensados para que ese nuevo miembro se sintiera bienvenido desde el primer momento.

Sabía que los niños que Bruce adoptaba no eran niños comunes; venían con cicatrices, miedos y corazones heridos.

Y Alfred estaba ahí para ser el hombro en el que pudieran apoyarse cuando el peso del pasado se volviera demasiado abrumador.

Cuando cualquiera de sus nietos necesitaba algo, Alfred siempre parecía estar un paso adelante, casi como si leyera sus pensamientos. Si alguien estaba agotado después de una larga noche de patrullaje, ya tenía una taza de té o un café caliente esperándolos. Si alguien sufría una herida, no necesitaba pedir ayuda; Alfred ya estaba ahí, con el botiquín preparado, con las palabras de consuelo que calmaban incluso los dolores más profundos.

Si uno de sus nietos encontraba una pareja y Bruce, con su carácter protector, mostraba reservas o inquietudes, Alfred intervenía discretamente, recordándole a Bruce que cada uno de sus hijos necesitaba vivir sus propias experiencias. A menudo, manejaba estas situaciones con tanta gracia que Bruce ni siquiera notaba cómo, poco a poco, iba aceptando las relaciones de sus hijos y apoyándolos.

Claro que primero les daba cierta "charla" a las parejas de sus nietos o de sus hijos.

A excepción de Stephanie, a ella la acepto rápido cuando ella hizo su anuncio de ser la pareja de Cassandra.

Fue la única a quien le vio el ojo bueno, claro que tuvo una charla con las dos pero les dio sus felicitaciones y un abrazo.

Pero Alfred no se detenía ahí con solo eso. Con el tiempo, al ver a sus nietos crecer, Alfred comenzó a prepararse para lo que sabía que sería una nueva y maravillosa etapa: la llegada de bisnietos.