7- Encuentro vergonzoso

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Hoy me despierto tarde, a las 9:05, porque suena el móvil. Es Sally. Me froto los ojos con pereza, todavía medio dormida, y contesto. Sally me pregunta si quiero quedar para desayunar en el bar de siempre, porque es sábado y no tenemos nada que hacer. Le digo que sí, claro, aunque por dentro me siento un poco desorientada porque normalmente no hago planes tan pronto.

Cuelgo y me levanto. La casa está en silencio, como siempre. Me ducho rápido, me visto con unos pantalones cómodos y una camiseta de manga larga pegada, y me lavo los dientes. Luego, busco la correa de Susu, mi perrita, y salimos al parque para que haga sus necesidades. Aunque no puedo pasearla mucho rato, me gusta verla correr, tan feliz, entre los árboles. Cuando volvemos a casa, le pongo comida en su comedero, y también a Haru, mi gato. Haru, como siempre, no hace caso y sigue tumbado en mi cama, medio dormido. Les acaricio a ambos antes de salir, prometiéndoles que no tardaré mucho.

Al llegar al bar, levanto la vista y veo a Sally en la terraza de la segunda planta. Me saluda con una gran sonrisa, agitando la mano. Yo le sonrío y subo las escaleras. Me encanta la terraza de este bar porque desde ahí se puede ver toda la plaza. Sally ya está sentada en una mesita pequeña, con un parasol grande que nos protege del sol. Me siento frente a ella, y mientras esperamos al camarero, empezamos a hablar. Me cuenta sobre su semana en el instituto: tuvo que hacer una exposición en historia y estaba muy nerviosa, pero al final todo salió bien. Yo le digo que la admiro mucho, porque yo no sé si sería capaz de hablar delante de toda la clase sin tartamudear. Ella se ríe y me dice que exagero, pero sé que no.

Entonces, el camarero aparece. Y casi me caigo de la silla cuando veo quién es. ¡Leo! Él está en mi clase en el instituto. Es alto, con el cabello oscuro y los ojos más bonitos que he visto nunca. Además, es súper amable conmigo. Me pongo tan nerviosa que siento cómo las mejillas se me calientan. Antes de que él pueda decir algo, me levanto rápido y le digo a Sally que pida por mí porque necesito ir al baño. Me escondo en el baño unos minutos, intentando calmarme. Por suerte, Sally sabe lo que me gusta y pide lo de siempre: un croissant con mantequilla, un vaso de leche con cacao y un zumo de naranja. Cuando vuelvo a la mesa, Leo ya se ha ido y Sally me mira con una sonrisa burlona.

—¿Qué pasa? —me pregunta.

Le cuento que conozco al camarero. Le explico que es Leo, que va a mi instituto y que nos llevamos bien. Le digo también que es súper guapo. Sally se ríe y dice que está contenta de que al menos tenga a alguien con quien hablar en clase y que nadie me moleste. Es un alivio escucharla decir eso. A veces me siento sola en el instituto, pero saber que tengo a Leo, aunque sea para intercambiar algunas palabras, me hace sentir menos invisible.

Después de desayunar, Sally y yo pagamos juntas (bueno, ella paga porque yo todavía estoy demasiado avergonzada para mirar a Leo) y salimos del bar. Caminamos sin rumbo por las calles, hablando de todo y de nada. Pasamos por el parque y luego por algunas tiendas, pero ninguna nos interesa mucho. Finalmente, a Sally se le ocurre una idea genial: ir al cine.

Vemos una película de aventuras que resulta ser mucho más divertida de lo que esperaba. Nos reímos un montón, y en una escena nos asustamos tanto que casi gritamos. Es genial estar con Sally; siempre sabe cómo hacerme sentir bien.

Cuando la película termina, ya es la hora de comer, así que cada una se va a su casa. Cuando llego, preparo algo sencillo: una tortilla y una ensalada. No soy la mejor cocinera, pero me apaño bien. Comer sola no me molesta tanto como antes. Mis compañeros fieles, Haru y Susu, siempre están cerca, y su compañía me hace sentir que no estoy completamente sola.

Por la tarde, empieza a llover. Me quedo en mi habitación con un libro, escuchando el sonido de las gotas en la ventana. Susu está asustada por los truenos y se mete debajo de mi sábana. La acaricio suavemente para tranquilizarla, mientras Haru se tumba en mi escritorio, mirando la lluvia desde la ventana. Me encanta cómo él puede estar tan relajado incluso cuando todo afuera parece un caos.

El día termina tranquilo. Me siento agradecida por momentos como este, por Sally, por Leo, por Haru y Susu. A veces, aunque mi vida no sea perfecta, tengo estos pequeños instantes que hacen que todo valga la pena.

I'm not stupid but I thought what to doDonde viven las historias. Descúbrelo ahora