Capítulo Siete

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Fluke alzó la vista, sorprendido al darse cuenta de que, efectivamente, estaba frotándose la muñeca con la otra mano.

—Eh... Creo que me hice daño al caer al agua —mintió.

Nina dejó escapar un gemido de sorpresa.

—¿Por qué no dijiste nada?

—Había demasiadas cosas en las que pensar —aseguró Fluke— . Y no me duele tanto.

Dejó caer la mano a un lado para demostrarlo. Nina no parecía muy convencida y Ohm tampoco. Seguía mirándolo fijamente con cara muy seria.

—Me muero de hambre —aseguró Fluke alegremente en un intento de desviar la atención.

Lo cierto era que iba a tener que hacer un esfuerzo por probar bocado, y que la muñeca le dolía mucho.

Los tres caminaron juntos por el sendero hacia la marquesina. La gente aplaudió cuando los vio llegar, y Fluke se sonrojó y sonrió tímidamente. Nina fue a reunirse con su marido. Cuando Ohm le posó la mano en la parte baja de la espalda, Fluke se estremeció ligeramente ante el eléctrico contacto. Si Ohm percibió su reacción, no dijo nada. Lo guió a través de una serie de grandes mesas redondas hacia la de ellos. Y mantuvo aquel perturbador contacto en su espalda hasta que lo vio sentarse.

Aquello lo llevó a responder con demasiada alegría a la curiosidad y el interés de sus compañeros de mesa, que estaban deseando saber qué le había sucedido.

Restó importancia a la caída mientras Ohm se recostaba en la silla, a su lado,

con una sonrisa educada en los labios y sus ojos

negros ocultos bajo las pestañas.

Cuando Fluke experimentó un estremecimiento de dolor al agarrar la copa de vino, Ohm tuvo que contenerse para no tocarlo. Quería agarrarle la muñeca e inspeccionar el daño. Quería apartar aquel mechón de pelo húmedo de su pálida mejilla. Recordó lo que Fluke había dicho respecto a que siempre lo estaba tocando y la certeza de que tenía razón lo atrapó como a un prisionero, porque cada vez era más consciente de cuánto quería tocarlo.

Agarró su propia copa para entretener a sus inquietos dedos y bebió un largo sorbo de vino. Fluke lo estaba arrastrando a la bebida, pensó sombríamente. Lo estaba arrastrando a muchos lugares, se dijo, sin darse cuenta de que alguien estaba hablando con él. Fue Fluke quien le hizo volver a la realidad tirándole suavemente de la manga de la chaqueta. Ohm lo miró directamente a los ojos.

Durante una décima de segundo se visualizó a sí mismo inclinándose para reclamar su boca con un beso suave y apasionado.

A Fluke le temblaron las pestañas y apartó la vista. Sabía en qué estaba pensando él, y la tensión de Ohm aumentó mientras se obligaba a sí mismo a fijarse en el resto de comensales que había en la mesa y se forzaba a unirse a ellos.

Tenía que reconocer que Fluke estaba llevando aquel juego mucho mejor que él, pensó mientras la infernal cena seguía su curso. Fluke sólo picoteó del plato, lo mismo que él. Finalmente santino se puso de pie para dar las gracias a todos los presentes por su asistencia con unas palabras cargadas de humor, pero Ohm fue incapaz de sonreír.

Entonces vio a Fluke inclinar ligeramente la cabeza y dejar al descubierto su delicada nuca. La tensión se apoderó de él, una tensión sexual. Cuando él alzó la mano para frotarse la frente, vio cómo le temblaban los dedos, y su palidez pareció multiplicarse por diez cuando bajó de nuevo la mano.

Ya había tenido bastante. Tomó la decisión al instante. La gente había empezado a levantarse, así que aprovechó el momento para ponerse de pie. Fluke se sobresaltó al sentir que lo agarraba del codo para incorporarlo, pero no protestó cuando salió con él de la marquesina sin decir ni una palabra a nadie. Tras la cena se iba a celebrar una subasta benéfica y los famosos que habían asistido llevarían a cabo una actuación musical que iba a retransmitirse a la fiesta del lago de Como vía satélite.

Escándalo MillonarioWhere stories live. Discover now