Capitulo Diez

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Ohm salió de la oficina y se dirigió al coche que lo esperaba en la calzada.

El cielo se había nublado y el viento olía a lluvia. La televisión había anunciado un tifón inminente en Hong Kong.

De regreso en su hotel, comprobó que las noticias habían dado alerta roja.

Apretó la mandíbula. Tenía más reuniones concertadas, pero, si el tiempo empeoraba, tendría que retrasarlas.

Cuando había un tifón en la isla, los coches no podían circular y la población debía quedarse en sus casas hasta que todo pasara.

Desde su suite en el hotel, con vistas a la bahía, contempló cómo algunos barcos regresaban a puerto para cobijarse de los furiosos vientos. Todo apuntaba a que su vuelo a Londres iba a ser cancelado.

Frustrado, se dijo que lo último que quería era verse atrapado en Hong Kong.

Había encargado a su agencia de seguridad que buscara a Fluke. Y eso llevaría tiempo, pensó.

Automáticamente, revisó su correo electrónico en el móvil. Ninguna novedad.

Debía tener paciencia. Pero no estaba de humor para ser paciente. Ni lo más mínimo.

Fluke tomó el metro hacia la sede londinense del Banco Thitiwat. Hacía calor y estaba abarrotado, lo que incrementó sus náuseas.

Debería haber llamado primero, pero no había sido capaz. Lo más probable era que Ohm no estuviera en Londres. Pero, tal vez, podría hablar con su secretaria, averiguar dónde estaba y cómo podía ponerse en contacto con él. En el peor de los casos, podía dejarle la carta que le había escrito, que llevaba en el bolso. En él, le decía lo que le tenía que decir...

Fluke la había escrito la noche anterior, rompiéndose la cabeza para encontrar las palabras adecuadas.

Aunque no había forma adecuada de darle tan mala noticia. Su aventura de vacaciones había terminado de un modo que ninguno de los dos había previsto.

Una vez más, lo atormentaron los abrumadores sentimientos encontrados que lo habían asaltado cuando lo había descubierto. Su cabeza era un campo de batalla entre dos ideas conflictivas.

«¿Qué voy a hacer?», se preguntó a sí mismo.

El metro llegó a otra estación y se abrieron las puertas. Salió más gente. Luego, se cerraron y el tren continuó su marcha, atravesando un túnel.

«¿Qué voy a hacer?», se repitió.

Estaba embarazado de un hombre con quien solo había tenido una aventura pasajera. Esa era la sórdida realidad. Era lo último que había creído que pasaría.

Fluke solo había querido libertad para hacer lo que quisiera, después de tantos años cuidando a su abuelo. No había querido más ataduras, ni más responsabilidades.

De pronto, entonces, recordó las palabras de Ohm cuando se había alejado de esa pareja tan mal avenida en el hotel del congreso, en las Bermudas.

–«Nací yo y todo se estropeó».

Eso era lo que él había dicho, revelándole sus miedos, sus heridas. Ohm estaba determinado a no arriesgarse a repetir lo que sus padres habían hecho.

En el presente, sin embargo, gracias a él, se iba a encontrar en la misma situación.

Fluke hizo una mueca con una mezcla de emociones que le cortaban como cuchillos... miedo, duda y un fuerte instinto de protección.

Atrapado por el griegoWhere stories live. Discover now