Despierto despacio, sintiendo como mis ojos se abren con esfuerzo, como si hubieran estado cerrados por mucho tiempo, demasiado tiempo. Todo está oscuro, pero un débil brillo entra por la ventana y pinta la habitación de sombras suaves. Me siento como si mi cuerpo no se hubiera movido en años. De hecho, ni siquiera siento del todo mis brazos y piernas, solo un entumecimiento raro. Noto que mi cabello está largo, suave y oscuro, extendiéndose sobre la camilla como si fuera una especie de manto. ¿En serio ha crecido tanto? Es como si hubiera estado aquí sin darme cuenta, mientras el tiempo pasaba y mi pelo seguía creciendo sin detenerse.
Intento mover los dedos de las manos, pero siento que todo me cuesta, como si hasta levantar un dedo me tomara una eternidad. El aire huele a hospital, a frío y a algo que me hace sentir... rara. Y entonces, siento que no estoy sola.
Giro la cabeza un poco, tratando de ver mejor, aunque el mareo me confunde. Algo suave se mueve cerca de mí, y al principio pienso que estoy soñando, que es solo mi imaginación. Pero cuando veo lo que es, una calma cálida me llena el pecho. Es Haru, mi gato. Está dormido sobre mi abdomen, y en cuanto me muevo un poquito, abre sus ojos como si hubiera estado esperando que despertara. Su ronroneo es suave y tranquilo, y por primera vez desde que abrí los ojos, siento que no estoy completamente sola.
Intento moverme más, pero mi cuerpo está como anclado, y me cuesta hasta entender dónde estoy o qué está pasando. Miro alrededor, y todo está en silencio. No hay médicos, no hay nadie. Solo yo... y Haru. Acaricio su pelaje suave con mi mano temblorosa, buscando sentir algo que me recuerde a la realidad, y él me responde con un maullido bajito. Le acaricio despacio, y siento cómo mi corazón empieza a calmarse un poco.
¿Cuánto tiempo he estado aquí? ¿Por qué no hay nadie? Las preguntas empiezan a llenarme la cabeza, todas juntas, una tras otra. Pero después de un momento, dejo de pensar en eso. Haru está aquí, y de momento, eso es suficiente.
Miro a mi alrededor una vez más y todo sigue igual de vacío. El tiempo parece detenido. Sin embargo, aquí estoy. Despertando, aunque no sé de qué o de dónde.
Al lado de la cama, veo una mesita y algo brilla sobre ella. Es un juego de llaves. No sé de quién son ni para qué, pero siento que necesito tomarlas. Así que las guardo en el bolsillo de la bata, aunque no tengo ni idea de a dónde me llevarán.
Con las llaves guardadas en el bolsillo de la bata, me bajo de la camilla. Siento el suelo frío del hospital en mis pies descalzos y un escalofrío me recorre. Haru, mi gato, se acomoda cerca de mí, siguiéndome sin hacer un solo ruido. Me acerco despacio a la puerta de la habitación y, al abrirla, me doy cuenta de que todo está en un silencio espantoso.
Camino por los pasillos oscuros y vacíos, tratando de encontrar una salida. No hay nadie, ni siquiera un murmullo, solo el eco de mis propios pasos y el suave ronroneo de Haru, que me recuerda que al menos no estoy sola. Finalmente encuentro la salida y empujo la puerta. Afuera, el aire frío me golpea la cara y me hace tiritar. Respiro profundo, tratando de recordar el camino a casa. Aun así, no puedo dejar de preguntarme... ¿por qué está todo tan vacío?
A medida que camino por la ciudad, algunas cosas me resultan familiares, pero otras parecen de otro mundo, como si fueran de un sueño. Mis dedos buscan las llaves en el bolsillo, y siento un extraño alivio al recordar que tal vez pueda usarlas para volver a mi casa. Después de caminar un buen rato, llego al edificio de apartamentos donde vivía antes de todo esto. Es alto y elegante, y al entrar, el silencio me envuelve otra vez.
Subo hasta el último piso, y por suerte, las llaves encajan. Mi apartamento está exactamente igual que como lo recuerdo, con los colores fríos de siempre: marrón, negro, blanco y gris. Todo parece estar detenido en el tiempo, en el mismo lugar en que lo dejé. No hay rastro de alguien más. Haru se mete a la casa como si nunca se hubiera ido, y me sigue hasta mi habitación.
Abro un cajón del armario y encuentro mi movil, aunque está apagado. Lo conecto para cargarlo mientras me doy una ducha caliente, sintiendo que poco a poco vuelvo a sentirme como antes. Me pongo mi pijama y voy a la cocina. Haru se sienta en una esquina mientras preparo algo sencillo para cenar. Pongo la tele, pero nada interesante está pasando, así que termino de comer y apago todo.
Regreso a la habitación y tomo el movil, que ya tiene algo de batería. Lo enciendo y me fijo en la fecha: han pasado dos años desde la última vez que lo usé. Reviso mi lista de contactos y solo quedan ocho contactos. Me pregunto si alguien de esos ocho sabe que estoy aquí... o si alguien me estuvo esperando todo este tiempo.