Capítulo Diez

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—No tuerzas el gesto —lo reprendió su torturador.

Fluke apretó los dientes con firmeza.

—No estoy torciendo el gesto —negó con tirantez.

—Entonces mírame.

Fluke giró la cara y obedeció. ¿cómo se suponía que iba a luchar contra él cuando incluso al verlo sentado en el lujoso asiento de piel de la limusina, a su lado, despertaba en él tal pasión que incluso le costaba trabajo respirar?

—Ya te estoy mirando —dijo—. Dime lo que tengas que decirme para que pueda volver a apartar la vista.

La sensual boca de Ohm se curvó ligeramente en una sonrisa.

—¿Por qué, si te encanta mirarme?

Fluke había mantenido la misma postura desde Londres. En ese momento iban camino a algún restaurante elegante para cenar, aunque él habría preferido encerrarse en su habitación.

Claro que el apartamento de Ohm en Atenas tampoco tenía cerraduras en las puertas de los dormitorios, pensó furioso.

Habían mantenido una tregua mientras se vestían para salir, Fluke encerrado en su habitación y Ohm en la suya. Y esa situación en sí misma era una burla absoluta hacia lo que estaban batallando. El asunto del matrimonio era el meollo de la confrontación. Ohm se negaba a aceptar un «no» por respuesta y él se negaba a darle el «sí».

—¿Podrías explicarme por qué te muestras tan obstinado con este asunto? — quiso saber él.

Fluke tenía al menos una docena de razones, pero la única que estaba dispuesto a darle necesitaba sólo dos palabras.

—Lois Mansell —dijo.

Y esperó a que Ohm se muriera de vergüenza. Pero

no lo hizo. Se limitó a quedársela mirando fijamente.

—Lois no tiene nada que ver con nosotros —aseguró. —Eso no es lo que dicen los periódicos.

—Ya conoces a la prensa, caro. Miente. O al menos no dice toda la verdad.

—Saliste de aquella discoteca con él colgado de ti como una lapa.

—Lo llevé a su casa. No dormí con él.

—Por lo que yo sé, Ohm, tú no duermes con tus conquistas.

Fluke supo que había dado en el blanco cuando Ohm entrecerró los ojos y apretó los labios.

—¿No dices nada? —lo retó—. ¿No se te ocurre una respuesta inteligente para ponerme en mi sitio?

—No —murmuró él apartando la mirada.

—Bien, entonces ahí lo tienes —Fluke también desvió la mirada—. Tú y yo no tenemos la misma visión de lo que debe ser un matrimonio.

—Estás esperando un hijo mío —le recordó Ohm—. Algo así no requiere un punto de vista común, requiere control de daños.

—¿Control de daños? —el comentario le dolió tanto que no pudo contener un gemido—. Y todavía te preguntas por qué no puedo darte el «sí».

—Estoy tratando de ser práctico.

—¿Del mismo modo que lo has sido para dormir? —no pudo evitar preguntarle—. Me dejas embarazado, esperas que me case contigo... Pero no quieres dormir en la misma cama que yo. Supongo que también contarás con seguir viviendo tu vida como siempre mientras yo me quedo en casa solo y engordo.

Escándalo MillonarioWhere stories live. Discover now