Capitulo 8. La, ¿cita?

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Los rayos de luz alcanzaron posarse en el rostro del azabache, colocó su antebrazo a la altura de sus ojos evitando el contacto con ellos.
Luego se levantó, despertando a su alrededor con varias bolsas de frituras, y revistas, cuadernos, dibujos por doquier.
Talló sus ojos y estiró el brazo hacia la mesita de noche para agarrar su celular.

"¡Son las una de la tarde!" Maldijo en un grito, desvelarse hasta altas de la madrugada parece no ser muy buena idea. Rápidamente se levantó de la cama y fue al baño a ducharse, etc.

Salió del baño, secó su cabello con brusquedad con la toalla.
Reviso su armario, buscando que atuendo ponerse para lucir bien ante el alfa.
Después de pensarlo, decidió optar por un pantalón de mezclilla gris y una playera negra acompañado de una chaqueta ligera. Se apresuró en ir a la parte de abajo directo a la cocina para prepararse algo de comer, el tiempo no le permitió reproducir y disfrutar una de sus canciones.

Cuando terminó su comida, se limitó a revisar el cuarto de su hermano por si se encontraba.
Lo encontró allí viendo como le daba de comer a su gorrión.

—Zenitsu.

El rubio volteó ligeramente la cabeza al oír su nombre.

—¡Oh! Hola, Kaigaku. ¿Qué pasa?

—Vine a avisarte que saldré en un rato, tal vez llegué tarde a casa. ¿Puedes decirle al abuelo?

—Si, está bien.

—Okey, adiós.—dicho esto, cerró la puerta con cuidado.
Camino a su cuarto y se hecho a la cama soltando un suspiro pesado.

Agarró su celular y se fijó que aún le quedaba una hora de tiempo, decidió pasarlo viendo videos o navegando por las redes sociales.

Después de pasar un rato con el celular, hecho un vistazo a la hora y no faltaba mucho para que sea la hora acordada. Agarró su mochila que siempre llevaba consigo, llena de cosas de emergencia y otros elementos útiles, y salió de la casa. No sin antes avisarle a su hermano.

Mientras se dirigía, nuevamente regresaron los nervios.
Sabía que solo estarían ellos dos, y ya tenía en claro de lo que quería hablar.
En cambio, respiró hondo y exhaló, tratando de no hundirse de los nervios que lo invadían.

Al llegar a la cafetería, pudo divisar al alfa sentado en un lindo lugar con vista hacia fuera, absorto en un libro del lugar. Se sorprendió, se exaltó y se escondió detrás de una pared, cambiando el color de su rostro a uno carmín. Asomó su cabeza para verlo mejor, luchando con la indecisión si debería acercarse o no, pero ya que esta ahí no podía dar marcha atrás.

Al sentir la presencia del Omega, levantó la mirada y dejo de lado su libro.

—¡Hola, Kaigaku! Que gusto de verte.

—Hola, Kokushibo. Igual—devolvio el saludo con una ligera sonrisita, mientras tomaba asiento frente a el.

—Luces bien con lo que tienes puesto.—sonrío, colocando sus codos sobre la mesa entrelazando sus manos.

Kaigaku dió un saltito de sopresa regresando a ese tono carmín por sus mejillas.

—G-gracias. Tú también luces bien.—respondio tímidamente, pero no podía negarse en como le quedaba esa simple camisa negra.

—Me alegro que te guste—respondió con una sonrisa encantadora—¿Te apetece pedir algo?

—Uh, un capuchino está bien...

El alfa asintió, y llamó el camarero para pedir su orden.

—Bien, Kaigaku. Supongo que, ya te habías dado cuenta de que hay algo más entre nosotros, ¿No es verdad?

El alfa que me enamoró..Donde viven las historias. Descúbrelo ahora