Capitulo nueve

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¿Qué quieres? —demandó Fluke con frialdad.

Oyó el suspiro de alivio de su hermano.

—No estaba seguro de que aún usaras este número de móvil —explicó Earth.

Fluke no dijo nada y dejó que el silencio se extendiera.

—De acuerdo, no quieres hablar conmigo —reconoció Earth—. Pero yo no necesito hablar contigo, Fluke, es sobre... sobre nuestros padres. —

¿Qué... les pasa? —preguntó.

—Nada... todo — Earth volvió a suspirar —. Escucha... estoy en Atenas. Vine esta mañana sin decírselo a nadie y he de regresar a Londres por la tarde antes de que se me eche en falta. ¿Te reunirás conmigo para... hablar de ellos? Créeme, Flukie, es importante o yo no estaría aquí.

Lo que le informaba de que Earth deseaba tanto como él ese contacto.

Pero si había realizado ese vuelo para verlo, entonces lo que tuviera que decirle debía de ser serio. Sus padres... esa debilidad llamada amor, le estrujó el corazón.

—De acuerdo —concedió —. ¿Quieres venir aquí para que podamos...?

—Santo cielo, no. No tengo ningún deseo de encontrarme con Ohm, gracias. Me pone los pelos de punta.

—No está.

—Pero no pienso correr el riesgo. En el aeropuerto contraté una limusina. Dime el sitio que quieras que no sea tu casa y le indicaré al chófer que me lleve allí.

Fluke miró la hora, luego mencionó una cafetería en la Plaza Koloniki y oyó a Earth consultar con el chófer antes de responder.

—De acuerdo. Podemos estar allí en una hora.

No se le ocurrió cuestionar el plural empleado, ni que su hermano, que únicamente pensaba en sí mismo, viajara desde Inglaterra para hablar de sus padres cuando habría sido mucho más rápido y fácil hacerlo por teléfono.

Sólo cuando una limusina se detuvo en la plaza y un hombre bajó del vehículo en vez de Earth comprendió que había dejado que lo engañaran.

La simple curiosidad hizo que se quedara quieto mientras observaba a Mean detenerse para mirar alrededor, oculto detrás de unas gafas de sol, e inspeccionar todo el lugar antes de continuar caminando hacia él. Con un traje de marca, claro e informal, y una simple camiseta blanca, parecía el de siempre. El cabello le brillaba bajo el sol y no hubo una sola mujer que no se volviera para mirarlo, pero a pesar de su innegable atractivo, en ese momento para Fluke no era más que un extraño.

Al llegar a su mesa, Fluke se reclinó en la silla y esperó que se sentara.

—¿Todavía me odias, caro? —fue lo primero que dijo.

—¿Earth no se va a unir a nosotros? —preguntó Fluke.

—No —sentándose, vio a un hombre próximo a ellos que hablaba por teléfono.

—Yo diría que dispones de unos cinco minutos para decir lo que has venido a decir —le confirmó Fluke.

Volvió a centrarse en él, y se quitó las gafas y algo extraño apareció en las profundidades marrones de sus ojos.

—Estás distinto —murmuró —. Esa ropa te sienta bien.

—Gracias.

—Creo que debería...

—Ve directo al grano —le sugirió—. Ya que ninguno de los dos quiere ver aparecer a Ohm en su desfile de coches.

Mean hizo un mueca, entendiendo muy bien a qué se refería. Metió una mano en el bolsillo interior de la chaqueta y extrajo unos documentos doblados.

Culpable o InocenteWhere stories live. Discover now