Capitulo Dos

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En el silencio denso que siguió a esa declaración asombrosa, Fluke observó la cara empapada en licor de Ohm... ¡y deseó que el brandy siguiera en la copa para poder arrojárselo otra vez!

—¿Có... cómo te atreves? —expuso con trémula indignación y ojos brillantes como diamantes a punto de llorar—. ¿No crees que ya me han humillado bastante sin necesidad de que te burles de mí como si fuera algo gracioso?

—No es una broma —garantizó Ohm. No había nada de gracioso en el modo en que había estado deseando a Fluke durante semanas.

No, la broma radicaba en oírse a sí mismo reconocerlo.

Dándole la espalda, sacó el pañuelo que jamás usaba y que sus diversas amas de llave insistían en guardarle en un bolsillo de las chaquetas de sus trajes.

Se limpió el brandy y luego miró la expresión aturdida en los ojos de Fluke.

—Tienes una idea extraña sobre los hombres si crees que el pelo echado hacia atrás y la ropa abotonada hasta arriba impiden que sientan curiosidad por descubrir qué intentas ocultar —lo miró parpadeando y él emitió una risa peculiar—.

No a todos nos gustan las estrellas de pop delgadísimos que acaban de salir del instituto —explicó—. A algunos hombres les gusta encontrar un buen reto en vez de que les sea entregado en bandeja.

Bajó la vista a la forma delicada y frágil de su cuerpo bajo la chaqueta. Fue pura defensa propia lo que lo impulsó a cruzarse de brazos tratando de ocultarse.

Los ojos de Ohm se oscurecieron al volver a mirarlo a la cara y Fluke supo entonces de qué hablaba.

— ¿Quieres desplegarte y satisfacer mi curiosidad? —invitó—.

Lo suponía —sonrió ante su expresión atónita.

—¿Por qué me haces... me dices estas cosas? —susurró con sincero desconcierto—. ¿Piensas que porque presenciaste lo mismo que presencié yo tienes derecho a hablarme como si fuera un cualquiera?

—No sabrías cómo serlo ni, aunque en ello te fuera la vida

—esbozó una sonrisa burlona—. Una gran parte de la fascinación que ejerces en mí es que con un hermano como el que tienes, seas como eres.


Fluke siguió mirándolo, tratando de descifrar qué había podido hacer para merecer eso.

—Bueno, tú estás siendo abominable, y no hay nada fascinante en ser así.

Al levantarse de golpe el bolso se le había caído al suelo. Se inclinó para recogerlo, y luego, con la máxima dignidad que pudo mostrar, se volvió con el fin de marcharse.

—Tienes razón —corroboró él.

—Lo sé —asintió y dio un paso vacilante hacia la puerta y lo oyó respirar hondo.

—De acuerdo —gruñó Ohm—. Lo siento. ¿Está bien?

—Yo no te pedí que me trajeras aquí —Fluke irguió los hombros—. Jamás te he pedido que hicieras algo por mí. Sí, mi hermano es un cerdo. Tu hermanastro es un cerdo. Aparte de eso, tú y yo no tenemos nada en común ni nada que decirnos.

Dio otro paso en dirección a la puerta con el deseo de largarse de allí cuanto antes, rezando para que las piernas lo sostuvieran mientras huía.

Su teléfono móvil empezó a sonar.

Fue como si un caos nuevo llegara para agitar aún más el caos ya presente, porque otro teléfono también se puso a sonar en alguna parte de la casa y los pies de Fluke se detuvieron confusos por el sonido combinado.

Culpable o InocenteWhere stories live. Discover now