El aire estaba cargado de tensión, con cada movimiento resonando con la fuerza de dos guerreros dispuestos a desafiar el destino. Konan y Run flotaban en el cielo, sus ojos fijos en el objetivo, mientras cada uno desplegaba su estrategia.
Run fue el primero en moverse, lanzando un par de plumas perforantes con una velocidad mortal. Las plumas surcaron el aire, buscando perforar a su oponente, pero Konan reaccionó de inmediato. Usó su habilidad para controlar el papel, envolviendo las plumas en una capa de hojas que las absorbió sin dificultad, creando una explosión de fragmentos al contacto.
Konan no perdió tiempo. En un abrir y cerrar de ojos, hizo que las hojas se reconfiguraran, transformándolas en una nube de shurikens cargados con sellos explosivos. Los proyectiles giraron a gran velocidad, como un enjambre de abejas venenosas, buscando atrapar a Run. Con un rápido movimiento, Run se deslizó hacia un lado, esquivando los shurikens que estallaron al impactar el aire, creando una ráfaga de fuego y escombros. El suelo bajo él tembló, pero su agilidad lo mantuvo fuera de peligro.
Aprovechando su distancia, Run desplegó sus alas con un poderoso golpe. Sus plumas se agitaron como flechas y se dispararon hacia Konan. Sin embargo, ella ya había anticipado el ataque. Formó una capa de papel en su frente que se expandió, bloqueando las plumas de manera precisa, sin un solo rasguño en su figura. Konan reaccionó con un giro hacia el costado, liberando una ráfaga de hojas afiladas que se lanzaron hacia Run con la velocidad de un torbellino. Run, con gran destreza, realizó un ágil giro en el aire, evadiendo las hojas que pasaron a centímetros de su piel.
No dispuesto a quedarse atrás, Run aceleró su vuelo, desdibujándose en el aire con una velocidad impresionante. Intentó tomar ventaja de su agilidad para acercarse a Konan y atacar de cerca, pero Konan ya lo había anticipado. Con un movimiento de su mano, decenas de hojas se agruparon alrededor de ella, formando una defensa impenetrable. Run lanzó sus plumas perforantes, pero las hojas se reorganizaron, absorbiendo cada ataque con una precisión perfecta.
Konan aprovechó la oportunidad para crear una cadena de papel que, con un solo tirón, se disparó como un látigo hacia Run. El latigazo de papel se enrolló alrededor de sus alas, inmovilizándolo momentáneamente. Sin perder tiempo, Konan transformó las hojas en una masa compacta que se abalanzó sobre él con la fuerza de una tormenta.
Run, aún atrapado, no perdió la calma. Utilizó su habilidad para volar a gran velocidad, desgarrando el aire con sus alas y liberándose del agarre de las hojas. El esfuerzo fue agotador, pero logró escapar a tiempo, aunque las explosiones de las hojas que se desintegraban detrás de él lo hicieron tambalear.
Konan no dejó de atacar. Esta vez, en lugar de usar la misma táctica, optó por crear múltiples fragmentos de papel que giraron a gran velocidad, formando un vórtice mortal alrededor de Run. Sin embargo, Run reaccionó a tiempo. Con un ágil movimiento, sus alas cortaron el aire y crearon una onda de choque que disipó el vórtice, aunque la fuerza de la explosión lo empujó hacia atrás, dejándolo momentáneamente fuera de equilibrio.