Prólogo:

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Múnich, Alemania 1996.

Los Donaban no tenían demasiado tiempo para cumplir lo que se estaban proponiendo. El reloj de la sala comenzaba a sonar cada vez más fuerte y el nerviosismo aumentaba. John seguía los pasos de Sarah, mientras que esta seguía los de la enfermera. Sólo debían seguir caminando durante unos minutos y tal anhelo y esperanza que tenía la pareja podría ser cumplido. Ser padres.

Hacía más de cuatro años que el doctor le dio un pronóstico de negatividad en tanto a la maternidad a Sarah y eso la devastó profundamente creando en ella una obsesión por algún día llegar a ser llamada "Madre".
Luego de unos minutos, se encontraban frente a la sala que lo definiría todo. El llanto de los bebés sobresalía tras la puerta, Sarah no se contuvo y llevó las manos a su boca mientras que John sólo dejó caer sus manos suavemente sobre los hombros de su esposa.
Era todo un arreglo, aquél día conseguirían un bebé y se fugarían lejos de Múnich. Le daría una suma de dinero a aquella enfermera que cumpliera tal sueño.
Nerviosamente la enfermera hundió una mano tras su bolsillo de su blanca bata y retiró de él la llave de la puerta. Penetró la cerradura con ella y dio unos cuantos giros dejando a la vista veinte incubadoras las cuales contenían el más preciado regalo de la vida.

-¿Niña? –Preguntó Rose, la enfermera. Sarah sólo se adentró en la sala y cogió aquélla bebé que sólo dormía plácidamente entre sus mantas. Debía ser cuidadosa. Comenzarían a llegar los padres para conocer a sus bebés, y la desaparición de una sería un motivo de despido y búsqueda.

Sarah salió de la sala con la más grande y amplia sonrisa "Al fin" se dijo. La enfermera miró a John y este sólo se le acercó.
-Espero que tengas suficiente con esto, no quiero saber nada de ti – Dijo John mientras le entregaba dos sobres con la suma correspondiente a lo que habían acordado. Ella sólo asintió depositando aquellos sobres en su delantal. El cielo estaba gris, y el frío comenzaba a aumentar en las calles. Un taxi yacía estacionado en la esquina a la espera de la pareja, al verlos prendió el motor del vehículo.

-Al aeropuerto, Thomas –Dijo Sarah sin quitarle la vista a la bebé. Thomas solo asintió, pero sospechaba que algo sucedería.
-¿Ya tienes todo listo? –Le murmuró John a Sarah. Ella asintió mientras él tomaba aquellos pasaportes con sus futuros respectivos nombres.
-Elizabeth...¿No crees que es lindo? –Preguntó Sarah.
-Lo es, querida. Lo es –Contestó John.

"Aerolíneas Heinkenson", fue lo el letrero que pudo divisar la pareja desde el taxi.

-Gracias Thomas –Murmuraron ambos antes de marcharse y sacar sus maletas del maletero del vehículo. Al adentrarse dentro de la Aerolínea Sarah dejó escapar un largo suspiro de frustración mientras miraba a su marido. Sabía que pronto los estarían buscando por toda Alemania.
El sonido del teléfono interrumpió los pensamientos de Sarah y volvió la mirada hasta la de su esposo. Este con tal rapidez logró encontrar su teléfono en su bolso. El número que marcaba la pantalla era totalmente desconocido, pensó en no contestar, pero Sarah le insistió. Debía hacerlo.
-¿Diga? –Preguntó temeroso.
-¿John?, soy yo Rose...tenemos un problema –Dijo la mujer tras el fono. John solo frunció el ceño, ¿qué se suponía que querría esta mujer?

-Habla de una vez, nuestro vuelo está a punto de salir –Advirtió John mientras miraba a Sarah con angustia. Esta sólo paseaba al bebé como si fuese suyo.
-¿Qué se supone que les diré a los padres cuando quieran ver a su bebé?, creo que no habías pensado eso, idiota. Además, por esto querré otra comisión, las cosas no están muy buenas y necesito pagar la hipoteca –Dijo Rose sintiéndose culpable. De no ser por necesitar urgentemente aquél dinero nunca se habría prestado para aquél acto inhumano como separar a una pequeña bebé de su familia. Ella era madre y se sentía aún peor por eso, no podía permitir que sus hijos durmieran en la calle.
-Veré la manera de hacerte llegar el dinero, ahora...Olvídate de que algún día tuviste un trató con nosotros, y otra cosas más querida Rose, si te atreves a defraudarnos también veré la manera de hacerte saber que te metiste con las personas equivocadas –Amenazó John.

-Yo...está bien, sólo cuida bien a tu bebé –Dijo Rose antes de colgar. ¿Qué demonios acababa de hacer?. Su remordimiento creció ¿Cómo le explicaría a la madre de la bebé que su hija había desaparecido misteriosamente?. No lo sabía, y eso le inquietaba. Luego sonrió al recordar que tal vez esto no sería tan notorio... Recordó el caso de la madre del bebé. Se apresuró en buscar su expediente.
Paciente: Katherine Bradford.

19 años, estudiante. Violación.

-Familia Albot, ¿No es así? –preguntó un hombre tras la pareja, un extraño escalofríos recorrió la espalda de Sarah. John asintió preocupado ¿Les habían descubierto?.
-¿Es su bebé? –Preguntó aquél hombre mientras apuntaba hacia la recién nacida. Sarah apretó un poco más al bebé contra su pecho. Ya habían llegado demasiado lejos como para abortar el plan. No dejarían que esto terminara acá.
-¿Podría ver sus papeles? –Se dirigió nuevamente el hombre a la pareja. John tomó los pasaportes más el carnet que tanto le había costado conseguir, pero gracias a dios su hermana conocía a un tipo el cual trabajaba en la fabricación de peleles ilegales.
Luego de una larga revisión, el hombre asintió y el alivio y tranquilidad volvió al cuerpo de ambos adultos.

-Qué tengan un grato viaje, Aerolíneas Heinkenson se los desea –deseó el hombre antes de entregarle los papeles a John he irse a sus labores diarias.
Luego de unos minutos y un largo proceso dentro del aeropuerto, consiguieron entrar al avión. La mirada de Sarah a través de la ventana. Lo habían dejado todo sólo por el hecho de ser padres. Pero valía la pena. Unas lágrimas se resbalaron por su rostro, respiró hondo antes de dormirse.
Si Rose los delataba, serían unas personas bastante buscadas, pero no les importaba vivir a la sombra de otras personas, mientras pudieran vivir diariamente con el bebé que conjunto a el prometía una vida llena de felicidad.
Eso era lo que quería la pareja, Felicidad. Un mundo en donde sólo pudieran estár ellos tres. Un mundo en donde las esperanzas pudieran ser eternas y inquebrantables.
Pero todo en el mundo algún día es destruido por el tiempo y la desgracia, y sus vidas no serían una excepción.

Desde mi ventana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora