En dos semanas empieza el instituto. La verdad es que no sé ni en qué estaba pensando cuando me apunté, pero me matriculé en un ciclo de diseño. Es lo que me gusta y lo que quiero estudiar, así que supongo que hice bien.
No soy muy paciente para estudiar ni se me da muy bien, pero creo que si me esfuerzo lo conseguiré. Aunque no me gusta mucho ir al instituto... La gente no suele ser amable conmigo. Creo que es porque soy china, aunque yo nunca le he hecho nada malo a nadie.
El otro día hablé con Sally por teléfono. Estuvimos hablando sobre lo que íbamos a estudiar. Ella quiere estudiar gastronomía, y yo voy a estudiar diseño de moda. Vamos a ir a institutos diferentes, pero igual intentaré hacer alguna amiga... aunque la verdad, voy al instituto para estudiar, no para hacer amigos.
Las dos semanas pasaron rápido. Estuve de compras algunos días y compré comida, ropa y pienso para Haru y Susu.
El primer día de clases me levanté a las 7:40 y las clases empezaban a las 8:00. No es raro para mí levantarme tan tarde. Solo tengo que vestirme rápido e irme. No entiendo a la gente que se levanta una hora antes solo para vestirse. Me puse la ropa, agarré la mochila y me despedí de Haru y Susu antes de salir.
Cuando llegué al instituto, busqué mi clase y, para mi suerte, llegué a tiempo. Pensé que con mi mala suerte me perdería y llegaría tarde, pero no fue así.
Entré en el salón y lo primero que vi fue un caos: gente peleando, otros tirando cosas... Me senté junto a la ventana intentando no llamar la atención, aunque era difícil con tanto ruido. Parecía que todos ya se conocían y estaban pasándola bien, o al menos eso creí. Yo solo quería que llegara el profesor rápido para que la clase empezara y no tener que lidiar con las miradas curiosas.
Algunas chicas cuchicheaban mirándome de reojo, y un chico en la esquina se reía por algo que no entendí. Suspiré y saqué un cuaderno para distraerme, dibujando un boceto rápido de Haru y Susu. Dibujar siempre me ayuda a calmarme. Además, desde la ventana se veía un árbol enorme con hojas verdes que se movían con el viento. "Ojalá hoy sea un día tranquilo", pensé.
Unos minutos después, entró el profesor. Era alto, mayor y llevaba unas gafas que casi se le caían de la nariz. Golpeó la mesa con un libro y dijo:
—¡Silencio, chicos! Soy el profesor Antonio, y estaré con ustedes este año para Diseño de Moda. Espero que estén aquí porque quieren aprender, no para perder el tiempo.
La clase se calmó al fin, y el profesor comenzó a pasar lista. Cuando dijo "Amy Lin", levanté la mano tímidamente. Noté que algunos compañeros se giraron a mirarme. Uno de ellos, un chico con pelo despeinado, me sonrió un poco. La mayoría no mostró interés, pero al menos nadie dijo nada malo. Eso ya fue un alivio.
Después de la lista, el profesor explicó lo que haríamos durante el año: aprenderíamos a usar programas de diseño, a crear patrones, a dibujar con técnicas profesionales y a trabajar en proyectos. Todo sonaba emocionante, pero también un poco aterrador. "¿Y si no soy lo suficientemente buena? ¿Y si todos son mejores que yo?", me pregunté. Pero sacudí la cabeza para apartar esos pensamientos. Me prometí que me esforzaría, aunque me costara.
Cuando terminó la clase, el profesor nos dio unos minutos libres. Saqué una barrita de cereales y seguí dibujando. De repente, alguien se acercó a mí. Era el chico de pelo desordenado que me había sonreído antes.
—¿Eso es un perro? Está chulo el dibujo —dijo, señalando a Susu en mi cuaderno.
Lo miré, algo sorprendida, pero le respondí:
—Sí, es mi perro. Se llama Susu.
—Guay. Me llamo Leo, por cierto. Si necesitas algo, puedes preguntarme. Yo también soy nuevo aquí.
Le di una pequeña sonrisa y le dije mi nombre. No estoy acostumbrada a que alguien me hable con tanta amabilidad, pero me alegró. Tal vez este año no sería tan malo como pensaba.
Cuando sonó el timbre, Leo volvió a su asiento y yo guardé mi cuaderno. La siguiente clase fue un poco aburrida, pero al menos no hubo más miradas incómodas.
Al llegar a casa, Haru y Susu me reciben con entusiasmo. Sus patitas golpean el suelo mientras corren hacia mí, moviendo la cola con energía. Dejo mi mochila en la entrada y me agacho para acariciarlos. Haru lame mi mano, y Susu da pequeños saltitos a mi alrededor. Me hacen sonreír, aunque esté cansada.
Voy directo a mi cuarto y me tiro en la cama, mirando al techo. El día ha sido largo y todavía siento algo extraño, como si me faltara algo. No entiendo por qué me siento así, pero trato de no pensarlo mucho.
Cierro los ojos unos minutos para relajarme, pero cuando vuelvo a abrirlos ya es de noche. Me levanto despacio y voy a la cocina a preparar algo de comer. Mientras caliento una sopa instantánea, Haru y Susu me siguen, esperando que les dé algo. Me río un poco y saco sus platos para darles la cena.
Después de cenar, vuelvo a mi cuarto y me acuesto de nuevo. El día ha terminado, pero en mi cabeza sigue dando vueltas lo que pasó en clase. Leo fue amable conmigo, y eso fue raro, pero bonito. Además, Leo no parecía como los demás chicos que he conocido. Es guapo, atractivo y con cabello marrón oscuro que casi le cubre la frente. Me llamó la atención que también es chino. Sentí un poco de alivio al saber que no soy la única aquí con un origen diferente. Tal vez eso nos haga más fácil llevarnos bien.
Esa noche, sueño algo raro. Estoy en una habitación blanca, completamente vacía, y escucho voces lejanas que dicen mi nombre: "Amy, despierta". Me despierto de golpe, con el corazón latiendo rápido. No entiendo qué significa, pero no puedo quitarme esa sensación extraña, como si algo importante estuviera a punto de pasar.
Miro el reloj en mi mesita de noche. Todavía falta para que amanezca. Me vuelvo a acomodar en la cama, cerrando los ojos con fuerza. "Mañana será otro día", me digo. Pero, aunque intento calmarme, no puedo dejar de pensar que esto no es solo un sueño.
Me quedé unos minutos en la cama, mirando al techo. La sensación rara no se me iba. Me preocuapaban muchas cosas todabia que no tenian respuesta. "Mañana será otro día", me dije, pero no me sentía tan tranquila. Me giré de lado y cerré los ojos, intentando conciliar el sueño. Sin embargo, en mi cabeza seguían dando vueltas las palabras de Leo. "Si necesitas algo, puedes preguntarme". Me pareció raro que alguien me hablara así. Nunca había sido buena para hacer amigos, y menos en el instituto, donde siempre parecía que estaba fuera de lugar.
Al final, conseguí quedarme dormida, pero no de un solo tirón. Dormí de manera interrumpida, despertándome varias veces durante la noche, como si algo me estuviera vigilando. Cada vez que abría los ojos, la oscuridad en mi cuarto me rodeaba, y al cerrar los ojos de nuevo, sentía que alguien me llamaba. "Amy... despierta", sonaba en mi mente. No sabía si era un sueño o si había escuchado algo real, pero esa sensación de que algo estaba por pasar no me dejaba en paz.