Fluke pensó más tarde que debería haberse desmayado otra vez, habría sido la manera más fácil de evitar lo que sucedió a continuación. Pero no se desmayó.
Se vio obligado a soportar una segunda consulta médica en el mismo día, además de una charla sobre dieta saludable, descanso, ejercicio y sueño.
Tras haber lanzado su bomba, Ohm se había retirado de nuevo a la ventana y les deba la espalda con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones.
Fluke no podía apartar los ojos de él.
El médico empezó a hablar de la primera etapa del embarazo, pero él apenas escuchaba lo que decía. La tensión del ambiente resultaba sofocante. El médico miraba a Ohm y luego a él, que a su vez tenía la vista clavada en Ohm. Debía resultar obvio que no formaban una pareja feliz y emocionada ante la perspectiva de convertirse en padres.
Cuando se preparaba para marcharse, el médico expresó un último mensaje.
—La alimentación de una nueva vida es un don precioso que debe cuidarse. Lo contrario es una ofensa para el niño.
Para entonces Ohm ya mostraba fisuras en su actitud rígida. Se dio la vuelta para acompañar al doctor a la puerta.
Y no volvió.
Fluke seguía sentado en el sofá, demasiado asombrado todavía. Debía asumir que Ohm había conseguido de alguna manera hacerse con el control de la situación antes que él.
Sabía que estaba embarazado.
Aquellas otras fuentes habían estado informándolo de cada uno de sus movimientos, estaba claro que no había dado un solo paso sin que él lo supiera.
Fluke se preguntó de pronto por qué seguía allí sentado como un estúpido
esperando a que Ohm se dignara a aparecer. Así que se puso de pie. Sentía la boca seca y el estómago revuelto, pero podía caminar sin que las paredes y el suelo se movieran. Cuando salió del salón descubrió que el apartamento era mucho más grande de lo que había esperado. Un pasillo central lo cruzaba, con puertas a ambos lados, la mayoría de ellas
abiertas, como en su casa de Hampshire.
Fluke se dirigió hacia la única puerta que estaba cerrada: la puerta de salida. Iba a escapar mientras tuviera la oportunidad. Necesitaba ir al baño y le urgía beber algo frío.
—Ni se te ocurra —su tono grave contenía una nota de amenaza.
Con el pulso latiéndole a toda prisa, Fluke apretó los secos labios y cerró los ojos durante un segundo. Cuando los volvió a abrir, cruzó los brazos sobre el pecho y se giró para mirarlo.
Estaba asomado a una de las puertas del pasillo. Los ojos azules de Fluke
conectaron un instante con el reflejo de los suyos y luego se deslizaron casi
por voluntad propia por el cuerpo de Ohm. Se había
quitado la chaqueta del traje y se había remangado la camisa.
En una de sus grandes manos sujetaba algo parecido a un trapo. Estaba viendo otra faceta de aquel hombre tan complicado, en esa ocasión una faceta doméstica.
Aunque tuvo que reconocer que eso no atenuaba su atractivo sexual, que llevaba tanto tiempo fascinándolo. El estómago le dio un vuelco por una razón muy distinta y, sin saber lo que estaba haciendo, se lo cubrió con la mano.
Ohm bajó la mirada para observar el revelador gesto y tuvo que hacer un
esfuerzo para no apretar los dientes por la ira. Fluke apenas conseguía mantenerse en pie. Estaba pálido como el papel. Había perdido peso, demasiado a juzgar por cómo le colgaba el traje azul de algodón. Y parecía tan hermoso, tan frágil y tan vulnerable que sintió deseos de saltar sobre él y llevárselo a la cama más cercana.
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Escándalo Millonario
RomanceMientras fregaba suelos, Fluke soñaba con una vida mejor. Y un día su sueño se hizo realidad cuando descubrió que pertenecía a una de las dinastías más ricas del mundo. Pero el estilo de vida sofisticado y espectacular de la familia Natouch asustaba...