Fluke se giró para mirarse en el espejo de cuerpo entero y sintió un escalofrío.
El traje había sido de Bastian. Se había pasado la mitad de la mañana acortando el largo de el pantalón de seda, de color azul hielo, pero era el resto del traje lo que le aceleraba los sentidos. La parte de arriba era casi transparente y se ajustaba a la perfección a la forma de su cuerpo antes de abrazar cada ligera curva de su cuerpo, en exquisitos e intrincados pliegues que llegaban hasta la cintura donde un ajustado cinturón le enmarcaba. La seda de su pantalón caía ligera, y se puso zapatos con suela transparente.
—Oh, dios mío —jadeó robándole a New la expresión que había utilizado por la mañana al teléfono, porque de pronto había cobrado mucho sentido.
Entre los pliegues bailaban brillantes cristales en forma de gota, los cuales acentuaban su cuerpo cuando se movía o incluso cuando respiraba. Se había peinado el cabello en la nuca con una trenza y su piel tenía un brillo dorado que contrastaba con el azul del traje. Un fabuloso diamante, regalo de Oscar, descansaba en su fina cadena de oro justo debajo de la suave curva de su cuello. En las orejas brillaban los pendientes a juego. Su idea era conseguir un aspecto elegante y sofisticado, pero al parecer lo que había conseguido era un efecto encantadoramente sensual. Incluso se sentía sensual en lugares en los que no se atrevía ni a pensar para no sonrojarse.
Se mordió los labios llenos de brillo rosa y frunció el ceño, porque una cosa era imaginarse vestido así para impresionar a cierto hombre... Y otra darse cuenta de que se estaba asombrando a sí mismo.
Ohm estaba en el vestíbulo hablando por el móvil cuando Fluke apareció en lo alto de las escaleras. Cuando alzó la vista y lo vio, se detuvo a mitad de frase y se quedó paralizado. Sus oscuros ojos brillaron momentáneamente y luego recorrió cada centímetro de su esbelto cuerpo con la mirada.
«Theé mou, tengo un problema», eso fue lo único que acertó a pensar cuando un calor familiar se le encendió en la entrepierna y consiguió mezclarse con su respiración. Entonces fue consciente de que todavía estaba sosteniendo el teléfono en la oreja y le dio la espalda a Fluke mientras ponía fin a la conversación y al mismo tiempo trataba de contener su desencadenada libido.
«Éste es un fin de semana de trabajo», se recordó. Aunque el beso que todavía podía saborear indicaba lo contrario.
El modo en que se había ensombrecido su expresión y cómo había apretado las mandíbulas antes de darse la vuelta fue suficiente para acrecentar el nudo de ansiedad que sentía Fluke en el estómago. Había vuelto a hacerlo, lo había hundido con su crítico silencio. No sabía si enfadarse o llorar. Llegó al último escalón antes de que Ohm volviera a darse la vuelta con su expresión de frío urbanita.
—Perdona —dijo—, Petros necesitaba hablar de algo urgente conmigo antes de que nos fuéramos.
Se estaba acercando a él mientras hablaba. Era la
personificación de la belleza masculina, vestida de esmoquin.
—Estás precioso —dijo con naturalidad—. Me encanta el traje.
Fluke esbozó una sonrisa tensa por respuesta.
—¿No tienes abrigo, o algo?
—Hace muy buena noche —aseguró Fluke negando con la cabeza.
Lo cierto era que había olvidado llevar algo para cubrirse, pero no iba a admitirlo delante de aquel hombre que estaba asintiendo ahora con su oscura cabeza. —Entonces vámonos.
Fluke adoptó una actitud profesional y caminó a su lado hacia la puerta de
entrada. Ohm no necesitaba decirlo en voz alta para que él supiera que aquello no era más que trabajo. Tenían que figurar en la escena social mientras fingían que se estaban divirtiendo. Proyectar su presencia en la fiesta y recordar a las personas que Ohm consideraba que podrían serle útiles en algún momento.
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Escándalo Millonario
RomanceMientras fregaba suelos, Fluke soñaba con una vida mejor. Y un día su sueño se hizo realidad cuando descubrió que pertenecía a una de las dinastías más ricas del mundo. Pero el estilo de vida sofisticado y espectacular de la familia Natouch asustaba...