Capítulo diez

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La mano de Ohm se convirtió en un brazo alrededor de sus hombros que contuvo sus temblores.

En pocos segundos quedó envuelto por su estatura, su fortaleza y su sombría determinación mientras hablaba en griego con el operario al tiempo que Rasmus aparecía al lado para recoger con calma su bolsa.

—No... —intentó detenerlo—. No quiero...

—No montes una escena, amor mío —murmuró Ohm—. La prensa nos está observando.

De pronto se vio rodeado por sus hombres de seguridad. Antes de que pudiera comprender lo que sucedía, lo condujeron por el aeropuerto como una excavadora humana, sin poder ver hacia dónde iban al tiempo que el brazo de Ohm lo retenía pegado a él.


Las puertas se abrieron para ellos como por arte de magia. Después de haber pensado que lo llevaba de vuelta al apartamento, lo sorprendió caminar por la pista hacia lo que parecía un helicóptero por el fugaz vistazo que obtuvo de los rotores ya en marcha.

Estalló el pánico.

—¡No pienso subirme allí contigo! —se detuvo, obligando a los hombres a no chocar con él.

Soltándose, giró en redondo.

Ohm dio una orden que hizo que los hombres fornidos se dispersaran.

Entonces lo alzó en brazos y completó el resto de la distancia que los separaba del helicóptero.

Asustado, Fluke metió la cabeza en su hombro y no volvió a alzarla hasta que Ohm lo depositó en un asiento. En cuanto lo soltó, le lanzó los puños.

Él decidió no notarlo y le abrochó el cinturón de seguridad.

—Te odio —no paraba de decirle Fluke—. ¡Te odio! ¡Te odio!

—Guárdatelo para después —repuso Ohm.

Fluke jamás le había visto una expresión más dura.

—Pero ¿por qué me haces esto?

No contestó, simplemente retrocedió para dejar que seis hombres entraran en el helicóptero y se sentaran como ratas con trajes negros en los asientos que había delante y detrás de ellos.

Fluke cerró los ojos y se afanó en no dejar que el pánico que lo inundara creciera aún más.

Ohm se atrevió a mirarlo a través del espejo situado encima de los controles de la cabina.

Tenía los ojos cerrados con fuerza, los labios entreabiertos y estaba trémulo y pálido.

Todo le recordaba la última vez que casi lo había secuestrado de esa manera... salvo por el cabello, revoloteando en torno a su rostro blanco y hermoso... ¡Tan hermoso! Sintió un nudo en el estómago y tuvo que dejar de mirarlo.

No tardaron mucho en llegar a su destino.

Aterrizaron cuando el sol proyectaba una cálida luz rojiza dorada. Nada más tocar tierra, vio que Fluke se debatía con el cinturón de seguridad...

Se dijo que tal vez debería dejarlo escapar, porque sabía que en ese momento él mismo no se encontraba en un estado mental apropiado para su propia seguridad.

Rasmus le soltó el cinturón de seguridad porque no parecía que Fluke pudiera hacerlo.

También lo ayudó a pisar suelo firme con una gentileza inusual para un hombre tan duro.

Después de ayudarlo, le dirigió una mirada de disculpa.

Por algún motivo, ese gesto pudo con Fluke.

Culpable o InocenteWhere stories live. Discover now