Capitulo Cinco

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Bostezando, Fluke abrió el grifo para llenar el cubo de la fregona de agua caliente y empezó con su rutina diaria para abrir el local. Sin embargo, sus pensamientos estaban a miles de kilómetros de allí, recordando la noche anterior. No dejaba de revivir cada imagen, cada conversación. Y, sobre todo, el increíble beso de buenas noches de Ohm.

Durante un momento, recordó la extraña sensación de asombro que había percibido en los ojos de él.

Luego, meneando la cabeza con impaciencia, trató de olvidarlo.

Durante tres largos años, no le había gustado ningún hombre. ¡No era raro que se sintiera sobrepasado después de haber sido besado por un experto como Ohm Thitiwat!

Con una mueca, caviló que, sin duda, él había logrado tal destreza en sus besos después de haber probado muchas bocas de diferentes parejas. Debía de ser especialista en besar, seducir y seguir con su vida. Parecía el típico hombre decidido a evitar las relaciones serias.

Bueno, él lo entendía. En ese momento de su vida, sintiéndose libre por primera vez, él opinaba lo mismo. No quería compromisos, ni complicaciones. Solo quería divertirse y pasarlo bien.

Mientras metía los croissants en el horno, torció el gesto. Esa relación divertida y sin ataduras no iba a llegar a él de la mano de Ohm Thitiwat. Él lo había besado y se había ido sin mirar atrás. No había querido nada más de él que una sola noche.

¿Y si no hubiera sido así?, se preguntó, de pronto, sacando la mantequilla del frigorífico.

Otra vez, revivió ese momento en que sus miradas se habían entrelazado y él le había comunicado un mensaje sin palabras que no lograba descifrar. ¿Qué importaba, de todas maneras?, se dijo, meneando la cabeza. Ohm había salido de su vida tan rápidamente como había entrado y no iba a volver a verlo. Su delicioso beso de buenas noches había sido la guinda del pastel, después de la espléndida noche que habían pasado.

En el presente, tenía mucho pan que untar con mantequilla todavía.

Ohm estaba corriendo. Iba rápido, pero no lo bastante. Aceleró la marcha en la cinta mecánica para correr, acelerando el paso. Aun así, no podía quitarse de la cabeza el beso que había compartido con Fluke.

No podía dejar de pensar en la sensación de su boca, suave y sensual, el sabor de sus dulces labios... Todavía podía sentirlo, a pesar de que había pasado ya una semana y estaba de regreso en Atenas. Todavía recordaba las palabras que no había pronunciado, las mismas que había estado a punto de susurrarle a Fluke...

«No dejes que la noche termine todavía. Vuelve conmigo. Quédate a dormir conmigo».

Era lo que él había estado a punto de rogarle.

Sin embargo, cuando sus bocas se habían separado y, todavía aferrado a él, él lo había contemplado con sus

preciosos ojos brillantes de impotencia y perplejidad, se había quedado mudo. No había sido capaz de pronunciar las palabras.

Y sabía por qué.

Invitarlo a pasar la noche con él no habría sido justo para Fluke. No lo conocía lo bastante bien como para arriesgarse. Era posible que, después de compartir un encuentro íntimo, Fluke esperara cosas que él no podía darle. No podía ofrecerle nada más que una aventura fugaz y pasajera.

No, no era un hombre sin sentimientos, ni disfrutaba de rechazar a las personas que caían a sus pies. Preferiría que nadie se enamorara de él. Preferiría que compartieran su punto de vista sobre las relaciones, como algo a corto plazo.

Atrapado por el griegoWhere stories live. Discover now