La huella en el cristal me dejó paralizada, como si algo dentro de mí se hubiera congelado al instante. La figura borrosa, que primero me pareció una sombra extraña, comenzó a tomar forma frente a mis ojos, y mis pensamientos empezaron a correr a mil por hora. Sally y yo nos miramos en silencio, como si tratáramos de entender qué demonios estaba pasando.
— ¿Amy, qué crees que es eso? —me preguntó Sally, con una voz casi temblorosa.
Yo solo podía pensar en el símbolo que había visto en el hospital, en todo lo raro que había pasado desde que desperté. ¿Había algo detrás de todo esto? ¿Algo que yo aún no entendía?
Pero, entonces, lo que vi me hizo dejar de respirar por un segundo.
La figura se acercó un poco más a la ventana, y pude ver con claridad: era una perrita, una golden retriever con el pelaje brillante y dorado, con ojos brillantes que miraban fijamente a través del cristal. No estaba enojada ni asustada, solo curiosa, como si estuviera esperando a ser vista.
— ¡¿Qué?! —Sally soltó una risita nerviosa, y yo, aunque aún un poco en shock, sentí cómo mi pecho se aliviaba. La figura en la ventana ya no parecía aterradora, y, en cambio, me hacía sonreír.
— ¡Es una perra! —dije, sin poder evitar soltar una carcajada. Había estado tan asustada por nada. — ¡Ay, Dios! Pensé que era algo terrible. Y es solo... una perrita.
Sally se echó a reír también, con tanta fuerza que casi se le salen las lágrimas.
— ¡Somos unas tontas! ¡Yo también pensé que algo horrible iba a pasar! —rió ella, secándose las lágrimas de la risa.
Nos quedamos mirando a la perrita por un momento más. Estaba tan tranquila, su pelaje tan suave y brillante que casi no parecía real. De repente, la perrita comenzó a mover su cola, como si quisiera jugar, y me di cuenta de que, aunque parecía perdida, había algo en sus ojos que me hizo sentir una conexión instantánea. Era como si se estuviera presentando, como si dijera: "Aquí estoy, te he estado esperando".
— ¿Deberíamos dejarla entrar? —preguntó Sally, aún entre risas, pero con una curiosidad que la hacía ver más suave.
Yo la miré, sorprendida por lo rápido que había cambiado el ambiente. Ya no había miedo, solo una sensación cálida y reconfortante. De alguna manera, me sentí más tranquila, como si la perra fuera la respuesta a algo que aún no entendía, como si me trajera algo de consuelo en medio de todo lo extraño que había pasado.
— Claro, ¿por qué no? —respondí, sintiendo que todo lo que necesitaba ahora mismo era algo que me hiciera sentir normal, como si hubiera algo en este mundo que no estuviera roto. Abrí la ventana lentamente, y la perrita, con un movimiento ágil, saltó dentro del apartamento con un grito de alegría, como si supiera exactamente qué hacer. (Para aclarar, era un piso alto pero con amplio valcon casi como un pequeño jardin, y en todos los pisos se repite menos en el bajo)
Sally y yo nos miramos, nuestras risas llenaban la habitación mientras la perra empezaba a olfatear el lugar, su cola moviéndose sin parar.
— ¡Es tan linda! —exclamó Sally, y yo estuve de acuerdo. La perra tenía algo especial. Algo que me hacía sentir que no estaba tan sola después de todo.
Miré a la perra, que ya se había acercado a mí, moviendo la cola como si estuviera feliz de haber encontrado un lugar donde quedarse. No pude evitar sonreír.
— ¿Qué nombre le pondremos? —preguntó Sally, mientras la perra se acomodaba a mis pies, mirando con ojos color miel y brillantes llenos de confianza.
— Hmm... ¿Susu? —dije sin pensarlo demasiado. No sabía de dónde había salido ese nombre, pero en cuanto lo dije, supe que era perfecto.
Sally se echó a reír, como si no pudiera creer lo sencillo que era todo en este momento. La perra Susu, que había llegado sin previo aviso, ahora era parte de nuestro pequeño mundo extraño.
— ¡Susu! ¡Me encanta! —dijo Sally, mientras la perra se revolcaba felizmente en el suelo.
Pasaron unos minutos antes de que realmente pudiéramos calmar nuestra risa. La tensión de lo desconocido había desaparecido, y nos quedamos mirando a Susu como dos tontas, con una sonrisa que no podíamos dejar de mostrar.
Pero entonces, algo me vino a la mente. El símbolo del hospital. El que había visto en la pared. Pensé que podría ser importante, pero al parecer, no significaba nada. Lo había estado sobreanalizando, buscando respuestas en algo que probablemente era solo producto de la confusión. Como todo lo demás en esos días extraños.
Sally, como si leyera mis pensamientos, me miró y dijo:
— Amy, tal vez ese símbolo no era nada importante. Solo una de esas cosas raras que ocurren en los hospitales. Todo estaba tan raro, pero ahora, con Susu aquí, siento que todo se calma un poco.
Asentí, sintiendo una sensación de paz. A veces las cosas no necesitan un gran misterio para ser especiales, y tal vez este pequeño cambio, la aparición de Susu, era todo lo que necesitaba para sentir que todo podía mejorar. De alguna forma, no tenía que entenderlo todo, solo vivirlo.
Nos quedamos allí, en silencio por un momento, mientras Susu se acomodaba en el sofá, mirando hacia nosotras con su gran mirada inocente. Las preguntas seguían en mi mente, pero por primera vez, no me sentía tan perdida.
— Bueno, Amy, ¿qué hacemos ahora? —dijo Sally, su voz tan tranquila que me hizo sentir que todo podría ir bien.
Sonreí, mirando a Susu que dormía tranquila a nuestros pies.
— No lo sé, Sally. Pero por ahora, creo que solo debemos disfrutar del momento. Esto es... suficiente por hoy.
Sally asintió y se recostó en el sofá, mientras yo miraba a Susu, pensando en lo que venía después. Había mucho por descubrir, pero no me importaba tanto en ese momento. Sabía que tenía a Sally a mi lado, y eso era lo que más importaba.
El futuro ya no parecía tan aterrador, al menos no con Susu, Haru y Sally. Y por ahora, eso era todo lo que necesitaba.
Pero me seguía preocupando todo eso que desconocia aunque no lo expresara.