Si hubiera espinas

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La anciana cumplía ya 77 años. 

77 años de un legado de amargura. Siempre vivió dando lo mejor de sí y ni eso era suficiente cuando se tenían 9 hijos a los cuales mantener y un marido postrado en la cama con una enfermedad terminal. Su apoyo y el amor de su vida muriéndose.

Llegó a un punto donde no tuvo ni que comer y el peso de la responsabilidad la forjó a ser más dura. Pasaron los años, sus hijos crecieron y formó una nueva vida pero su pesadumbrez seguía ahí. Llegó a la ciudad de Monterrey con su único hijo más pequeño y él era su única esperanza, su nuevo soporte y compañero, pero al pasar los años la madurez llegó a éste y el deseo de formar una vida aparte se hizo presente.

La chica rubia llegó a vivir con ellos sin saber el error que cometía. Con un poco de recelo la madre del chico vio cada día como su amor crecía y se solidificaba hasta que el sentimiento se convirtió en otra vida.

Esa vida pura la entretenía y le daba más cariño que alguno de sus hijos alguna vez le había dado. Con sus ojos color marrón y su pelo ondulado color café  brillante tenia el semblante de su padre pero con un poco más de dulzura. Su vida se sentía bien y feliz.

Al ver que contra la pobreza y las adversidades de hace poco más de dos décadas su hijo había prosperado y su descendencia siguió con esa niña, se sintió plena. Era una dicha que toda madre soñaba. Pero ahora todos esos recuerdos implicaban nostalgia y dolor y era mejor guardarlos muy dentro de sí misma. Tan adentro que ni siquiera podía percibirlos a veces.

Terminó su rutina de limpieza diaria en su casa de 12 cuartos y dos patios. Eso la ayudaba a pasar los días sin pensar en que sentido tenia cada día.

Barrer, trapear, fregar, lavar, sacudir, acomodar y perderse en el proceso era su pan de cada día.

Se dio una ducha y se dispuso a sentarse a rezar. Se quedó dormida como de costumbre a medio rosario e hizo un esfuerzo para levantarse y cerrar el pestillo de la puerta principal de la casa y tener todo como debía de ser, todo en silencio y se acostó en su cama.

Oyó un sonido como de un vidrio rompiéndose en medio de sus sueños pero sabía que fue algo muy real como para ser solo un sueño. Despertó y no había nada fuera de lo común, salvo el vidrio de la cocina a un lado de la puerta roto. Revisó todos los lugares donde guardaba su dinero, joyas y otras cosas importantes. No había nada.



Olivia y el tren de lluvia  (Olivia and the London rain)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora