El ojo de Londres

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Desperté y en vez de ver la noche vi un cielo radiante y  sentí un frió que calaba en los huesos. ¿Cómo pude dormir más de ocho horas? El tiempo se acababa y tenía que conocer Londres con el poco dinero que me quedaba.

Todo aeropuerto estaba lejos del centro de la ciudad, así que si del aeropuerto hasta aquí fueron 18 libras tal vez en mi excursión afuera sea la mitad.

Fui hacia las bañeras, el agua estaba caliente ( al menos), salí y me alisté con toda la ropa que pude ponerme y no me viera como pordiosera. Corrí hacia recepción y pregunte dónde estaba el Big Ben.

 La mujer me mostró un mapa de la ciudad y marcó con rojo mi destino.


-¿Cuántos años tienes?- Su expresión era menos reluctante que ayer, cuando solo levanto la cara del pequeño televisor analógico y pareció prestar atención a la clienta que tenía enfrente cuando ésta le preguntó por el baño y escaleras.

-19-Dije un poco apresurada y frustrada al no saber nada de aquí- ¿Puedo llamar al taxi desde aquí? Puedo pagar la llamada, la verdad mi celular tiene el roaming y ni siquiera se la lada.

-Claro...- Sus ojos se entrecerraron examinándome mientras yo marcaba el número del taxi que estaba en la tarjeta que me dio, no era una mirada hostil, era más como si estuviera curiosa pero trataba de ocultarlo.

-Oh, me olvidaba, ¿Cuál es la dirección del motel?

-Smidthfieldton Street # 2819.

Smi algo que no pude entender street. Fácil pedir una calle así ¿Eh? Esto no funcionaba.

-¿Puede pedir el taxi mejor por mí?, no estoy muy segura- Y si el acento era un poco difícil de entender en persona, en teléfono era una pesadilla.

-Claro

-Los taxis solo pueden andar por la avenida principal

Eso retumbó en mi cabeza y parece que lo refleje

-No te preocupes, solo camina todo derecho hasta que topes con la séptima calle que este perpendicular, ahí pasan muchos taxis

-No debería llevar la bolsa entonces.- Y empecé a rebuscar entre el interior de mi cartera y bolsa para llevar solo lo necesario-

-No hay muchos rateros aquí,pero sí, es preferible que la guardes ¿De dónde eres?-Preguntó al fin.

-España

-¿Y vienes sola? Es extraño y más que una forastera joven se hospede aquí.

-Es bueno saber que soy la primera.- Reí un poco nerviosa porque nunca estuve acostumbrada a las preguntas de la gente y más porque estas nunca las hacían.- Bueno, nos vemos señora...

-Thompson

Asentí esbozando una sonrisa y salí.


Pasé las calles sin ningún problema mas que la brisa fría que enfriaba mis pulmones. La gente se me quedaba mirando; no sé porque. Entre más caminaba examinando las casas me di cuenta que estaba en el error de pensar que aquí no había pobreza, que todo era lujo.Claro estaba que no lo eran tanto como en otros países, pero aún así.

A decir verdad no recuerdo haber visto ninguna zona como ésta en los documentales de las olimpiadas; ningún pobre, es más, ninguna basura volando entre las calles. Tal vez aquí eran mejores en ocultar las cosas.

Subí al taxi y emprendí mi segunda parada.

Era de esperarse que casi me pegara un infarto al verlo. Pagué 6 libras y me dirigí al bello reloj neogotico. Esperaba ver una fila enorme de turistas pero era una corta para entrar y muchas personas alrededor tomando fotos y haciendo poses, bueno, no culpo a los turistas normales de no quererse levantarse a las 8 a.m en sus vacaciones ordinarias. Los de la fila me miraban extraño al ponerme detrás de ellos. Una mujer con un niño en brazos me pregunto si era de por aquí.

-No, vengo de España. Disculpe ¿A qué hora abren?

-Oh, lo siento querida pero solo está abierto para los ingleses, pero puedes subir a un double decker bus y ahí dan un tour e info de la torre y, em, oh, creo que es solo 15 minutos.- Me dijo todo esto con la mirada y tono de voz tan condoliente que no sabia si sentía más pena por mí o por ella.

Al final no supe que decir y me fui. Era uno de los puntos de mi lista, uno de los que siempre había soñado desde niña. ¿Cómo podían dejarlo solo al público local? .

No supe ni como llegue a una banca. Estaba muy enojada, demasiado que casi tuve el atrevimiento de patear un bote de basura en plena luz del día, pero solo patalee el piso debajo de mis pies, sentada y con la cabeza cabizbaja sollozando. Tenia que calmarme pero no podía, era una cosa ridícula por lo cual enojarse, lo sé, pero aun así tenía mucha rabia. Ahogué un grito contra mi bufanda, después otro y otro hasta que tuve la cara tan roja y empapada que la cabeza me empezó a doler, iba a comprar una caja de paracetamol cuando me di cuenta que no había tomado mi medicamento que aliviaba estos cambios de humor en mi persona. 

Compré una botella de agua en un establecimiento y me metí al baño a medicarme y calmarme.

Cuando salí me sorprendió que la mujer de hace 20 minutos estaba caminando hacia mí con su niño en brazos y una sonrisa.

-Niña, pero todavía puedes ir al London Eye, ahí no prohíben los turistas, mira, tengo un boleto, pagamelo aquí y no tienes que hacer doble fila para comprarlo y subirte.

Todo en ella me parecía de muy buena fe pero no lo quise aceptar.

-De verdad, acéptalo, no es regalado así que no veo nada de malo en esto, además deje a mi esposo en la fila y creo que ya vamos a pasar, somos de aquí y esa rueda de la fortuna ya es vieja para nosotros- Hizo un gesto con la boca chistoso y me hizo sonreír-

-¿Cuánto es?- Dije no del todo confiada y un poco tímida-

-9 libras

-Aquí esta, de verdad, muchas gracias.

-Tu fila es allá- Señalo mostrando el camino- Diviértete.

Reí de alegría y caminé hacia ese punto, era una fila larguísima pero si pude ahorrarme otra ya con el boleto en mano ¿Qué tenía que perder?

Espere casi una hora y media pero valió la pena.


Entre a una cabina con muchas personas pero aún quedaba espacio. Grité cuando nos elevamos pero esta vez de felicidad y con un poco de dolor de garganta. Juro que parecía que estaba volando y no había nadie más conmigo. El cristal de la cabina era tan limpio que parecía que no estaba allí. Al llegar a la máxima altura pensé que mi corazón se iba a salir de mi pecho. Veía los edificios y los puentes con el agua acarreando pequeños  barcos y canoas.  Todo era tan limpio, tan claro que parecía que una eternidad aquí arriba era mejor que abajo.                                            Los árboles, las nubes, todo era tan perfecto... Y en ese momento comenzamos a descender.




Olivia y el tren de lluvia  (Olivia and the London rain)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora