Desde el otro lado de la calle, una sombra se ocultaba tras un muro, observando atentamente a través de la ventana.
Sacó el celular de su bolsillo y, tras un rápido vistazo al interior de la casa, marcó un número. El tono apenas sonó dos veces antes de que alguien contestara al otro lado de la línea.
—¿Ya tienes algo planeado?—preguntó una voz impaciente.
La figura detrás del muro esbozó una leve sonrisa, aunque no podía ser vista.
—Sí—respondió con seguridad—. Todo está listo. Pronto podre comenzar.
Michikatsu y Kaigaku se encontraban en la entrada de la casa, bajo el tenue resplandor de las farolas.
—Ya es hora de que me vaya—dijo, mirándolo con una dulce sonrisa—. Tengo algunos asuntos que resolver, pero de verdad me la pasé genial contigo.
Kaigaku asintió, sonriendo con una mezcla de satisfacción y orgullo.
—Eso me alegra, Michikatsu. Me enorgullece saber que te divertiste.
Los dos se despidieron con un breve abrazo. Michikatsu se dirigió al auto, se subió y, antes de arrancar, le dedicó a Kaigaku una última despedida, levantando la mano y agitando de un lado a otro mientras el vehículo comenzaba a avanzar. Kaigaku observó el auto alejarse hasta que desapareció de su vista.
Michikatsu llegó poco después a su hogar: una majestuosa mansión, rodeada de jardines bien cuidados y con una fachada imponente. Al cruzar el umbral, algunos sirvientes se acercaron para darle la bienvenida con un respetuoso saludo. Él les respondió con una inclinación de cabeza y continuó su camino hacia el segundo piso.
Subió las escaleras hasta detenerse frente a la habitación de su hermano. Tocó suavemente y, al no recibir respuesta inmediata, abrió la puerta con cuidado, asomándose.
—Yorichii, ¿sabes si nuestros padres ya llegaron?
Yorichii, que estaba leyendo en su cama, levantó la vista y negó con la cabeza.
—No, salieron de nuevo para resolver unos papeles del trabajo. No estarán en casa para la cena.
Kokushibo soltó un leve suspiro y esbozó una sonrisa resignada.
—Gracias, Yorichii.
Cerró la puerta lentamente, caminó hacia su propia habitación y se quedó unos segundos en el pasillo, sumido en sus pensamientos, antes de finalmente entrar y caer sobre su cama y soltó un largo suspiro. Miró el techo unos segundos, intentando despejar su mente, pero pronto recordó los documentos que debía revisar por encargo de sus padres. Tomó una pila de papeles que estaban sobre su escritorio; eran contratos y formularios necesarios para que pudiera heredar una parte de los terrenos familiares, así como el puesto de responsabilidad que venía con ellos.
Para Michikatsu, aquellos documentos no eran más que un montón de papeleo aburrido. Pero sabía que sus padres esperaban que cumpliera con esa obligación, así que, con resignación, tomó una pluma y comenzó a llenar uno tras otro.
Así pasó el resto de la tarde, concentrado en su tarea mientras el cielo, visible desde su ventana, comenzaba a teñirse de un tono anaranjado, anunciando el final del día. Finalmente, cuando la monotonía de los documentos comenzaba a pesarle, Kokushibo decidió tomar un breve descanso.
Fue entonces cuando sintió la vibración de su celular. Al desbloquearlo, vio una notificación que le sacó una pequeña sonrisa: era un mensaje de Kaigaku.
—¿Qué estás haciendo?—decía el mensaje.
Sonrió y respondió rápidamente.
—Nada interesante. ¿Y tú?
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El alfa que me enamoró..
RomanceKaigaku Agatsuma, un Omega dominante que no estaba interesado en tener una relación con un alfa o beta, y además le parece absurdo el "amor". Se gradúa de la secundaria y entra en una nueva etapa, donde conoce a dos nuevos gemelos, específicamente...