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Seattle, Estados Unidos 2015.
Es una ironía, dicen que el ser humano nace libre, pero se siente encadenando en todas partes. Llevo prácticamente toda mi vida viviendo tras una ventana, viendo como aquella gente camina libre sin preocupación mientras pueden gozar de una maravillosa vista. Entonces me pregunto ¿Qué hago acá?.

No entiendo cuál sea el propósito de vida de una chica de diez y seis años cuyos pies nunca han pisado el jardín de su propia casa. Mi vida sólo consta de limitaciones. La única manera que tengo de comunicarme con el exterior es el viejo televisor de papá.

Papá tiene un pequeño taller de maestría en el garaje. Él tampoco sale demasiado. Su taller es único y exclusivamente por envío. Mamá trabaja de medio tiempo en una pastelería en el centro, la cual por razones obvias no conozco. Todo este tiempo he esperado sentir el césped húmedo entre mis dedos, pero me siento como si estuviese esperando algo que jamás va a suceder.

–¡Elizabeth!, ¡Baja de una vez! –Grita mamá desde la planta baja -¡Has estado de vaga toda la mañana, ve a ayudar a tu padre –Continua.

Salto inmediatamente  de la cama, apago el televisor, me pongo mis sandalias y bajo las escaleras. Cada escalón cruje y mamá siempre le reclama a papá para que las arreglase. Al bajar la diviso en la cocina. Está preparando la comida, lleva su típico delantal de cocina color malva. Al verme me sonríe dulcemente.
-Ve con papá cariño, dijo que necesitaría tu ayuda –Dice ella apuntando hacia la puerta del garaje mientras pone los platos de loza en la mesa. 

En el garaje me encuentro a papá con un trozo de madera en las manos. Todo su taller tiene ese típico aroma a bosque, difícil de olvidar.

–Lizzie, cariño. Necesito que sostengas ésta madera – El cogió la cierra mientras yo afirmaba firmemente la el trozo de madera. Decidí interrumpirlo– Se acerca el cuatro de julio, papá... –Dirigí la mirada hacia él esperando alguna respuesta, pero no fue así –Podríamos salir...Ya sabes, ver los fuegos artificiales –Continuo temerosa.

-¿Tú madre te ha dicho que sí? –Pregunta el sin mirarme aún.

-No...pero pensé que...-El deja la cierra a un lado, y me mira. Su mirada es tan fría que por un momento siento temor de él.
-Sabes cuales son las reglas, Lizzie. Además, debes continuar con tus estudios. Sabes que tu madre apenas tiene tiempo para enseñarte en casa –Reprocha mi padre mientras se cruza de brazos. Yo sólo bajo mi mirada. La idea de salir, cada vez se aleja cada vez de mí.

-Tienes razón, debería medir lo que digo. He pasado suficiente tiempo dentro de esta casa, ¿Por qué no aguantar un poco más? –Mi tono es fuerte y decisivo. Papá me mira con culpabilidad. – Puedes Observarlos desde la terraza cariño –Sigue él.

La terraza, el frío lugar tras mi ventana. El único lugar al que solo puedo recurrir de noche. El único lugar en donde el viento puede tocar directamente mi rostro y darme el sentimiento de tranquilidad.

 – Está bien –Digo antes de retirarme del garaje. Todo volverá a ser como antes para papá. Haría cuenta de que nunca se me había cruzado la idea de salir.

-¡John!, está servido – Grita mamá desde la cocina al tiempo que la cabeza de papá se asoma sonrientemente tras el marco de la puerta –Liz, cariño. Trae la ensalada.

-Mañana será tu examen de cálculo, Liz. ¿Te sientes preparada? –Dice mi madre mientras estamos comiendo. Levanto mi mirada rápidamente hacia ella.
-Lo estoy –Contesto llevando el tenedor a mi boca.

-Sarah, lo estuve pensando. Deberíamos dejar que Elizabeth nos acompañara a ver los fuegos artificiales, estaríamos en familia –Papá contempla a mamá mientras dice aquellas palabras que suenan como música para mis oídos. Mamá lo miró atónita, como si de muerte se tratase el asunto.

Desde mi ventana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora